12 de Julio de 1780 –2012
Nacimiento de la
Generala Juana Azurduy
Generala Juana Azurduy
(1780-1862)
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Juana Azurduy nació, en el
cantón de Toroca en las cercanías de Chuquisaca, el 12 de julio de 1780. Ese
año la ciudad de La Paz fue sitiada por Tupac Catari y Bartolina Sisa, alzados
en armas en apoyo a Túpac Amaru. Durante su infancia su familia tiene un buen
pasar.
Ella aprenderá el quechua y el aymará. Trabajará en el campo, en las
tareas de la casa, y se relacionará con los campesinos e indios.
A la muerte de
su madre primero y luego de su padre, su crianza quedará a cargo de sus tíos
junto a su hermana Rosalía. Su adolescencia será conflictiva, ya que chocará
con el conservadurismo de su tía, por lo que será enclaustrada en el Convento
de Santa Teresa.
Se rebelará contra la rígida disciplina, promoviendo reuniones
clandestinas, donde conocerá la vida de Túpac Amaru y Micaela. Leerá la vida de
Sor Juana Inés de la Cruz entre otros, lo que le llevará a la expulsión a los 8
meses de internada. De regreso a su región natal, conoce a Melchor Padilla,
padre de su futuro marido, amigo de los indios y obediente de las leyes
realistas, quien muere lejos de su casa, en una cárcel porteña, acusado de
colaborar con otra rebelión indígena, en el año 1784. Ligados a la historia de
la resistencia alto peruana, estos hitos biográficos de Padilla ejercerán una
enorme influencia sobre la formación de Juana Azurduy.
Manuel Padilla, hijo,
establece una relación de profunda amistad con Juana. Éste frecuentó las
universidades de Chuquisaca y compartió con Juana, su conocimiento por la
revolución Francesa, las ideas republicanas, la lucha por la libertad, la
igualdad, la fraternidad. Conoció los nombres de: Castells, Moreno, Monteagudo.
El 8 de marzo de 1805 contrajeron matrimonio, y tuvieron tres hijos: Marino,
Juliana y Mercedes.
Gozaron de una buena
posición económica, pero Don Manuel como era criollo no pudo participar de
cargos en el cabildo. Con la caída de Fernando VII bajo la ocupación de
Napoleón, el 25 de mayo de 1809 se produjo la revolución de Potosí.
Manuel Padilla se sumó a la
resistencia y encabezó a los indios Chayanta y triunfó. Juró servir a la causa
americana y vengó a los patriotas fusilados en el levantamiento de La Paz. Un
año después el general Vicento Nieto asumió la Real Audiencia, y condenó a la
cárcel y a las mazmorras a todos aquellos que participaron de los
levantamientos, entre ellos Padilla. Juana defendió con rebenque en mano su
propiedad ante los realistas. Al año siguiente de la Revolución de Mayo, Manuel
Padilla se unió a Martín Miguel de Güemes, fueron la pesadilla del ejército
realista. Doña Juana quiso acompañarlos pero estaba prohibida la presencia de
mujeres en el ejército.
Su casa fue confiscada y
debió ocultarse en la casa de una amiga. Manuel Padilla se enfrentó con las
tropas realistas utilizando el método de guerrillas, venció en varias
oportunidades y su nombre comenzó a convertirse en leyenda. Hacia 1813 los
revolucionarios ocuparon Potosí y Padilla fue el encargado de organizar el
ejército, tarea a la cual se sumó ahora sí Juana. Su ejemplo hizo que muchas
mujeres se sumaran a la gesta. “En poco tiempo, el prestigio de Juana Azurduy
se incrementó a límites casi míticos: los soldados de Padilla veían en ella la
conjunción de una madre y esposa ejemplar con la valerosa luchadora; los
indígenas prácticamente la convirtieron en objeto de culto, como una presencia
vívida de la propia Pachamama”.
Luego de la derrota de
Vilcapugio y Ayohuma, la lucha se desplazó al nordeste de Bolivia, se le llamó
la “Guerra de las Republiquetas”. Durante este tiempo el cacique Juan
Huallparrimachi, músico, poeta y descendiente de los incas, se unió a Juana
Azurduy, fue su fiel lugarteniente. En el mes de marzo de 1814. Padilla y
Azurduy vencieron a los realistas en Tarvita y Pomabamba. Pezuela, el jefe del
ejército español, puso todo su batallón a perseguir a la pareja de caudillos.
Las tropas revolucionarias debieron dividirse: Padilla se encaminó hacia La
Laguna y Juana Azurduy se internó en una zona de pantanos con sus cuatro hijos
pequeños. Allí se enfermaron cada uno de sus cuatro hijos, donde murieron Manuel
y Mariano, antes de que Padilla y Juan Huallparrimachi, llegaran en auxilio. De
vueltas en el refugio del valle de Segura murieron Juliana y Mercedes, las dos
hijas, de fiebre palúdica y disentería. “Dicen los biógrafos que comienza aquí
la guerra brutal contra los realistas:
“Padilla es cruel, es
sanguinario (…) La guerra se ha desatado bárbaramente; ya no es la ley del
Talión la que prima, sino una ley más inhumana, por un muerto se exigen dos,
por dos, cuatro”, afirma Gantier”. “Juana Azurduy está nuevamente embarazada
cuando combate el 2 de agosto de 1814 con Padilla y su tropa, en el cerro de
Carretas. Y Juana Azurduy sufre ya los dolores de parto cuando escucha las
pisadas de la caballería realista entrando en Pitantora. Luisa Padilla, la última
hija de los amantes guerreros, nace junto al Río Grande y experimenta ahora en
brazos de su madre los ardores de la vida revolucionaria”.
