lunes, mayo 14, 2012

Petróleo y Latinoamérica - De pétrole et de l'Amérique latine

Latinoamérica y tres rutas petroleras

Si bien los gobiernos de Brasil, Venezuela y México tienen el control estratégico del recurso energético, sus modelos petroleros presentan diferentes matices. Mientras Petrobras es una empresa mixta con socios privados disímiles –EE.UU., China, incluso, Repsol–, Pdvsa no sólo es 100% estatal, sino que es el corazón del proyecto bolivariano.
Latinoamérica cuenta con petroleras de primera línea internacional como Petrobrás, Pdvsa y Pemex. Si bien son estatales, se diferencian en capítulos de gestión como composición accionaria, captación de renta y federalización de los recursos. YPF y tres modelos a tener en cuenta. Opinan los especialistas Félix Herrero y Víctor Bronstein.
Argentina no se cayó del mundo por haber decidido renacionalizar la petrolera YPF. Todo lo contrario; por lo pronto, en Latinoamérica, nuestro país hablará el mismo idioma de gestión pública que utilizan las tres firmas insignias de la industria regional en hidrocarburos: la brasilera Petrobras, la venezolana Pdvsa y la mexicana Pemex. Además, los casos testigos mencionados pueden servir como espejos a la hora de tomar lecciones en un momento de grado cero de la compañía, donde YPF modelo 2012 es una gran hoja en blanco y todo está por decidirse.
Y, en ese sentido, vale aclarar que si bien los gobiernos de Brasil, Venezuela y México tienen el control estratégico del recurso energético, sus modelos petroleros presentan diferentes matices. Mientras Petrobras es una empresa mixta con socios privados disimiles –EE.UU., China, incluso, Repsol–, Pdvsa no sólo es 100% estatal, sino que es el corazón del proyecto bolivariano porque financia desde políticas sociales hasta la proyección internacional del país. Pemex, mientras tanto, es un ejemplo paradigmático de la resistencia a los planes del neoliberalismo. México liberó toda la economía a partir de la firma del TLC con Estados Unidos; además, la guerra con los narcos desangró el poder del Estado. Todo lo público viene barranca abajo en el país azteca. Todo, menos su petrolera.Petrobras: pragmatismo estatal. Brasil está de moda. Haberse convertido en la sexta economía mundial genera una suerte de imantación en el imaginario social argentino. Desde el macrismo hasta Proyecto Sur, y hasta economistas de diferentes extracciones ideológicas, hablan maravillas de Petrobras. Sin embargo, el vecino país estuvo pocos años atrás a punto de privatizar su emblema energético. Esta semana, en Radio Nacional, el intelectual Emir Sader rememoró como los presidentes Fernando Collor de Melo y Fernando Hernique Cardoso hicieron lo posible para desregular su nave petrolera: “Collor de Melo hizo el trabajo sucio, descapitalizando la compañía. Cardoso, más político, hasta pensó que la firma debería busca otra estética y otro nombre más cosmopolita como Petrobrax”.
Igualmente, más allá de ciertos mitos, Petrobras es un caso paradigmático. Para Víctor Bronstein, profesor titular del seminario “Petróleo, Civilización y Poder” de la UBA, su excepcionalidad tiene un carácter histórico: “Su origen es diferente a las otras petroleras latinoamericanas. Porque, en general, las empresas estatales de nuestra región se crearon, a principios del siglo XX, para defender el recurso petrolero y mediar con los grandes trust del momento como la Esson, la Shell o la British Petroleum. Pero, Petrobras, en cambio, se creó en la década del cincuenta, cuando no se habían encontrado grandes reservas de crudo en el vecino país. Entonces, Petrobras se funda para encontrar el recurso petrolero y no para defenderlo. Y eso determinó que la empresa tuviera una administración eficiente porque no se podían dar el lujo de no serlo a no tener una gran escala productiva. Es decir, siempre fue una firma alejada del circuito político. A nivel gerencial se entra por concurso, muchos de sus cuadros están formados en los Estados Unidos”.





