Tres curas se van de vacaciones al Caribe y deciden no usar sus hábitos ni nada que los identifique como tales.
Empacan bermudas, ojotas, camisas de colores vivos y anteojos de sol. Llegan a destino, van al hotel, se cambian y bajan a la playa. Se instalan en el bar del balneario, piden unos tragos y se aprestan a disfrutan del sol.
En ese momento pasa una rubia espectacular, con una tanga mínima y en topless. La bebida se les atraganta a los clérigos al verla pasar, pero la sensación es mínima comparada con lo que pasa a continuación; la chica, sonriendo, les dice:
Empacan bermudas, ojotas, camisas de colores vivos y anteojos de sol. Llegan a destino, van al hotel, se cambian y bajan a la playa. Se instalan en el bar del balneario, piden unos tragos y se aprestan a disfrutan del sol.
En ese momento pasa una rubia espectacular, con una tanga mínima y en topless. La bebida se les atraganta a los clérigos al verla pasar, pero la sensación es mínima comparada con lo que pasa a continuación; la chica, sonriendo, les dice:
-¡Hola, padre Juan; hola, padre Pepe; hola, padre Gregorio!
Los tres se miran sin poder creer lo que ven ni lo que escuchan. Al otro día vuelven a la playa, y al rato pasa la misma rubia, con otra tanga y con su torso nuevamente desnudo. Y repite el saludo:
-¡Hola, padre Juan; hola, padre Pepe; hola, padre Gregorio!
Uno de ellos se para, se acerca a la chica y le dice:
-Mire, señorita: es verdad, somos el padre Juan, el padre Pepe y el padre Gregorio, a pesar de las camisas y las mallas floreadas. Pero usted, ¿cómo sabe que somos sacerdotes?
-Padre, soy yo... ¡la hermana Catalina!
