jueves, agosto 23, 2012

Con François Hollande, “hay un gran debate sobre qué es la socialdemocracia del siglo XXI” - Avec François Hollande, "Il ya beaucoup de débats sur ce qu'est la démocratie sociale du siècle"


El historiador y economista Daniel Larriqueta desmenuza la realidad europea bajo el prisma 
de la victoria del socialismo en Francia.

Historiador, escritor, economista, periodista. Daniel Larriqueta carga con un prolífico haber profesional de difícil definición, en el que también se destaca su paso por la función pública durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Intelectual interdisciplinario, el autor de La Argentina renegada recibe a Debate en la sede de la Fundación País Porvenir, que actualmente preside.
En la entrevista, analiza la victoria del socialismo en Francia y las posibilidades que abre la llegada de François Hollande al Palacio del Elíseo. Autodefinido como socialdemócrata, Larriqueta también evalúa los efectos que el triunfo podría generar para esa corriente política, actualmente en crisis, y para la Europa que se viene.

¿Cree que Hollande puede liderar una agenda de cambio en Europa? 
No hay ninguna posibilidad de que Hollande pueda cumplir su plan de cambio en Francia sin contemplar su inserción en un programa europeo. Hoy, están muy interconectadas las economías y las sociedades. Es muy difícil imaginar que un país del tamaño de Francia, con un peso simbólico y concreto en Europa, pueda hacer cambios sin estar acompañado. Asimismo, la victoria de Hollande fue más allá de un triunfo electoral, porque la campaña se fue planteando con un sesgo ideológico o doctrinario muy claro. Ello habilitó a que, en la Plaza de la Bastilla, Hollande anunciara una suerte de nueva apertura para toda Europa. Así, su victoria adquirió un significado de cambio que tuvo eco en todos los medios del mundo y que el presidente electo, de aquí en adelante, puede hacer valer frente al resto de sus interlocutores europeos. Además, vimos crecer la figura de Hollande a pesar de las maniobras visibles de la derecha para intentar frustrar su victoria.

¿Cuáles fueron esas ofensivas de la derecha?
Dialogué con algunos asesores de Hollande acerca de las maniobras para desestabilizar los mercados, por ejemplo. Pasada la elección, vemos que los famosos mercados reaccionaron con muchísima tranquilidad, cuando en la semana posterior a la elección de François Mitterrand, en 1981, la Bolsa de París cayó el 17 por ciento. Además, Nicolas Sarkozy intentó opacar a Hollande con la técnica del miedo, alertando sobre lo que podía pasar si los socialistas alcanzaban el poder. Es decir, que Francia podía convertirse en Grecia o en España. También se le criticó a Hollande su poca experiencia gubernamental. Sin embargo, fue secretario general del Partido Socialista durante once años. Se trata de una gran formación partidaria, con una estructura muy sólida. En la Argentina no tiene ningún partido equivalente.  




El presidente ya dijo que prefiere el crecimiento a la austeridad y propone potenciar el papel del Banco Europeo de Inversiones. ¿Es una buena señal?
Sí. Bueno, ¿ahí dónde está la inflación? Por ejemplo, en que el banco invierta en infraestructura emitiendo bonos especiales para eso, que son una forma de dinero. Sería una buena solución. Si se licua el valor del dinero pero en vistas de invertir en áreas productivas que a futuro van a dar un buen retorno, se está haciendo una buena apuesta. No es lo mismo que emitir para pagar a empleados públicos o para pagar intereses de la deuda que hacerlo para construir ferrocarriles o centrales hidroeléctricas. De todas maneras, a los sectores financieros les inquieta cualquier licuación de la moneda, para cualquier uso.

Entonces, ¿falta voluntad política para afectar esos intereses?
Exactamente. Por eso, la actuación de Hollande será clave.

Pero la canciller alemana Angela Merkel rechaza todo lo que suene a keynesianismo.
Que, por otra parte, tiene una explicación histórica. Los alemanes viven aterrorizados por la inflación, porque la memoria de la hiperinflación de los años veinte es muy dolorosa. Ellos tuvieron una hiperinflación que nosotros no nos podemos ni imaginar. Entonces, hay mucho temor de que el descontrol monetario los lleve a esa situación.

