A esta altura del siglo, Ernesto "Che" Guevara es el símbolo personalizado de la revolución socialista. Por encima de Karl Marx y Friedrich Engels (dos teóricos alemanes) de Vladimir Illich Ulianov (Lenin) y Leon Bronstein (Trotski) y de otros mitos del Tercer Mundo, como podrían ser el congoleño Patrice Lumumba, el chileno Salvador Allende, el aún vigente Fidel Castro y el siempre victorioso Mao Tse Tung, o Mao Zedong.
Guevara flota sobre todos ellos, tal vez porque fue ejecutado de manera miserable y perdió sus batallas trascendentales, tal como San Martín fuera inexplicablemente derrotado en Guayaquil, y el pobre Dorrego fusilado por Lavalle en circunstancias que es mejor no recordar. Tal vez porque Guevara murió joven, o porque era blanco y físicamente atractivo. Tal vez por su muerte de ojos abiertos, lánguida, entregada, con ese cuerpo ya convertido en una estructura frágil, muy lejos del jugador de rugby al que apodaban "El Chancho".
A lo que íbamos: Guevara es el símbolo mundial de la revolución socialista, sobre todo en su versión estampada para banderas y camisetas. Algunos, que han vivido su época, lo consideran un asesino serial. Otros, que también son del mismo tiempo, lo elevan al altar de un héroe idealista, que vivió sus utopías y murió por ellas.
Es el símbolo mundial de la revolución socialista, sobre todo en su versión estampada para banderas y camisetas
Hoy día, en el mundo, nadie sabe que "che" significa argentino. Y nosotros mismos tenemos a Ernesto por un personaje latinoamericano-cubano sin nacionalidad definida.
Apenas estudiamos mínimamente la vida de Guevara, apreciamos que fue absolutamente argentino, casi un lugar común del argentino de clase alta. Este detalle puede gustar o no: tal vez conformaríamos a otros paladares si descubriéramos que el "Che" nació en Fuerte Apache, pero no fue así. He aquí una biografía inicial de Ernesto. Digamos, su infancia y su adolescencia, hasta que se recibe de médico en la Universidad de Buenos Aires.
Sus padres fueron Ernesto Guevara Lynch y Celia de la Serna. Se casaron por civil en Buenos Aires, en 1927, y se radicaron en Puerto Caraguatay (Provincia de Misiones) donde Ernesto había comprado 200 hectáreas de monte, con intención de desarrollar un yerbatal. Anteriormente, don Ernesto se había empleado en la medición de tierras, en los ásperos territorios del Chaco, de modo que conocía la región. Los Guevara llegaron a Rosario en barco, por el río Paraná.
La criatura nació el 14 de junio de 1928, en el hospital Centenario. Fueron testigos un primo de Guevara (padre) y un taxista brasileño. El señor Guevara pugnaba por reanudar sus negocios con una firma comercial, mientras dejaba a su señora e hijo en un departamento de Rosario: Entre Ríos 480, esquina Urquiza.
Durante un corto lapso, los Guevara se instalan en Santa Fe y Guise (Capital, Barrio Norte) donde presentan a su hijito a los parientes, y luego parten hacia Misiones. El "Che" sólo recordaba una casa de madera, construida por el padre. El niño arrimaba la yerba para las mateadas y subía a la lancha "Kid", de su papá, buscando las correderas para pescar dorados. Aquellas travesías familiares llegaron hasta Posadas, e incluso a las cataratas del Iguazú.
Según relatos del viejo Guevara, uno de los viajes se realizó a bordo de un antiguo barco de pasajeros, el "Ituzaingó". Toda la familia se instaló en el tradicional Hotel Adams, de Puerto Iguazú. Viajaba con ellos la mucama gallega Carmen Arias, que era una más en la familia. En aquellos tiempos, las familias de la alta burguesía viajaban e iban de vacaciones con su servidumbre. De pronto sucedió que Celia estaba a punto de dar a luz a Celia (hija), por lo cual decidieron trasladarse a Buenos Aires. La lancha "Kid" casi perece en el intento. Pero, finalmente, llegaron.
