Se llama Julián Castro y
ya le dicen “el Obama latino”. Tiene 37 años y es alcalde de San Antonio, la
séptima ciudad de Estados Unidos, la de Manu Ginóbili. Esta semana el Partido
Demócrata lo eligió para dar el discurso de fondo en la convención partidaria
que se hará en Charlotte el mes que viene. Lo va a escuchar todo el país. Es el
lugar reservado para las estrellas en ascenso. En el 2004 Obama era apenas un
senador recién elegido cuando le tocó dar el discurso de fondo en la convención
demócrata. Cuatro años más tarde lo elegían presidente. Ahora le toca dar el
discurso a Julián Castro, y todos dicen que es la joven esperanza latina para
llegar por primera vez a la Casa Blanca, así como Obama fue el primer negro.
Las similitudes no
terminan ahí. Ambos nacieron de madres solteras en hogares humildes, Castro en
Texas, Obama en Hawaii y ambos se recibieron de abogados en Harvard, la
universidad más prestigiosa de Estados Unidos. Ambos dicen representar el ideal
estadounidense de que a través del trabajo duro se puede progresar, y ambos
reconocen y valoran la ayuda que recibieron del Estado, a través de programas
de integración racial llamados “Acción Afirmativa”. Ambos comparten un pasado
vinculado con la defensa de los derechos civiles de sus respectivas minorías
étnicas. Sin embargo, más que militantes ambos se consideran demócratas
modernos, de trato fluido con el mundo de los negocios pero con sensibilidad
social, liberales en temas sociales como el aborto y el matrimonio gay,
promueven el uso de energías alternativas y la conciencia ecológica y se jactan
de ser buenos administradores que privilegian la responsabilidad fiscal.
Pero, claro, no son lo
mismo. Obama es negro. Es un emergente de la guerra civil, el movimiento de
emancipación, la lucha por los derechos civiles de los años ’60, de figuras
míticas como Rosa Parks, Malcolm X y Martin Luther King. Castro es latino.
Representa sobre todo a una población de inmigrantes en rápido ascenso pero que
recién ahora empieza a hace sentir su peso político, y que en un futuro no muy
lejano podría convertirse en un actor decisivo en las contiendas políticas.
Obama es una realidad, es el presidente de Estados Unidos.
Castro es una promesa, una apuesta a futuro del Partido Demócrata, más allá de su importancia actual por el estado que representa, Texas, tercer distrito del país. Texas no es un estado fácil. En la última elección votó al demócrata Obama a nivel nacional, pero todas sus autoridades electas a nivel estadual son republicanos. Las últimas encuestas sitúan a Romney un par de puntos por encima de Obama en Texas. Si quiere seguir soñando con la Casa Blanca, Julián Castro tendrá que revertir esa situación.
Castro es una promesa, una apuesta a futuro del Partido Demócrata, más allá de su importancia actual por el estado que representa, Texas, tercer distrito del país. Texas no es un estado fácil. En la última elección votó al demócrata Obama a nivel nacional, pero todas sus autoridades electas a nivel estadual son republicanos. Las últimas encuestas sitúan a Romney un par de puntos por encima de Obama en Texas. Si quiere seguir soñando con la Casa Blanca, Julián Castro tendrá que revertir esa situación.
A nivel nacional el voto
latino no llega todavía al diez por ciento del total, pero es decisivo en
algunos de los estados que suelen decidir las elecciones presidenciales:
California, Texas, Florida y Colorado. Históricamente los latinos votan dos
tercios demócratas, un tercio republicanos, aunque algunos republicanos de
estados del sur como Reagan y W. Bush han logrado arañar cerca del 40 por
ciento del voto latino. No será el caso de Mitt Romney, el rival de Obama.
A pesar de que el presidente incumplió su promesa electoral de lograr la aprobación de una reforma migratoria que permita la legalización de diez millones de inmigrantes latinos, para una fuerte mayoría del electorado latino la alternativa es peor. Los candidatos republicanos típicamente sufren la prédica de mano dura en la frontera y leyes migratorias discriminatorias como la recientemente aprobada en el estado de Arizona. No será la excepción Romney, un mormón de Nueva Inglaterra sin grandes vinculaciones con el mundo hispanoamericano.
A pesar de que el presidente incumplió su promesa electoral de lograr la aprobación de una reforma migratoria que permita la legalización de diez millones de inmigrantes latinos, para una fuerte mayoría del electorado latino la alternativa es peor. Los candidatos republicanos típicamente sufren la prédica de mano dura en la frontera y leyes migratorias discriminatorias como la recientemente aprobada en el estado de Arizona. No será la excepción Romney, un mormón de Nueva Inglaterra sin grandes vinculaciones con el mundo hispanoamericano.