Sin embargo, Félix Herrero, vicepresidente del Movimiento por la Recuperación de la Energía Nacional Orientadora (Moreno), aclara que el carácter mixto de Petrobras no implica que Brasil ceda ni un milímetro en el diseño estratégico de la compañía: “Los socios privados tienen un rol muy pequeño, son grupos que hacen inversión en las bolsas de Nueva York o San Pablo. Pero no pueden sindicalizarse en las asambleas ni elegir directores. Son, entonces, un actor privado muy difuso. No son grupos económicos que puedan ambicionar el control productivo de la empresa”.Pdvsa, cerebro y riñón del chavismo. Como suele suceder en otros segmentos de la política económica venezolana, con Pdvsa, hay un antes y después de la asunción presidencial de Hugo Chávez en 1998. En el ensayo “Petróleo: el maná de la discordia”, el analista Alberto Montero Soler recuerda que “la primera decisión que adoptó Chávez fue la reversión del diseño y control de la política petrolera al Ministerio de Energía y Petróleo, de forma que la empresa productora estatal dejara de ser un agente con autonomía propia, un Estado dentro del Estado. Además, con la Ley Orgánica de Hidrocarburos del 2001, el chavismo modifica la captación de renta petrolera. En detrimento de la fiscalidad, el gobierno bolivariano optó por aumentar las regalías, mucho más fáciles de controlar para el Estado porque sólo hay que fiscalizar el volumen de crudo extraído”.
El otro objetivo refundador del chavismo para su industria petrolera tuvo un enfoque internacionalista. En el libro Venezuela y la revolución, la periodista Telma Luzzani subraya que: “El segundo objetivo era aumentar las reservas de las diezmadas arcas venezolanas. Una de las formas era revalorizando el precio del petróleo, que en 1998 estaba a 9,72 dólares el barril. Chávez desplegó, entonces, una intensa labor político-diplomática y se reunió con los líderes de al Opep para intentar recuperar el rol estratégico de una institución cuyo países miembros poseen el 78% de las reservas probadas del planeta”.Pemex, la empresa que resistió el embate narco-neoliberal. “Pemex es una empresa que por la vieja lucha mexicana por la nacionalización del petróleo, y por su constitución e historia, pertenece el 100% de las acciones al Estado nacional. Pero, de acuerdo a algunas interpretaciones que se hicieron de la ley marco, se han tercerizado mucho de las acciones de Pemex. Entonces, esta tensión entre lo público y la incorporación de las multinacionales se evidencia en cada debate electoral mexicano: mientras el oficialista y conservador PAN está más hacia la privatización, el ex gobernante PRI es más pendular, y el centro-izquierda PRD levanta la bandera de la nacionalización total del recurso”, advierte el especialista Félix Herrero.
Ahora bien, como dicen los mexicanos: estar “tan lejos de dios y tan cerca de Estados Unidos”, influye notablemente en los planes de Pemex. Si bien la compañía resistió a los planes privatistas, la empresa estatal azteca siempre está en la mira de las multinacionales norteamericanas. La razón, según el especialista John Saxe Fernández, es que “el gobierno y las grandes empresas estadounidenses no están en disposición de adoptar medidas de ahorro energético, sino que quieren seguir con el mismo tipo de consumo. Y teniendo sólo 3% de la población del planeta consumen el 25% de todos los combustibles fósiles que se usan. Eso no lo quieren modificar, sino que desean que México intensifique la explotación y la exportación del crudo, que como todo sabemos es un recurso finito”.

miradasalsur.com

La recuperación y el nacionalismo

  Por Mario de Casas *

“Y es más fácil, ¡oh España!, en muchos modos que a lo que a todos
les quitaste sola te pueden a ti sola quitar todo.”
Quevedo

Engañosos cuestionamientos atribuyen a la decisión presidencial que condujo a la histórica recuperación de YPF especulaciones vinculadas con una fantasiosa coyuntura que estaría obligando al Gobierno a buscar legitimidad; como si el abrumador triunfo electoral de octubre no hubiese estado precedido por otro similar en agosto, o no hubieran tenido lugar en este país.

Entre tales falacias se destaca la que supone una “interpelación al nacionalismo”, sin explicar qué significado se asigna a este término, pero transmitiendo, eso sí, la “peligrosidad” de tan osada “manipulación”; cuando el verdadero intento de manipulación está en ocultar que el término nacionalismo tiene distintos significados. La Presidenta –sin nombrarlo– resuelve según una de esas acepciones.

