Que la inflación es, por lejos, el principal problema económico de la Argentina, no caben dudas. Que el gobierno hace mal en ignorarlo o -mejor dicho- no hablar del asunto, tampoco.
Pero lo llamativo del caso es que todo el mundo (desde los empresarios a los periodistas, pasando por toda la dirigencia política opositora) habla todo el tiempo de cuanto le preocupa la inflación; sin arriesgar la más mínima idea sobre cuáles serían sus causas, y no porque no las sepan.
Vemos en la imagen el extracto de las declaraciones de los dos cráneos que desde Santa Fe supimos proyectar a la Nación, Barletta y Binner: uno boludeando abrazando al Indec, el otro divagando sobre que la respuesta al problema de la inflación depende solamente "de la decisión del gobierno", como si Cristina sacara mañana un decreto prohibiendo la inflación, y listo.
Y no se trata acá de defender el modo como el Indec releva los índices de precios, ni la política oficial seguida hasta acá para atacar la inflación, léase acuerdos de precios de Moreno y demases.
No señor: se trata de exigir que -sobre un tema tan trascendente y que tanto tiene que ver con nuestra vida cotidiana- se plantee un debate serio y responsable, que nos permita identificar las causas del problema (y sus responsables, con nombre y apellido), para poder pensar en encarar las soluciones.
Tomemos por caso la discusión sobre el Indec y las proyecciones de las "consultoras privadas"; ¿tiene sentido a ésta altura del partido seguir discutiendo eso, gastando horas de tiempo y energía en ver quien calcula más certeramente cuánto aumentan las cosas, en lugar de dedicarse a ver que se puede hacer para que no aumenten?
¿O acaso cuando los radicales -como Barletta- gobernaban en tiempos de Alfonsín y la inflación superaba el 6000 % anual a alguien le importaba una garcha si los índices de precios del Indec estaban bien o mal hechos?
Es como si hubiera en casa un enfermo volando de fiebre y en lugar de darle un antibiótico o llamar al médico, siguiéramos discutiendo si el termómetro funciona bien o mal.
Los críticos de las estimaciones del Indec (Barletta entre ellos) suelen decir "bueno, pero hay que empezar por reconocer que el problema existe para poder resolverlo": una pelotudez suprema, ¿qué pretenden, que mañana salga Cristina por cadena nacional a decir "es verdad, la inflación real es la que dice Melconián y está en el orden del 104 % anual"?
¿En qué cabeza cabe?, porque si de no reconocer problemas hablamos, ¿por qué razón los radicales se siguen presentando a elecciones presidenciales, para no perder el aporte del Estado a los partidos políticos?
Por no mencionar que a Barletta debería darle vergüenza hablar de esconder pobres debajo de la alfombra, cuando en su gestión municipal acá fue justamente eso lo que hizo cuatro años; como cuando quería disfrazar a los limpiavidrios y "trapitos" de promotores turísticos durante la Copa América.
Otro tanto se puede decir del brumoso pensamiento del Narosky de la política (el mayor creador de aforismo vacíos de sentido), y principal competidor en el rubro del rabino Berga: Hermes Binner.
¿Qué quiere decir con que la inflación la causa "la economía"?
Porque resulta que dentro de la economía cabemos todos: desde Techint hasta el jubilado que cobra la mínima, claro que con diferente participación en la generación de inflación.
Nosotros hace un tiempo acá (hablando del caso Papel Prensa) arriesgábamos algunas ideas sobre el tema que no nos pertenecen y son bastante conocidas: la estructura económica argentina tiene un altísimo grado de oligopolización, con grandes empresas formadoras de precios que tienen una posición dominante en el mercado, lo que les garantiza niveles astronómicos de rentabilidad, que se difunden de un modo directo o indirecto a todos los costos de esa misma estructura; y hace que los otros eslabones empresariales de la cadena quieran replicar sus niveles de rentabilidad (altísimos aun medidos en términos internacionales) y sus comportamientos depredatorios del mercado.
En el posteo anterior al que referimos nos remitíamos a algunos datos que brinda Diego Rubinzal en su excelente libro " sobre historia económica argentina, y por allí hay que empezar a buscar, si no la única, la principal causa de la inflación en el país.
Causa de la que ninguno de los "preocupados" por la inflación (entre los que, en el colmo del caradurismo, se autoincluyen los mismos empresarios que le dan con ganas a la remarcadora) habla nunca; y si no hagan la prueba: rastreen las declaraciones sobre el tema de cualquier editorialista de los grandes medios, o de cualquier dirirgente opositor con mediana presencia mediática, y nos cuentan si encuentran algo sobre el asunto.
Con lo que los que dicen que hay que hablar de inflación, hablan de cualquier cosa menos que de los que causan la inflación, y el asunto nos remite así a la lógica de construcción política de la mayoría de la dirigencia política argentina (excepción hecha del kirchnerismo, que también es remiso a hablar de inflación): donde se come no se manicurea.
Porque se trata de gente que se ha enganchado en todos los lock outs desabastecedores de la Mesa de Enlace, no se pierde ninguna Expoagro, pide la eliminación o la baja de las retenciones o defendió hasta donde pudo los intereses de Clarín en Papel Prensa y en el mercado de la comunicación audiovisual; y hasta llegó a a plantear en el Congreso que no se admitiera a Venezuela en el Mercosur porque Chávez había expropiado Sidor, una empresa del grupo Techint.
Gente que asiste escrupulosamente a los coloquios de Idea o las jornadas de la AEA; donde se reúnen religiosamente los mayores responsables de generar inflación en la Argentina.
Gente a la que por eso cuesta creerle que habla en serio cuando dice que está preocupada por la inflación.