Julián Castro fue elegido
intendente de San Antonio hace cuatro años con poco más de la mitad de los
votos. Parece que hizo las cosas bien, porque dos años más tarde lo
reeligieron, esta vez con más del 84 por ciento del sufragio. Es hijo de Rosita
Castro, una reconocida dirigente de La Raza, un movimiento social que defiende
los derechos civiles de los latinos, promueve la identidad de los pueblos
originarios y defiende la unidad latinoamericana. Julián dijo que aprendió a
valorar la democracia y la importancia del voto desde niño, acompañando a su
mamá a registrar votantes latinos en las campañas electorales. Rosita y Julián
viven cerca de la frontera con México, en San Antonio, en cuyo centro se
preservan las ruinas de una guarnición militar llamada El Alamo. Allí, según la
leyenda estadounidense, un grupo de voluntarios dirigidos por Davey Crockett
resistió durante tres semanas el ataque del ejército mexicano, sellando la
“independencia” de Texas, que no tardó en anexarse a los Estados Unidos. Para
Rosita Castro, El Alamo es un monumento a un grupo de forajidos y aventureros
imperialistas que perpetraron el robo de Texas. Para Julián, se trata
simplemente de “la principal atracción turística de esta ciudad”. Rosita Castro
se define como “chicana”, un término militante que marca una postura política.
Mucho más diplomático, Julián se define como “mexicano-estadounidense”,
aclarando que les da importancia a los dos términos de la frase.
Rosita nunca le enseñó
castellano a Julián, siempre le habló en inglés. En la universidad Julián
estudió latín y japonés. Hace un par de años Julián contrató discretamente a un
profesora de español porque ya no podía ir a las colonias de inmigrantes, su
base electoral, sin conocer el lenguaje de la gente que representa. El miércoles,
en un video donde se anunciaba su discurso en la convención demócrata, Julián
Castro dijo unas palabras en inglés pero se despidió diciendo “estamos unidos”.
Además de hijo de Rosita,
Julián es el mellizo idéntico de Joaquín. Julián y Joaquín fueron juntos a la
universidad de Stanford, la más distinguida de California, donde se recibieron
de politólogos antes de recalar juntos en Harvard para estudiar abogacía. En
Stanford Julián y Joaquín compitieron una vez en una elección estudiantil.
Salieron empatados. Pero Julián es dos minutos más viejo que Joaquín, quien
suele diferir ante la presencia de su hermano mayor. Joaquín es representante
en la Legislatura de Texas y actualmente se candidatea para representar a su
estado en el Capitolio. Julián gobierna San Antonio y aspira en lo inmediato a
la gobernación de Texas. Alguna vez Joaquín reemplazó a Julián en un acto de
campaña, la gente se enteró y se armó un revuelo. Muchos celebraron la
picardía, otros dijeron que el engaño demostró que los mellizos no son serios.
Julián Castro es la nueva
esperanza latina y los republicanos toman nota. Dicen que en su propia
convención partidaria le van a dar similar protagonismo a su estrella latina,
el senador cubanoamericano por Florida Marco Antonio Rubio. Lo cual demuestra
que lo de Julián Castro no es casualidad, que hay una sensación en el aire, así
como la que precedió la llegada de Obama a la Casa Blanca, de que ahora son los
latinos quienes piden pista. Entonces podemos empezar a imaginarnos el impacto
que tendría en la región un presidente estadounidense de origen
latinoamericano. En líneas generales, podría decirse que los demócratas han
hecho poco y nada en la región desde los tiempos de la Gran Sociedad que
propuso John F. Kennedy allá lejos y hace tiempo a principios de los sesenta.
Los republicanos en cambio nos suelen prestar más atención, antes apoyando
abiertamente golpes militares, después ideando instrumentos financieros como el
Plan Brady para navegar las crisis financieras de los ochenta y los noventa,
ahora enfrentando al bloque bolivariano con una agenda de tratados de libre
comercio (TLC) para todos los países de la región. En este punto hay que decir
que Julián Castro se ha manifestado a favor del Nafta, el TLC que une a México
con Estados Unidos y Canadá.
A la región le fue mejor
cuando Estados Unidos se distrajo en otros rincones del mundo. Pero la
creciente presencia latina en la sociedad y la política estadounidense hacen
que tarde o temprano el gigante del Norte tendrá que volver sus ojos a lo que
alguna vez definió como su patio trasero. Si le toca a Julián Castro, tendrá
que procesar el recuerdo del barrio y las lecciones de Rosita con la currícula
de Harvard y la alta política de Washington.
Por Santiago O’Donnell
Fuente: Diario Página 12