Ernesto Guevara, símbolo mundial de la revolución socialista. Foto: Archivo
Guevara padre no había tenido suerte en Misiones, por lo cual decidió dejar todo en manos de un administrador. Este negocio, de cualquier modo, facilitó unos pocos pesos a la familia. Mientras tanto, los Guevara se radicaron en San Isidro. En 1929, Ernesto padre alquiló un chalet en la calle Alem, que había formado parte de una gran quinta colonial*. La propietaria era hermana del señor Guevara : María Luisa Guevara Lynch, casada con Manuel Martínez Castro. Esto era cerca de San Fernando, donde Guevara padre logró asociarse con su primo Germán Frers**. El 31 de diciembre de 1929, nació Celia Guevara De la Serna.
En San Isidro, el "Che" participó de excursiones en lancha desde el Náutico San Isidro, llegando alguna vez hasta la laguna de San Pedro. En las barrancas anduvo en monopatín, en triciclo con Celia en el asiento trasero, y en bicicleta, el vehículo y juguete de todos los días. Fue entonces cuando sufrió su primer ataque de asma. Según los Guevara, esto sucedió el 2 de mayo de 1930 en el Náutico San Isidro. Hacía un frío terrible, con sudestada. De todas maneras, la madre (Celia, una buena nadadora) se tiraba a "hacer largos" en la pileta del club. Como vieron a Ernestito muy congestionado, lo llevaron al consultorio del Dr. Pestaña, y luego a distintos neumonólogos, pediatras y especialistas de Buenos Aires. Finalmente, siguiendo los consejos de un médico vecino, el Dr. Mario O´Donnell (padre del politólogo Guillermo O´Donnell y del médico psiquiatra y escritor Mario "Pacho" O´Donnell, actual presidente del Instituto Manuel Dorrego) resolvieron radicarse en otro sitio, fuera de la húmeda Buenos Aires: el lugar ideal sería Alta Gracia, en Córdoba. Pero la mudanza demoró unos años.
Durante la infancia de Ernestito, los padres pasaron muchas noches en vela, pendientes de los bronco-espasmos, con el nebulizador a mano. El chico aprendió, con los años, a inyectarse una medicación directamente en el muslo. Una noche de desesperación, como haría cualquier argentino, los Guevara recurrieron a una curandera. Esta mujer aconsejó colocar, durante la noche, un gato bajo la cama del "Che". Cierta mañana, el chico sufrió un fuerte ataque de asma y el gato amaneció asfixiado. También le dieron a fumar unos cigarritos del Dr. Andreu que, teóricamente, mejorarían su respiración. Mientras tanto, buscaban en el entorno algo alergénico que pudiera ser la razón del desorden bronquial del chico: los platos de pescado, o las cortinas y alfombras tejidas con determinado género. Nada resultó.
Guevara padre, una vez confirmada la bancarrota del negocio de la yerba mate, buscó otras actividades. Se disolvió la sociedad con su primo Germán Frers, y éste le cedió, como parte de la liquidación final, una linda embarcación: el Ala, de 12 metros de eslora, con un cómodo camarote. Guevara todavía poseía el antiguo crucerito deteriorado de los tiempos misioneros, llamado Kid.
Recuerdos de infancia del Che: los veranos en el campo de los tíos Moore de la Serna, ubicado en la localidad de Galarza, Entre Ríos. Ernestito jugaba con sus primos bajo la vigilancia de su tía, Edelmira de la Serna. Los padres del "Che" -a todo esto- eran algo bohemios y no tenían una rutina laboral fija. Tal vez por esto, sus hijos pasaron muchas temporadas en campos de amigos y parientes, sobre todo en vacaciones de verano e invierno. Era costumbre, en aquel entonces, pasar las semanas libres en el campo. Otro lugar de veraneo: la hacienda de los Gamas, en Morón. Un tercero: la estancia El Socorro, de la familia Echagüe, en Pergamino. Existía también un campo de la madre del "Che", ubicado en Villa Sarmiento (Haedo). Pero el lugar favorito de los Guevara, para pasar las fiestas, era la estancia Santa Ana de Ireneo Portela, propiedad de su abuela Ana Isabel Lynch, en Baradero. Desde allí hacían excursiones a otros parajes como Totoral o Bragado. Una tarde, llevaron al "Che" a conocer la pulpería La Blanqueada, en San Antonio de Areco, donde se inspiró Ricardo Güiraldes para escribir Don Segundo Sombra . Guevara recordaba, muchos años después, el viejo puente sobre el río Areco. El lugar donde Ernestito se sentía mejor, a pesar del clima frío y ventoso, era Mar del Plata. La familia pasó varias temporadas en Playa Grande.
Fuente: Rolando Hanglin en LA NACION
Fuente: Rolando Hanglin en LA NACION