Rodolfo Walsh
Fragmento del libro "La Revolución Palestina"
Trabajo publicado en el diario "Noticias", en junio de 1974.
LLEGAN LOS AMERICANOS
En 1942 el centro de gravedad del sionismo se había desplazado
de Gran Bretaña a los Estados Unidos. El 11 de mayo de ese año la Organización
Sionista Americana publicó un manifiesto que luego fue conocido como el
Programa de Baltimore. Planteaba cuatro exigencias: el fin del Mandato, el
reconocimiento de Palestina como Estado soberano judío, la creación de un
ejército judío, la formación de un gobierno judío.
En Jerusalén, la Agencia Judía adoptó el Programa de Baltimore
como política oficial del sionismo y se desligó del Mandato. Gran Bretaña había
cumplido su ciclo. Iba a librar aún acciones de retaguardia, condenadas de
antemano, pero dejaría en Medio Oriente –como en la India, como en Irlanda– la
semilla de un conflicto inagotable.
Los norteamericanos tomaron el relevo de los ingleses y no lo
abandonaron hasta hoy.
Cuando en 1945 se desmoronó el nazismo y se abrieron las puertas
de los campos de concentración –las cámaras de gas, los patéticos restos de una
infinita carnicería–, un sentimiento de horror sacudió a Europa.
Los europeos tienen una singular capacidad para proyectar los
propios demonios a lejanos escenarios. Muchos franceses creen que las
atrocidades de Hitler son distintas de sus propios crímenes en Indochina y
Argelia: ingleses que no han oído de Kenya se asustan de las persecuciones de
Stalin, y algunos italianos están convencidos de que el fascismo nació en la
Argentina.
De acuerdo con este esquema, el exterminio de los judíos iba a
ser purgado no en el lugar donde ocurrió, sino en Medio Oriente: no por quienes
lo ejecutaron o lo permitieron sino por gente que no tenía nada que ver.
El proyecto de un Estado Judío en Palestina se convirtió así en
clamor mundial y los dirigentes sionistas lo explotaron serenamente. Los
225.000 sobrevivientes de los campos de concentración fueron canalizados a
Palestina aumentando una población que ya al fin de la guerra ascendía al 32%.
Entretanto se preparaba la guerra. No se había disipado el humo
sobre las ruinas de Berlín ni se había desenterrado el espanto total de
Auschwitz cuando David Ben Gurion, futura cabeza del Estado de Israel,
negociaba en Estados Unidos la compra de armamento pesado y la reorganización
de la Haganah por militares norteamericanos.
NACE UNA NACIÓN
Una fulgurante campaña de terror contra los ingleses precipitó
el epílogo. En febrero de 1947 Gran Bretaña anunció que, en esas condiciones,
no estaba dispuesta a seguir gobernando Palestina, y devolvió a las Naciones
Unidas el Mandato que le había entregado la Liga de las Naciones.
La Asamblea de la UN discutió siete meses el tema y finalmente
elaboró una solución "salomónica". Palestina sería dividida en dos
Estados: uno judío, otro árabe.
En ese momento había en Palestina 1.200.000 árabes y 600.000
judíos. Los palestinos poseían el 94% de la tierra y los judíos el 6%.
El Plan de Partición de las Naciones Unidas dividió el país en
dos. En uno, que se convertiría en el Estado de Israel, y que abarcaba el 60%
de las mejores tierras cultivables, había 500.000 judíos y 400.000 palestinos.
En el 40% restante, que nunca llegó a convertirse en Estado, y que hoy forma
parte de Israel, había 800.000 palestinos y 100.000 judíos.
El mapa resultante es un notable ejercicio de topología en que
ambos países aparecen superpuestos, con pasadizos y corredores para comunicar
regiones separadas. Lo que no dice el mapa es que la mitad de las tierras de
propiedad palestina caían bajo jurisdicción israelí, y que en millares de casos
la aldea árabe quedaba separada de las tierras que cultivaban sus habitantes.
El 29 de noviembre de 1947, por una mayoría de dos tercios que
encabezaban los Estados Unidos y la Unión Soviética, la Asamblea de la UN
aprobó el Plan de Partición y desencadenó la desgracia del pueblo palestino, el
genocidio, el éxodo y la guerra.
En la votación los norteamericanos presionaron hasta el límite a
los dóciles gobiernos asiáticos y latinoamericanos. Una empresa yanqui compró a
la vista de todo el mundo el voto de un país africano. El secretario de Defensa
norteamericano James Forrestal, que no era propenso a escandalizarse, pudo
escribir: "Los métodos que se han usado en la Asamblea General para
presionar y coercionar a otras naciones, bordean el escándalo".
Así nació Israel. Pero la historia no terminaba. Al día
siguiente de la votación, el sionismo lanzó todo el peso del terror para
despojar a los árabes del territorio que le había dejado el Plan de Partición.
EL TERROR SIONISTA Y EL ÉXODO PALESTINO. LA MASACRE DE DEIR
YASSIN SENTÓ UN MODELO DE ESCARMIENTO
"Durante tres días, del 11 al 13 de diciembre, atacamos en
Haifa y en Jaffa, en Tireb y Yazur. Atacamos y volvimos a atacar en Jerusalén…
Las bajas enemigas en muertos y enemigos fueron muy altas".
De este modo describe Menajem Begin, el jefe del Irgun, el
comienzo de la guerra que durante siete meses sacudió a Palestina en 1947-48.
El objetivo de esos ataques no eran ya los ingleses. El 29 de
noviembre las Naciones Unidas habían votado la partición de Palestina y Gran
Bretaña anunció el 14 de mayo de 1948 que retiraba sus últimas tropas.
El blanco de la ofensiva en que participaron la Haganah, el
Irgun y la Banda Stern era la población Palestina, desarmada y desorganizada.
En septiembre de 1946 la Haganah había caracterizado al Irgun y
la Banda Stern como "organizaciones que se ganan la vida mediante el
gangsterismo, el contrabando, el tráfico de drogas en gran escala, el robo a
mano armada, el mercado negro".
Esta suma de dicterios expresaba en realidad diferencias
políticas y de método. Mientras la Haganah, brazo armado de la Agencia Judía,
se definía como "socialista" y buscaba una imagen de respetabilidad,
el Irgun evolucionaba hacia las posiciones fascistas que hoy sostiene el
partido Herut, encabezado por el mismo Begin y la Banda Stern era un grupo de desesperados
de ultraderecha.
A pesar de las acciones espectaculares del Irgun, Haganah fue
siempre la organización de mayor peso y de ella surgieron los líderes, hasta
hoy, del Estado de Israel.
Como jefe militar aparecía Moshe Sneh. La cabeza real era Ben
Gurion –luego primer ministro– y entre sus dirigentes figuraban Moshe Dayan,
hasta hace poco ministro de Defensa, y el actual primer ministro Itshak Rabin.
Un comité anglonorteamericano de investigación sobre la
violencia en Palestina describió en 1946 los efectivos de la Haganah: una
fuerza territorial de reserva de 40.000 colonos, un ejército de campaña de
16.000, y una fuerza de choque, el Palmach, que oscilaba entre 2.000 y 6.000.
Separadas por ácidas disputas, estas tres fuerzas confluyeron
rápidamente ante el anuncio de la retirada inglesa, aceptaron la hegemonía de
la Haganah y pusieron en práctica el llamado Plan D, que consistía en
aterrorizar a la población árabe en el período de vacío político comprendido
desde el voto de la UN y la retirada inglesa y limpiar de árabes el Estado
Judío y ocupar todo el territorio posible del Estado Árabe previsto por el Plan
de Partición.