Nunca
le gustó la fácil y tampoco le tocó la fácil. Pero además parecía que para él
no había imposibles. Así era Néstor Kirchner o “Lupín” o “El Lupo” para sus
conocidos del principio o simplemente “El Flaco” para otros.
Por Alberto Hugo Emaldi
Néstor
tenía un sentido del humor particular. Supo ser buen amigo de sus amigos y fue
firme con sus adversarios. No era difícil quedar impresionado por su
personalidad luego de conocerlo. Las
pasó todas: malas, buenas y regulares. Edificó el sueño de ser gobernador de su
provincia patagónica con esfuerzo, en medio de un peronismo que venía de
soportar una derrota electoral previsible pero poco creíble hasta que los
números cantaron la realidad allá por 1983, después de años de dictadura. Sin
embargo, el Flaco creyó en él , creyó que el peronismo podía recuperarse, y
creyó fundamentalmente en su país y en los argentinos. Así era Néstor.
Hoy, 27 de octubre, a dos años de su
viaje eterno, recordarlo es reconocer lo
que logró a partir de su impronta. Esa decisión de no dejar colgadas las
convicciones en la puerta de la Casa Rosada fue su norte y así se manejó en la
vida. Dejó todo por lo que creía y su salud se la cobró, es cierto. Nada lo detenía si estaba convencido.Fue un
militante. Enumerar la cantidad de logros alcanzados por el país en su gestión
merecería un libro de historia y voluminoso. Sin embargo, es necesario recordar
algo que lo desveló siempre y fue aquello de enfrentar con fuerza a los poderosos
y ayudar a los que menos tienen. Así entendía al peronismo, por eso Néstor era
un peronista químicamente puro igual que lo es su compañera de toda la vida. Le
tocó gobernar un país que era ingobernable.
Los primeros años del nuevo siglo
no fueron los mejores de una Argentina que estaba desmembrada, enfrentada,
endeudada, por una sucesión de errores,
pero fundamentalmente por decisiones que se tomaban afuera del país y no
adentro.
Y Néstor se la jugó por lo que creía, se la jugó por el país que soñó
siempre .
Un país con dignidad, con más igualdad. Por eso lloró con la gente en
la Plaza de Mayo antes de entrar a su nuevo laburo y allí, junto a su familia,
se juramentó sacar al país del infierno y llevarlo al paraíso, como le gustaba
decir.
Lo hizo y, vaya si lo logró. Así con su capacidad y con sus
convicciones, nos devolvió la fe a los argentinos. Así, con su forma de ser,
empezó a creer y a hacer creíble que un país distinto era posible, así también
se le ocurrió decir un día que florezcan miles de flores y enamoró a la
juventud .
Poco antes de partir, dejó
algunos consejos y decisiones: poner a la Argentina en el lugar que se merece,
insistir con la memoria, la verdad y la justicia, seguir trabajando por los pobres
y no claudicar ante las presiones. Néstor fue el responsable de cambiar una época
de incertidumbre por una de esperanza y con sus virtudes y sus defectos fue
capaz de llevar adelante su sueño, un sueño colectivo.
Por eso, a dos años de
su viaje, es de buen nacido saber darle las gracias.
Fuente:
Télam.