En Trelew, en la base Almirante Zar, son asesinados dieciséis guerrilleros. Los matan sus guardiacárceles por órdenes sin duda emanadas de los altos mandos de la Marina. Dentro del esquema interpretativo de la época el hecho avala la teoría de la guerrilla como lugar de máximo riesgo.
Pero, más allá de esto, el horror está en que prefigura la metodología criminal que habrán de seguir los militares argentinos a partir del golpe de 1976.
No se juzga a nadie. A los guerrilleros se los mata.
Aquí, en Trelew, al menos entregan los cadáveres.
Todavía no estaba perfeccionado el sistema de las desapariciones ni existía el poder para aplicarlo.
Los muertos son: Carlos Heriberto Astudillo (FAR), 28 años; Rubén Pedro Bonet (ERP), 30 años; Eduardo Adolfo Capello (ERP), 24 años; Mario Emilio Delfino (ERP), 29 años; Alberto Carlos del Rey (ERP), 26 años; Alfredo Elías Kohon (FAR), 27 años; Clarisa Rosa Lea Place (ERP), 24 años; Susana Lesgart (Montoneros), 22 años; José Ricardo Mena (ERP), 20 años; Miguel Angel Pólit (ERP), 21 años; Mariano Pujadas (Montoneros), 24 años; María Angela Sabelli (FAR), 23 años; Ana María Villarreal de Santucho (ERP), 36 años; Humberto Segundo Suárez (ERP), 23 años; Humberto Adrián Toschi (ERP), 26 años; Jorge Alejandro Ulla (ERP), 28 años (Ver: Tomás Eloy Martínez, La pasión según Trelew, Aguilar, Buenos Aires, 2004).
¿Quién decidió la masacre de Trelew?
Lanusse no la condenó, pero no fue una decisión suya. Tampoco de su ministro del Interior, Arturo Mor Roig.
Fue una decisión de la Marina. El contraalmirante Hermes Quijada tratará de explicar los hechos, patéticamente. Cada cosa que decía tornaba más evidente la realidad de la masacre.
El ERP 22 de Agosto lo asesina el 30 de abril de 1973 y el asesinato sirve para que los militares más duros cuestionen la entrega del poder.
Cámpora deberá asumir el 25 de mayo.
En el sepelio de Hermes Quijada, un personaje del ala más dura de la Marina (si es que puede hablarse de algo así, la Marina Argentina no tuvo jamás ala blanda), el almirante Mayorga (vigente aún durante estos días como fervoroso reivindicador de los horrores de la dictadura, condenados por toda la cultura occidental, por sus mejores teóricos, sumados incluso a los grandes genocidios del siglo XX, por Primo Levi, por ejemplo, nada menos) dice que es muy difícil resistir la tentación de “ordenar el país y después entregarlo”.
De modo que Mayorga debe saber muy bien cómo se hizo lo de Trelew.
Era el modo en que él y los suyos pensaban “ordenar el país”. Era, sin más, enfrentar en serio a la guerrilla.
El Ejército aún no lo había hecho. La Marina, en Trelew, señala el camino. Para ellos, habría sido deseable hacer antes esa limpieza a fondo y después ver a quién le entregaban el país.
Pero aún no podían. La apuesta de Lanusse era más inteligente: que se ocupara Perón. Apostar a su fracaso, a su desgaste, a su muerte y, entonces sí, ordenar el país.
Sin embargo, Lanusse nunca habría ordenado el país como Mayorga y Massera. Fue el único militar de alto rango y prestigio presidencial que se enfrentó a las huestes de Videla. “Detenciones, señores. No secuestros.”
Esta frase trascendió en el país aterrorizado de 1976. Se la había dicho Lanusse a la Junta Militar. Lo agredieron fieramente.
La revista Cabildo publicó una foto suya abrazándose con Allende, en Chile.
Secuestraron a su ex secretario de prensa Edgardo Sajón, que jamás apareció. Persiguieron a otros de su entorno. Curiosa figura la de Lanusse.
Fanático antiperonista, se opuso sin embargo a la macabra metodología de un Ejército que ya no era el que él había presidido, o el que él deseaba.
“Detenciones, señores. No secuestros.”
Esto eliminaba la metodología de la desaparición, esencial para Videla y los suyos.
Para Massera. Para la Marina, con su línea impecable de operar: bombardeo del 16 de junio, Trelew, la ESMA.
Por eso conjeturo –aun cuando sé que muchos se van a oponer– que, si bien Trelew ocurre bajo el gobierno de Lanusse, es algo que la Marina le hace para entorpecer su linea conciliadora con el peronismo.
TRELEW, LA EXPLICACIÓN DE LA MASACRE
Trelew es un escándalo. Todo el país reacciona con indignación. Lo que se dice desde los distintos sectores es: así no. Eso es un asesinato en masa. Los militares ofrecen una inmediata explicación.
Nadie les cree.
La “explicación” corre a cargo del contraalmirante Hermes Quijada, que hasta acude a un pizarrón para demostrar lo indemostrable.