Un grupo de suboficiales
quisieron arrebatarle la caja con el tesoro de sesenta mil duros, el botín de
guerra con el que contaban para su supervivencia las tropas revolucionarias, y
que Juana Azurduy custodiaba con celoso fervor. Juana se alzó frente a ellos
con su hija en brazos y la espada obsequiada por el General Belgrano.
Feroz y decidida, montó a
caballo con la pequeña Luisa y, juntas, se zambulleron en el río. Lograron
llegar con vida a la otra orilla. La hija recién nacida quedó a cargo de
Anastasia Mamani, una india que la cuidó durante el resto de los años en que su
madre continuó luchando por la independencia americana. En 1816 Juana y su
esposo, quienes tenían bajo sus ordenes 6000 indios, sitiaron por segunda vez
la ciudad de Chuquisaca. Los realistas lograron poner fin al cerco, y en
Tinteros, Manuel Ascencio Padilla encontró la muerte. Manuel Belgrano, en un
hecho inédito, envió una carta donde la nombraba teniente coronel. La cabeza de
Padilla fue exhibida en la plaza pública durante meses, ésta se convirtió en un
símbolo de la resistencia. El 15 de mayo de 1817 Juana al frente de cientos de
cholos la recuperó.
Juana Azurduy intentó
reorganizar la tropa sin recursos, acosada por el enemigo, perdió toda
colaboración de los porteños. Juana decidió dirigirse a Salta a combatir junto
a las tropas de Güemes, con quien estuvo tres años hasta ser sorprendida por la
muerte de éste, en 1821. Decidió regresar junto a su hija de 6 años, pero
recién en 1825 logró que el gobierno le dé cuatro mulas y cinco pesos para
poder regresar. En 1825 se declaró la independencia de Bolivia, el mariscal
Sucre fue nombrado presidente vitalicio. Este le otorgó a Juana una pensión,
que le fue quitada en 1857 bajo el gobierno de José María Linares. Doña Juana
terminó sus días olvidada y en la pobreza, el día 25 de mayo de 1862 cuando
estaba por cumplir 82 años. Sus restos fueron exhumados 100 años después, para
ser guardados en un mausoleo que se construyó en su homenaje.
Esta carta fue escrita ocho
años más tarde de la muerte de Güemes, cuando vagaba pobre y deprimida por las
selvas del Chaco argentino:
“A las muy honorables
juntas Provinciales: Doña Juana Azurduy, coronada con el grado de Teniente
Coronel por el Supremo Poder Ejecutivo Nacional, emigrada de las provincias de
Cbarcas, me presento y digo: Que para concitar la compasión de V. H. y llamar vuestra
atención sobre mi deplorable y lastimera suerte, juzgo inútil recorrer mi
historia en el curso de la Revolución. Uno de los pocos momentos de felicidad
fue aquel en que sorpresivamente Simón Bolívar, acompañado de Sucre, el
caudillo Lanza y otros, se presentó en su humilde vivienda para expresarle su
reconocimiento y homenaje a tan gran luchadora. El general venezolano la colmó
de elogios en presencia de los demás, y dícese que le manifestó que la nueva
república no debería llevar su propio apellido sino el de Padilla, y le
concedió una pensión mensual de 60 pesos que luego Sucre aumentó a cien,
respondiendo a la solicitud de la caudilla: Sólo el sagrado amor a la patria me
ha hecho soportable la pérdida de un marido sobre cuya tumba había jurado vengar
su muerte y seguir su ejemplo; mas el cielo que señala ya el término de los
tiranos, mediante la invencible espada de V.E. quiso regresase a mi casa donde
he encontrado disipados mis intereses y agotados todos los medios que pudieran
proporcionar mi subsistencia; en fin rodeada de una numerosa familia y de una
tierna hija que no tiene más patrimonio que mis lágrimas; ellas son las que
ahora me revisten de una gran confianza para presentar a V.E. la funesta lámina
de mis desgracias, para que teniéndolas en consideración se digne ordenar el
goce de la viudedad de mi finado marido el sueldo que por mi propia graduación
puede corresponderme”.
Juana
Azurduy
(Letra:
Féliz Luna – Música: Ariel Ramírez)
Juana
Azurduy,
flor
del Alto Perú:
no
hay otro capitán
más
valiente que tú.
Oigo
tu voz
más
allá de Jujuy
y
tu galope audaz,
Doña
Juana Azurduy.
Me
enamora la patria en agraz,
desvelada,
recorro su faz;
el
español no pasará
con
mujeres tendrá que pelear.
Juana
Azurduy,
flor
del Alto Perú,
no
hay otro capitán
más
valiente que tú.
Estribillo
Truena
el cañón,
préstame
tu fusil
que
la revolución
viene
oliendo a jazmín.
Tierra
del sol
en
el Alto Perú,
el
eco nombra aún
a
Tupac Amaru.
Tierra
en armas que se hace mujer,
amazona
de la libertad.
Quiero
formar
en
tu escuadrón
y
al clarín de tu voz
atacar.
Fuente
Batticuore, Graciela – Juana Azurduy
en “Mujeres Argentinas, El lado femenino de nuestra historia”
De Miguel, Maria Esther – Editorial
Extra Alfaguara, Buenos Aires, Argentina, 1998.
Deleis, Mónica, De Titto, Ricardo y
Arguindeguy, Diego L. – “Mujeres de la Política Argentina”, Ed.
Aguilar, Buenos Aires, Argentina,
2001.
Efemérides – Patricios de Vuelta de
Obligado.
Fernández, Elizabeth y Ocampo, Irene
– Juana Azurduy, 2005.
O´Donnell, Pacho – “Juana Azurduy, La
Teniente Coronela”, Editorial Planeta.
Turone, Gabriel O. – Juana Azurduy.
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especialmente el aporte de www.revisionistas.com.ar