“En las caras alegres de los jóvenes está la cara de Evita”
Entrevista. Marcela Castro y Roberto Vacca. Investigadores.
Recordar Historias de la Argentina secreta es comprender que ese
programa marcó un antes y un después en la televisión y en la forma de
investigar. De allí a descubrir que Roberto Vacca y Marcela Castro comparten
esta pasión impresionante por la documentación e investigación hay un paso.
Evita forma parte de esa pasión.
–Marcela, vos recopilaste un material fantástico...
Marcela Castro: –Sí, sobre la Ciudad Infantil, por ejemplo.
Tiene un valor importante porque no existe más. En el año 1955 se derribó todo
el complejo de lo que era este proyecto de una ciudad en miniatura.
–Y que estaba muy cerca de lo que es hoy la cancha de River, en
Monroe y Libertador...
M. C.: –En predios donde la Fundación Eva Perón había utilizado
para la Ciudad Estudiantil dos modelos: uno del jardín de infantes y el otro de
colegio secundario. El primero desapareció y el otro tiene hoy otras funciones.
Tiene una pileta para hacer rehabilitación. La Ciudad Infantil incluso tenía un
tren en miniatura que la recorría entera. Todo eso se desmanteló. Sólo quedó la
parte administrativa. No era como la República de los Niños, en Gonnet. Lo que
quería Evita era tratar de replicar federalmente todas las obras de la
Fundación de la que ella sentía particular orgullo.
–¿La sede de la Fundación estaba en la Facultad de Ingeniería?
M. C.: –Esa era la sede central que se construyó en vida de
Evita pero que no llegó a usarse como parte administrativa porque ella enfermó
y murió. La Fundación funcionaba en lo que hoy conocemos como el Palacio
Legislativo de la Ciudad de Buenos Aires y en las dependencias de la residencia
presidencial.
Roberto Vacca: –La residencia presidencial, que llamaban el
Palacio Unzué, fue derribada en 1955, cuando vino la revolución fusiladora.
Destruyeron todo lo que tuviera una memoria, un recuerdo, un testimonio de la
presencia y de la vida de Perón.
–Y el 16 de junio le tiraron varios bombazos que no llegaron a
impactar en el lugar.
M. C.: –Exactamente. Yo recopilé testimonios de la custodia de
la presidencia y del personal de servicio de la residencia afectados por ese
bombardeo.
–Ustedes, además de investigar juntos este tema, son pareja.
Marcela: para mí conocerlo a Roberto fue un enorme orgullo. Su programa de
Historias de la Argentina secreta, me ha servido mucho, he usado mucho material
de ahí. Y también sus libros con Otelo Borroni...
R. V.: –Editamos dos libros: La vida de Eva Perón, en Galerna, y
Eva Perón, en el Centro Editor de América Latina. El primero fue un libro que
nos produjo no pocos dolores de cabeza porque fueron 5 o 6 años de
investigación. Y salió publicado en momentos de mucha efervescencia política en
los cuales la historiografía oficial trataba de tapar esa historia anterior a
su militancia. Fue un error, porque Evita era una persona de carne y hueso que
se convirtió de actriz en militante. Ahora es un paradigma del compromiso
político y de los cambios revolucionarios que amerita la historia argentina.
Evita murió a los 33 años y todo lo que hizo fue en unos pocos años de
militancia. Hay que dejar un poco de lado ese folclorismo sobre su vida en el
que caen algunos historiadores oportunistas.
–Marcela, me contabas que tu pasión por Evita comenzó de muy
chica y en un momento del país muy interesante.
M. C.: –Sí. Mi tía me llevaba a las misas que se hacían el 7 de
mayo y el 26 de julio en la iglesia de Balvanera, por el nacimiento y
fallecimiento de Evita. Yo tenía 6 años y me impresionaba mucho el acto
multitudinario, que era un acto de descarga del peronismo. Imaginate que
teníamos militares con Itacas al lado y me acuerdo de los cantos: “Paredón,
paredón a todos los milicos que hundieron la Nación”. Ahí se aunaban todas las
corrientes del peronismo. Nos juntábamos en ese acto de amor y recordación. Eso
me quedó y me brotaron las ganas de investigar sobre Evita y juntar cosas de
ella. Así comencé a coleccionar cosas de Eva Perón y del peronismo.
