E d u
a r d o G a l e a n o
Chicago
Cada primero de mayo serán resucitados
Les espera la horca. Eran
cinco, pero Lingg madrugó a la muerte haciendo estallar entre sus dientes una
cápsula de dinamita.
Fischer se viste sin prisa,
tarareando «La Marsellesa». Parsons, el agitador que empleaba la palabra como
látigo o cuchillo, aprieta las manos de sus compañeros antes de que los
guardias se las aten a la espalda.
Engel, famoso por la puntería,
pide vino de Oporto y hace reír a todos con un chiste. Spies, que tanto ha
escrito pintando a la anarquía como la entrada a la vida se prepara, en
silencio, para entrar en la muerte.
Los espectadores, en platea
de teatro, clavan la vista en el cadalso. Una seña, un ruido, la trampa cede…
Ya, en danza horrible, murieron dando vueltas en el aire.
José Martí escribe la
crónica de la ejecución de los anarquistas en Chicago.
La clase obrera del mundo
los resucitará todos los primeros de mayo.
Eso todavía no se sabe,
pero Martí siempre escribe como escuchando, donde menos se espera, el llanto de
un recién nacido.
Fragmento del libro De los Abrazos
La desmemoria/4
Chicago está llena de fábricas.
Hay fábricas hasta en pleno
centro de la ciudad, en torno al edificio más alto del mundo. Chicago está
llena de fábricas, Chicago está llena de obreros.
Al llegar al barrio de
Heymarket, pido a mis amigos que me muestren el lugar donde fueron ahorcados, en
1886, aquellos obreros que el mundo entero saluda cada primero de mayo.
-Ha de ser por aquí -me
dicen. Pero nadie sabe.
Ninguna estatua le ha
erigido en memoria de los mártires de Chicago en la ciudad de Chicago.
Ni estatua, ni monolito, ni
placa de bronce, ni nada.
El primero de mayo es el
único día verdaderamente universal de la humanidad entera, el único día donde
coinciden todas las historias y todas las geografías, todas las lenguas y las
religiones y las culturas del mundo; pero en los Estados Unidos, el primero de
mayo es un día cualquiera.
Ese día, la gente trabaja
normalmente, y nadie, o casi nadie, recuerda que los derechos de la clase
obrera no han brotado de la oreja de una cabra, ni de la mano de Dios o del
amo.
Tras la inútil exploración
de Heymarket, mis amigos me llevan a conocer la mejor librería de la ciudad.
Y allí, por pura
curiosidad, por pura casualidad, descubro un viejo cartel que está como
esperándome, metido entre muchos otros carteles de cine y música rock.
El cartel reproduce un
proverbio del Africa: Hasta que los leones tengan sus propios historiadores,
las historias de cacería seguirán glorificando al cazador.
Fragmento del libro Espejos
*Una historia casi universal*
La tarántula universal
Ocurrió en Chicago, en
1886.
El primero de mayo, cuando
la huelga obrera paralizó Chicago y otras ciudades, el diario «Philadelphia
Tribune» diagnosticó: El elemento laboral ha sido picado por una especie de
tarántula universal, y se ha vuelto loco de remate.
Locos de remate estaban los
obreros que luchaban por la jornada de trabajo de ocho horas y por el derecho a
la organización sindical.
Al año siguiente, cuatro
dirigentes obreros, acusados de asesinato, fueron sentenciados sin pruebas en
un juicio mamarracho.
Georg Engel, Adolf Fischer,
Albert Parsons y Auguste Spies marcharon a la horca.
El quinto condenado, Louis
Linng, se había volado la cabeza en su celda.
Cada primero de mayo, el
mundo entero los recuerda.
Con el paso del tiempo, las
convenciones internacionales, las constituciones y las leyes les han dado la
razón.
Sin embargo, las empresas
más exitosas siguen sin enterarse.
Prohíben los sindicatos
obreros y miden la jornada de trabajo con aquellos relojes derretidos que pintó
Salvador Dalí.