Por una parte, el nacionalismo tiene un significado si, en un determinado contexto histórico, es practicado por una nación poderosa, y otro muy distinto si corresponde a un país relativamente débil, dependiente. No es una cuestión de grado, sino de naturaleza. Hay un nacionalismo defensivo de los pueblos de menor poder relativo y un nacionalismo ofensivo o expansivo de los países más poderosos. En términos económicos, por ejemplo, no se puede negar honestamente que ciertos grados de proteccionismo son esenciales para alcanzar un desarrollo autónomo: sólo lo niegan las potencias que lo han alcanzado y que, ya en condiciones de exportar manufacturas, necesitan acceder a otros mercados; en particular, es notorio que Estados Unidos sea adversario de todo nacionalismo, salvo el propio.

Cabe agregar que en el caso de nuestro país nunca han faltado los socios locales, lo que explica que el nacionalismo también adquiera connotaciones contrarias según los sectores sociales que lo proclaman o rechazan. Sin ir más lejos, las patronales del campo en su embate al gobierno popular pregonaban hace tres años el patriotismo más altisonante, cuando en realidad están cerca de ser la negación misma del nacionalismo, si por nacionalismo entendemos la política nacional orientada a romper toda forma de dependencia y cuyos protagonistas principales son los sectores populares.

En síntesis, el concepto político de nacionalismo incluye distintas ideologías e interpretaciones que han estado –y están– presentes en la realidad nacional. Promover la confusión entre ellas, destinada a velar el sentido del nacionalismo progresista, ha sido y es tarea compartida entre la oligarquía autóctona y los ahora denominados países centrales y ha constituido una de las maniobras ideológicas más logradas de esta alianza desde el fondo de la historia nacional.

Más aun: que nuestro país no haya alcanzado todavía los niveles de desarrollo industrial y tecnológico necesarios para ejercer plenamente su soberanía política y que, no obstante los avances de los últimos años, exhiba índices de injusticia social es consecuencia de derrotas populares en términos de esa contradicción principal: la puja en los planos político, económico y social entre la entidad nación-sectores populares, por un lado, y la alianza entre las oligarquías y el imperio de turno, por otro; puja que, por supuesto, ha tenido distintas formas y protagonistas en más de doscientos años.

Se sabe que la concepción y la modalidad de explotación de los recursos naturales y los servicios públicos están siempre vinculadas con un determinado régimen social de acumulación del capital. También se sabe que cada patrón de acumulación es sostenido por una determinada alianza social y que, por lo tanto, con ellos cambia el carácter del Estado. Entre nosotros, los distintos regímenes de acumulación que se han sucedido han sido sostenidos por la parte que resultaba triunfante en la puja principal a la que me he referido más arriba.

El ciclo iniciado en mayo de 2003, que retoma la tradición de los procesos de liberación inaugurados en el siglo pasado por Yrigoyen y profundizados por el peronismo, se ha propuesto consolidar el camino del desarrollo nacional. Esta voluntad política se viene concretando a través de una sucesión de decisiones trascendentes que nuestro pueblo ha avalado categóricamente, y busca configurar un patrón de acumulación de capital liderado por el Estado, con relevante participación del capital nacional y basado en la industrialización; premisa que se funda en que sólo una organización socioeconómica de esas características ofrece las condiciones necesarias para un adelanto tecnológico propio y un elevado nivel de empleo y de salarios. Además permitiría sostener y ampliar el proceso de acumulación mismo al retener el excedente dentro de nuestras fronteras y evitar la depredación de los recursos naturales.

En estas condiciones, el petróleo deja de ser una mercancía más y pasa a ser un bien de importancia estratégica, no sólo por su escasez y carácter de no renovable, sino porque es indispensable a la industrialización. Esto significa que se debe asegurar al país su disponibilidad, es decir, en lo posible alcanzar el autoabastecimiento, y garantizar tanto la apropiación social de la renta –no la privada y menos la oligopólica– como la preservación ambiental y el uso racional de este recurso.

Es difícil exagerar para no comprender la enorme importancia de haber recuperado el control estatal de un poderoso instrumento como YPF.

* Presidente del ENRE.

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