El ERP 22, un desgajamiento del ERP, se cobrará la vida de este marino en 1973. Precisamente el 30 de abril de 1973.
Una fecha excepcionalmente oportuna para que todo se pudriera bien podrido y entonces se abrieran las puertas de una “situación revolucionaria”.
Pensemos que Cámpora gana las elecciones el 11 de marzo. Que los militares tienen que entregar el gobierno el 25 de mayo. ¿Qué mejor fecha que el 30 de abril para boletear a un ex jefe del estado mayor conjunto?
Ahora es posible acariciar esa utopía: que no haya traslado del gobierno.
Que los militares se enfurezcan, no lo entreguen y las masas salgan a las calles a hacer la revolución.
Los militares estuvieron a punto de darle el gusto al ERP 22. Se alimentan mutuamente.
Los que no querían entregar el gobierno brindaron con champagne la noche del asesinato de Hermes Quijada.
Lo enterraron en medio de amenazas terribles.
La más poderosa fue la del almirante Horacio Mayorga, de la línea más feroz de la Marina.
Dijo: “Cuesta mucho resistir la tentación de ordenar antes el país y entregarlo después”. O sea, la ESMA ahora. No perdamos tiempo. Basta de joder con Perón.
Ese viejo no va a arreglar.
El Ejército en pleno puede liquidar a todos estos guerrilleros y a toda esta ola subversiva en poco tiempo. Lo que proponía Mayorga –al fin y al cabo– era sólo adelantar en unos meses el golpe de Chile.
El ERP 22 le facilita el juego.
¿Que Hermes Quijada no era precisamente una buena persona?
¿Que, sin duda, había tenido responsabilidad en la masacre de Trelew?
¿Y eso qué significaba?
El pueblo había votado. El justicialismo había ganado limpiamente el gobierno en las urnas. Se esperaba –entre dudas, con incertidumbres– la entrega del gobierno.
¡Y estos heroicos centuriones acribillan a un tipo porque fue el que “explicó” la masacre de Trelew! Pero el motivo era otro: que no se entregara el gobierno. Que no se instalara la “democracia burguesa”.
El mismo, el exacto motivo del almirante Mayorga.
Se logra algo más: Lanusse y la Junta de Comandantes en Jefe declaran “zonas de emergencia”. Nada menos que Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Tucumán y Mendoza. ¡Establecen consejos de guerra y juicios sumarios!
A pocos días del triunfo peronista en las urnas.
A pocos días de entregar el gobierno.
Si analizamos lo que metodológicamente buscaba la guerrilla es lo que busca en sus peores momentos de enajenación política: que nada se estabilice institucionalmente, que las contradicciones de clase se tornen visibles, que las Fuerzas Armadas sigan reprimiendo para que el pueblo vea a su verdadero enemigo en acción, sin la careta democrática.
De aquí en más, esta enajenación de las guerrillas (enajenación respecto de las masas, sus intereses y sus opciones, las cuales las guerrillas suelen desconocer por completo) se irá acentuando.
“Vamos a obligarlos a sacarse la careta”.
Cuando los militares se la sacan matan a todos: a los combatientes armados, a sus familiares, a sus amigos, a los sindicalistas y a cualquier perejil que ande por ahí.
Pero eso sí: se ha demostrado que no son democráticos. Que usaban una careta.
Lo que indigna de esa acción miliciana del ERP 22 es que se trata de la negación absoluta de lo que la mayoría del pueblo esperaba en ese momento. Se esperaba la entrega del gobierno.
Se habían ganado las elecciones.
No importa lo que vino después. Todos sabemos lo que vino después. En ese momento nadie lo sabía.
Se vivía en medio de una esperanza. Y esa esperanza era principalmente de los sectores humildes. De los obreros, de los villeros, de las clases medias bajas. Con Cámpora en el Gobierno regresaría Perón. Ése era el sueño. No más balas y más muertos.
Lo de Trelew fue, sin duda, un asesinato en masa.
“El 15 de agosto (escribe Jorge Luis Bernetti) se produce la evasión, de la cárcel de Rawson, de presos de las organizaciones Montoneros, FAR y ERP, con la toma del aeropuerto de Trelew, la captura de un avión y el exilio a Chile de 10 integrantes de aquellos grupos armados. Una semana después, el país se estremece cuando el 22 los fugados que se habían rendido a las autoridades en el aeropuerto de Rawson, son ametrallados en la base Naval Almirante Zar: 16 guerrilleros son muertos y tres gravemente heridos. Una gran cantidad de organizaciones populares y sindicales plantearon sus dudas o su franco rechazo por la explicación brindada por el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas” (revista Envido, octubre de 1972, pag. 61. La nota está firmada como “Claudio Ramírez”, seudónimo que Bernetti usaba para escribir en nuestra revista y no perder el puesto en Panorama. Espero no equivocarme. Para nosotros era un honor que un periodista como Jorge nos escribiera las notas de actualidad).
sigue en parte II