Por la forma de encarar la crisis, ¿se perciben sentimientos de recelo entre los alemanes y sus vecinos de la UE?
Algo así como ¡la revancha de Alemania! Que perdió las dos guerras y ahora está ganando la batalla económica. Los griegos retratan a Merkel con cruces esvásticas en los diarios. De todas maneras, mientras algunos alemanes se quejan por, supuestamente, cargar con el peso de crisis ajenas, hay una cantidad de negocios que han hecho con el déficit de países como Grecia. Alemania y Francia les vendieron armas a los griegos, que no necesitaban para una guerra con Turquía que no va a ocurrir. Todas las ventas de armas a Grecia fueron financiadas por los bancos franceses y los alemanes que son los acreedores principales de Grecia. Entonces, cuando se está tratando de salvar a ese país, se está tratando de salvar a los banqueros. Otra vez los banqueros. En realidad, siempre los banqueros.



Precisamente, otra de las ideas instaladas es que el modelo alemán se sostiene a costa de los demás.
Eso tiene mitad de verdad y mitad de exageración. La mitad de verdad, es que Alemania tuvo una suerte de mercado cautivo en la Unión Europea. Pensemos que tiene a su disposición una moneda única, con apertura de fronteras, etcétera. En este contexto, hicieron crecer enormemente sus exportaciones dentro de la zona y eso ha sostenido el crecimiento de Alemania. La otra mitad es exagerada, porque los alemanes hicieron esfuerzos internos muy grandes, a partir del gobierno socialista anterior al de Merkel, para tener salarios mucho más bajos que los de Francia, por ejemplo. Pero, encima, con una mayor productividad.

¿Son distintas visiones sobre la economía de mercado?
En realidad, si uno lo ve desde una perspectiva de largo plazo, hay una histórica contraposición entre Francia e Inglaterra. Pensemos en las herencias culturales diferentes que tienen la Europa Continental, en la que Francia ha sido siempre la gravitante, e Inglaterra. El modelo en el que el mercado es el actor dominante es el de los ingleses, por supuesto, enemigos del proteccionismo. Los alemanes, como siempre tuvieron una economía más rica y con más recursos internos, en las situaciones de crisis, han planteado el proteccionismo como solución. Y los franceses culturalmente no están convencidos de que el libre juego del mercado sea el que asegure todo. El Estado es un actor muy presente en la sociedad francesa. Pero también es común en toda Europa la conciencia de que el Estado de Bienestar debería ser preservado.

¿De ahí las movilizaciones en las calles?
Sí, además sería bueno recordar que esta crisis política del Estado de Bienestar aparece cuando a la conducción de los países europeos llega la generación que no vivió la guerra. Ni Sarkozy, ni Hollande, ni Merkel -como otros- tuvieron dos herencias de la guerra que fueron pilares en la construcción del Estado benefactor. Primero, el sentido de la solidaridad que da la trinchera; segundo, el sentido de frugalidad que impone la escasez. Ahora empieza a replantearse si estas virtudes que vinieron de la guerra van a ser asumidas por las nuevas generaciones como virtudes de construcción y no solamente como virtudes de gratificación por lo que pasó antes. 

En un contexto en el que 22 de los 27 gobiernos de la UE son conservadores, ¿cómo impacta la victoria de Hollande en la socialdemocracia europea?
Hay un gran debate doctrinario, que en realidad cubre a todo el mundo occidental, acerca de qué se hace con la autonomía de los mercados. En los últimos treinta años, los partidos socialdemócratas, como el caso del laborismo inglés con la tercera vía, prácticamente se convirtieron en partidos de mercado con sensibilidad social. La cuestión es si vamos a replantear la autoridad de la sociedad sobre el mercado. Si queremos que éste decida con algunos controles estatales o si lo convertimos en un complemento del crecimiento de la sociedad por otros medios. En síntesis, hay un gran debate sobre qué es la socialdemocracia del siglo XXI. Si será, simplemente, una especie de analgésico de los dolores que provoca la sociedad de mercado o si será capaz de volver a formular el sueño de una sociedad solidaria, participativa, mutualista, colectiva, en una construcción en la que lo económico pasa a ser una parte de la vida y no el centro.

