jueves, mayo 17, 2012

UCR: Diferencias entre los "milicos" y los Aguad

EL “MILICO” AGUAD, LA ÚLTIMA DELICATESSEN DE LA DERECHA

Demetrio Iramain 

Se sabe que a Oscar Raúl Aguad le dicen en su Córdoba natal “El milico”, por su amistad manifiesta con el genocida Luciano Benjamín Menéndez, ex amo de la vida y de la muerte en el campo de concentración La Perla, y hoy preso en Tucumán por disposición de los tribunales de Justicia federal.

Desde luego, su empatía con la derecha va más allá del destituido general de la Nación. Alcanza a la Iglesia y comprende a los medios hegemónicos. Un candidato de fuste para los nostálgicos de los años 90. O 76.
Con su decisión de no acompañar la posición mayoritaria de su bloque y levantarse del recinto justo antes del momento de la sanción de la ley de YPF, Aguad se convirtió en el Julio Cobos de la centenaria UCR.

No es sorpresa: en 2009, siendo jefe de bloque, decidió que su tropa de legisladores radicales se retirara masivamente al momento de votar la Ley de Medios de Comunicación Audiovisual fisurando el Acuerdo Cívico y Social que su partido integraba, y frustrando a futuro cualquier fusión del radicalismo con el socialismo democrático. Por entonces, Aguad creía que con el recambio legislativo del 10 de diciembre siguiente, y la conformación del Grupo A, el oficialismo sufriría en el Parlamento una sangría institucional y política considerable, que lo obligaría a abandonar anticipadamente el gobierno. Perdió: como astrólogo, el “milico” es un buen diputado.

Aguad demuestra beber del mejor vino de la derecha, que no es agua, por cierto: antes de perder, siquiera una votación parlamentaria, tirar el mantel al suelo, así se caiga toda la cristalería. Al fusionarse, por ahora sólo pragmáticamente, con el PRO y el pejotismo disidente, logró fracturar la UCR.

El efusivo abrazo del “milico” con la ex radical Elisa Carrió, quizás esté sugiriendo que ese eventual nuevo armado político-electoral incorpore la dosis de delirio necesaria para volver atractivo al menjunje, de cara a los intereses y opiniones más densos y retrógrados del espectro político, que moran todavía en algún sitio de la sociedad (evidentemente, no el Parlamento), y no se extinguen solos, ni lo harán.

Quizás no. Quién sabe. El juego de la oposición es, desde hace años, apenas reactivo. No parece mostrar un camino propio, al menos bosquejado con autonomía y previamente a los acontecimientos, sino decidido a última hora, en función de las acciones del gobierno nacional y popular. Siempre hay que esperar qué propone Cristina para ver a qué va a ponerse a jugar la derecha.

Por lo pronto, lo único cierto es que Aguad integra el Consejo de la Magistratura de la Nación, en representación de la UCR y en calidad de diputado nacional. Al centenario partido que ahora traiciona le debe su sillón entre los trece disponibles en la mesa ovalada del Consejo, en el tercer piso del edificio de la calle Libertad.

Aguad representa hoy la última esperanza blanca de las derechas. Un opositor al cuadrado: al gobierno, claro, y a su propio partido.  La perla negra de la institucionalidad democrática. El más conocido entre la mínima expresión legislativa que impugnó la decisión oficial de hacer una política de Estado el autoabastecimiento energético y no una medida de gobierno. Un carapintada en pleno Congreso de la Nación y con un voto entre los trece que dirigen la Justicia. No es para desaprovechar, se consuelan Pagni y Magnetto, rompiendo el chanchito.

Su peso específico en la correlación de fuerzas legislativas es, sin embargo, inversamente proporcional al que le conceden los medios hegemónicos. Un resultado de 208 a 32 y 5 abstenciones –la suya entre estas últimas–, no debiera dejar lugar para demasiadas especulaciones.

Desde luego, no hace falta preguntarle al “milico” cuál es su opinión sobre el intercambio que forzó la embajadora argentina en Londres, Alicia Castro, cuando intentó hacerle unas preguntas al canciller británico, frustradas con un lacónico “stop, stop”. Aún más obvia es la respuesta que pudiera dar a quien quiera saber qué piensa el diputado sobre el spot publicitario filmado por el atleta argentino en las Islas Malvinas. Aguad fue uno de los más notorios integrantes de la comisión legislativa que acudió en visita de honor al Foreing Office mientras el gobierno argentino protestaba por las operaciones petroleras sobre aguas en disputa de soberanía, y cuando ya se conocía el envío de Londres de la plataforma Ocean Guardian, en febrero de 2010.

Desde hace semanas la derecha no logra reponerse del último golpe de knockout, tras nueve años seguidos de recibir decenas de cross a la mandíbula.
Evidentemente, su prédica buscando quien patee el tablero no ha encontrado suficiente adhesión. Hasta sus empleados más dilectos detrás del mostrador de la representación político no les han atenido el teléfono. Soñarían con un golpe destituyente, un corte de rutas in eternum que desprovea de productos esenciales las grandes ciudades, pero sólo los yerbateros los hicieron ilusionar. Y hasta ahí nomás. Una advertencia con la Ley de Abastecimiento y largan todo.
“Los petroleros no tienen la inserción social que sí tienen los productores rurales”, se lamentaba, al borde del llanto, Joaquín Morales Solá hace unos días. ¿Qué dirá ahora el asesor periodístico de Repsol? ¿Hasta dónde habrá trepado su sollozo?

La derecha sabe bien que el “elogio” de Cavallo a Kicillof ya no se lo cree nadie. Extrañamente, en la Argentina de hoy, crecientemente madura en su conciencia y prevenida del daño que es capaz de hacer el poder mediático, el abrazo del oso hunde al “urso”, como diría Guillermo Moreno hablando mal y pronto el portuñol.

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