–Roberto, vos revisaste fuentes y materiales, como esa revista
Time, del año 1947, con Evita en la tapa. Justamente ella estaba viajando a
Europa en un momento de aislamiento de Franco, del Vaticano con Pío XII, de la
Junta Interamericana de Defensa...
R. V.: –Ese artículo no es halagador a la militancia de Evita,
obviamente. Yo recogí una anécdota de Evita con Franco en España. Ella fue al
Museo del Prado, y Franco le dijo: “¿No le parece emocionante esto?”. Ella lo
miró fijo: “A mí lo único que me emociona es el pueblo”. Lo cual marca una cosa
ideológica, filosófica y un paradigma de vida. Ella era una mujer que hacía la
política desde abajo. Por ahí iba un día a la Fundación y decía: “Che, hoy
podemos entregar una máquina de coser”. Y se iba hasta Avellaneda, tocaba el
timbre donde le habían pedido en una carta una máquina de coser y la entregaba
ella misma. ¿Por qué una máquina de coser? Simple: era una fuente de trabajo.
M. C.: –Era el símbolo de su madre que había cosido muchos años
y había defendido a su familia con esa herramienta. Evita reproducía una
situación propia en la familia de otros argentinos con mucha generosidad.
R. V.: –Algunos decían que Evita era revanchista y yo creo que
era verdad. Ella se tomó una revancha histórica de haber nacido en la provincia
de Buenos Aires por esa época donde ser hija natural era un estigma muy difícil
de sobrellevar, por haber sufrido esa mirada tan recriminatoria. Y también de
su llegada a la Capital como artista, cuando los teatros eran administrados
como estancias y donde el trabajo era ninguneado.
–¿Ustedes rastrearon información para chequear realmente la
fecha de su nacimiento?
R. V.: –La partida de nacimiento de Evita desapareció. Hay dos o
tres fechas probables. Eso, con rigor histórico, es interesante tenerlo en
cuenta pero no afecta el verdadero sentido de la vida de Evita que fue jugarse
por el pueblo, hacer una obra como la Fundación Eva Perón que no se repitió
jamás en nuestra historia. Yo viajé mucho por la Argentina y en 1985, en pleno
gobierno de Alfonsín, encontré un galpón con sábanas, que estaban destruidas y
no se habían repartido porque tenían el sello de la Fundación. Ni siquiera
tuvieron la inteligencia de cortar el sello y hacer pañales. Fue el odio, la
ignominia, el desprecio a esta obra que era de una calidad humana sin par y que
no se repitió en ninguna parte del mundo. La Fundación tenía una transparencia
administrativa que no se puede creer. Cuando ocurrió la Fusiladora, se llevaron
en cana a uno de los administradores de la Fundación y no le pudieron encontrar
nada. Lo tuvieron que devolver a su casa.
M. C.: –El Senado de la Nación hizo una investigación, cuando
cayó el gobierno de Perón, y agrupó en cinco tomos, que hoy se pueden
consultar, las supuestas irregularidades cometidas durante la época del
peronismo. Se llamaba Libro negro de la segunda tiranía, ya que la primera,
para ellos, había sido la de Rosas. En esos cinco tomos están las denuncias y
todo el material documental. La Fundación Eva Perón sólo tuvo 3 o 4 denuncias
formales y ninguna pudo ser corroborada. Y como nota llamativa ponen, hablando
de los manejos y excesos de la Fundación, que se les daba de comer a los chicos
una vez a la semana pescado y dos veces pollo. Eso, y el cambio de ropa de
invierno a verano, dio lugar a que lo acreditaran como despilfarro.
R. V.: –Veníamos con esa cultura de la Sociedad de Beneficencia,
donde los chicos eran adocenados. No nos queremos jactar de esto pero tenemos
con Marcela muchísimo material de Eva Perón. Ella tiene una biblioteca
peronista envidiable. Unimos nuestros destinos y unimos nuestros archivos.