¿Es, en parte, por esta situación que vive la socialdemocracia que el electorado se inclina hacia los extremos?
La sociedad efectivamente piensa que tiene que haber algunos cambios porque las cosas tal como están planteadas no funcionan. Cuando una periodista le preguntó a Marine Le Pen, la noche de la elección, si ella pensaba liderar a la derecha del país, contestó: ”¡Señora, yo voy a encabezar a la Francia patriótica, sea de izquierda o de derecha!“ Es decir, ella explícitamente salió del modelo de derecha, aunque en la realidad es la derecha. Pero, en efecto, está buscando otra formulación que se parece más a un nacionalismo con todas las corrientes adentro, que también es una tendencia francesa del siglo XIX y principios del XX. Le Pen trata de responder a esta demanda de alternativas fuera de una división entre derecha e izquierda. Entretanto, la socialdemocracia sigue inmersa en el debate que describí.

Con Irlanda, Grecia y Portugal rescatados, además de la debacle española e italiana, ¿el proyecto europeo vive un punto de inflexión?
Aunque parezca que tienen problemas parecidos, todos estos países presentan rasgos diferentes. Irlanda es históricamente pobre y la UE le permitió funcionar como una plataforma para negocios de servicios, en el sector informático por ejemplo, que los enriqueció súbitamente. Portugal también es un país pobre, a pesar de que sostuvo su imperio colonial hasta los sesenta. Por su parte, los griegos tienen una tradición de un Estado ausente, con una evasión impositiva brutal. Además, no es un país con capacidad para producir bienes o servicios exportables, excepto el turismo. Si miramos a Italia y a España, se sabe que la primera es la que va a salir antes de la crisis porque tiene una larga tradición industrial, más allá de la corruptela gubernamental. En cambio, España no tuvo esos sectores performantes de la industria.

¿Entonces?
La creación de la UE y de la moneda común tendió un manto sobre situaciones muy diferentes y ahora llegó la hora de observar lo que realmente sucede.

Se llegó a reflotar la idea de la Europa de dos velocidades. 
Antes de la creación de la moneda común, ¿qué hacían los países que iban a velocidad inferior? Devaluaban. Italia y España devaluaban cada diez años. Ahora, el euro ya tiene trece años y estamos en esta situación. Creo que todos van a tratar de mantener una Europa de una sola velocidad, aunque con políticas diferenciales porque, ahí, sí hay una responsabilidad grande de los alemanes. Por ejemplo, España tiene hoy la red de aeropuertos más grande de Europa, es el doble que la de Alemania, realizada con créditos europeos, en los que los bancos alemanes tenían una participación mayoritaria. Volviendo al tema del Estado de Bienestar, hay que decir que la movilización social resistirá a su caída. Y la dirigencia deberá atender tarde o temprano a sus demandas.



Garante de la multipolaridad

Durante la campaña, Hollande dijo que le prestará más atención a América Latina. ¿Qué efectos puede tener para la región?
La victoria de Hollande tiene algunas consecuencias para nosotros que son positivas. Particularmente, me interesa que aparezca la posibilidad de la socialdemocracia formulando concepciones de gobierno más modernas. En ello, Francia puede ser un buen laboratorio. Es importante esa reformulación para que no se pierda la reivindicación del Estado de Bienestar, y que Francia pueda resultar como un faro para que los países emergentes marchen hacia ese lado. Porque si seguimos el camino norteamericano vamos a seguir llenos de pobres. En tercer lugar, la permanencia de una Europa con mucha personalidad política garantiza la multipolaridad, que es algo que le conviene a América del Sur, que está intentando lograr un poco más de autonomía en los asuntos mundiales.

Los socialdemócratas, ¿prestan atención a la experiencia de los gobiernos progresistas de la región?
Sí, observan las políticas de estímulo al consumo que han practicado casi todos los países de Latinoamérica. De todas maneras, en el caso de Francia, hay que tener presente que cuesta mucho que mire a la región porque tiene la prioridad puesta en África.

Cecilia Escudero. Revista Debate

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