–¿Qué papel jugó Evita en la vida personal de ustedes como
pareja?
R. V.: –Fundamental. Yo tenía un estudio de televisión muy
importante en San Telmo. Un día, recibo una llamada de una señorita
investigadora, que me pedía información sobre la mucama personal de Evita, una
de las personas más allegadas. En realidad no tenía mucha información, pero le
dije que viniera que la ayudaría. El estudio funcionaba las 24 horas de lunes a
viernes. Un día estaba grabando y cayó Marcela. Y ahí comenzó nuestro romance.
Y ya siempre investigamos juntos.
M. C.: –Y es un placer investigar a Evita. Mirar solamente una
foto suya es un placer.
R. V.: –Marcela recopiló cosas muy interesantes de la intimidad
de la vida de Evita en la residencia presidencial. Por ejemplo, hay una
anécdota que publica Norberto Galasso y que cuenta que Evita y Perón jugaban
carreras en los pasamanos de las escaleras de la casa.
M. C.: –Y le hacían trampa a Perón porque Evita siempre quería
ganar. Atilio Renzi, que era la mano derecha de Evita en la Fundación, le
tomaba los tiempos y siempre la dejaba ganar.
–Pero si era una chica, ¿cómo no iba a querer jugar? Hay algo
que me parece importante para esta época. ¿Cuánto contribuyó la revolución
fusiladora con el cadáver de Evita en esta cosa de la mitología? Uno lee el
cuento “Esa mujer”, de Rodolfo Walsh, y comprende lo tremendo de esa historia.
Entonces, en un país en el que pasaron las cosas que pasaron, ¿cómo no se va a
construir una mitología?
R. V.: –Creo que Evita no es un mito pero en torno de ella hay
una profunda mitología. Rodolfo Walsh era compañero mío en la revista Siete
Días, se sentaba al lado de mi escritorio, mirá qué privilegio. Y una vez tuve
una discusión con él. Le pregunte por qué en lugar de escribir “Esa mujer” no
había hecho una gran nota periodística. Y me respondió de forma fantástica: “Un
libro queda en una biblioteca y un artículo periodístico, en el mejor de los
casos, va a parar a un archivo. Lo más normal es que sirva para envolver un
tacho de basura”.
M. C.: –Hablaste del antiperonismo: Evita vio el antiperonismo y
vio su imagen mitificada en algún sentido. En muchos libros, como el famoso La
mujer del látigo, de Mary Maen, que se editó en los Estados Unidos primero en
1951, y después llegó acá, fue testigo de su propia mitificación. Yo creo que
en esa mitificación, si bien el peronismo tuvo que ver en constituirla cuasi
una santa, la dama de la esperanza, el puente de amor entre Perón y su pueblo,
tuvo más que ver el antiperonismo porque se le atribuyeron defectos y virtudes
para separarla de Perón, para constituir a Evita como una víctima de Perón en
unos casos y como la persona que gobernaba en demérito de Perón en otros.
R. V.: –Hay que decirlo con toda claridad: Evita sin Perón
hubiera sido una artista de tercera categoría. Es duro, pero están las pruebas
como las películas La pródiga, La cabalgata del circo. No era una buena actriz
en el teatro ni el cine.
M. C.: –Era buena actriz de radio.
–Una cosa maravillosa de esa relación, que retrata Jorge Coscia
en su novela, es cómo supieron articularse. Los dos se pusieron en el nivel
humano como protagonistas en un momento donde era evidente que estaban
protagonizando un cambio que para el resto de Latinoamérica era de avanzada. Y
cada uno asumió su rol.
R. V.: –En la película también. La película tiene una cosa
fantástica y es que Perón llega a su casa y Evita lo está esperando. Era el 17
de octubre. Eso también se investigó.
–En el futuro, ¿qué valor va a tener Evita?
R. V.: –Evita va a tener muchos seguidores, jóvenes militantes,
muchos que van a llevar su bandera.
M. C.: –Yo ya lo veo al observar esas imágenes de los jóvenes
con Cristina. En esos jóvenes está Evita. Ella estaría feliz.
Fuente:
miradasalsur.com