La Habana. 01 de Agosto de 2011. “Año 53 de la Revolución”
DISCURSO DEL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ: ¡QUE SE CONOZCA EL PENSAMIENTO DEL CHE!
Hace casi 20 años, el 18 de octubre de 1967, nos reunimos en la Plaza de la Revolución, ante una enorme multitud, para rendir homenaje al compañero Ernesto Che Guevara. Fueron aquellos días muy amargos, muy duros, en que se recibían las noticias de los acontecimientos allá por Vado del Yeso, en la Quebrada del Yuro, donde informaban las agencias cablegráficas que el Che había caído en combate.
Han pasado desde entonces casi 20 años; hoy, 8 de octubre, lo que esta vez estamos conmemorando es el día, precisamente, en que cayó en combate.
Se podría tratar de hacer aquí un discurso también muy solemne, muy grandilocuente, tal vez escrito, en estos tiempos en que, en realidad, el gran cúmulo de trabajo apenas deja un minuto libre no ya para escribir un discurso, sino, incluso, para meditar con más profundidad sobre todos aquellos acontecimientos y sobre las cosas que aquí podrían decirse.
Por eso quiero más bien en este acto recordar al Che reflexionando con ustedes, porque he reflexionado, he reflexionado mucho en torno al Che.
Tengo la más profunda convicción, la he tenido siempre y la tengo hoy, igual o más que cuando hablé aquel 18 de octubre y preguntaba cómo querían que fueran nuestros combatientes, nuestros revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hijos, y dije que queríamos que fueran como el Che, porque el Che es la personificación, es la imagen de ese hombre nuevo.
Si hace falta un paradigma, si hace falta un modelo, si hace falta un ejemplo a imitar para llegar a esos tan elevados objetivos, son imprescindibles hombres como el Che, hombres y mujeres que lo imiten, que sean como él, que piensen como él, que actúen como él y se comporten como él en el cumplimiento del deber, en cada cosa, en cada detalle, en cada actividad; en su espíritu de trabajo, en su hábito de enseñar y educar con el ejemplo; en el espíritu de ser el primero en todo, el primer voluntario para las tareas más difíciles, las más duras, las más abnegadas, el individuo que se entrega en cuerpo y alma a una causa, el individuo que se entrega en cuerpo y alma a los demás, el individuo verdaderamente solidario, el individuo que no abandona jamás a un compañero, el individuo austero; el individuo sin una sola mancha, sin una sola contradicción entre lo que hace y lo que dice, entre lo que practica y lo que proclama: el hombre de acción y de pensamiento que simboliza el Che.
Y como una prueba de lo que anteriormente decía acerca de la presencia y vigencia del Che, yo podría preguntar: ¿Habría un momento más oportuno para recordar al Che con toda la fuerza, con el más profundo sentimiento de reconocimiento y de gratitud que una fecha como esta, un aniversario como este? ¿Habría algún momento mejor que este, en pleno proceso de rectificación?
¿Y qué estamos rectificando? Estamos rectificando precisamente todas aquellas cosas —y son muchas— que se apartaron del espíritu revolucionario, de la creación revolucionaria, de la virtud revolucionaria, del esfuerzo revolucionario, de la responsabilidad Revolucionaria, que se apartaron del espíritu de solidaridad entre los hombres. Estamos rectificando todo tipo de chapucerías y de mediocridades que eran precisamente la negación de las ideas del Che, del pensamiento revolucionario del Che, del estilo del Che, del espíritu del Che y del ejemplo del Che.
Por ejemplo, el trabajo voluntario, que fue una creación del Che, y una de las mejores cosas que nos legó en su paso por nuestra patria y en su participación en nuestra Revolución.
Decaía cada vez más y más; ya era casi un formalismo, en ocasión de una fecha tal y más cual, un domingo, un correcorre en ocasiones para hacer cosas desorganizadas, y prevalecía cada vez más el criterio burocrático, el criterio tecnocrático de que el trabajo voluntario no era cosa fundamental ni esencial; la idea, prácticamente, de que el trabajo voluntario fuera una especie de tontería y perdedera del tiempo, que los problemas había que resolverlos con horas extras, con más y más horas extras, mientras ni siquiera se aprovechaba de una forma correcta la jornada laboral; ya habíamos caído en el pantano del burocratismo, de las plantillas infladas, de las normas anacrónicas, de la trampa, de la mentira; habíamos caído en un montón de vicios que, realmente, habrían horrorizado al Che, porque si al Che le hubiesen dicho que algún día en la Revolución Cubana iban a existir unas empresas que por ser rentables robaban, se habría horrorizado; que unas empresas que por ser rentables y repartir premios, no sé cuántas cosas, y primas, vendían los materiales con que tenían que construir y los cobraban como si hubieran construido, el Che se habría horrorizado.
Si al Che le hubieran dicho que aparecerían unas empresas en que, para cumplir y sobrecumplir fraudulentamente el plan, asignaban al mes de diciembre la producción del mes de enero, el Che se habría horrorizado.
Si al Che le hubieran dicho que iban a aparecer unas normas tan flojas, tan blandengues y tan inmorales que, en ciertas ocasiones, la totalidad casi de los trabajadores las cumplían dos veces y tres veces, el Che se habría horrorizado.
Si le hubieran dicho que el dinero se iba a empezar a convertir en el instrumento principal, la fundamental motivación del hombre, él, que tanto advirtió contra eso, se habría horrorizado; que las jornadas no se cumplían y aparecían los millones de horas extras; que la mentalidad de nuestros trabajadores se estaba corrompiendo, y que los hombres iban teniendo cada vez más un signo de peso en el cerebro, el Che se habría horrorizado, porque él sabía que por esos caminos tan trillados del capitalismo no se podía marchar hacia el comunismo, que por esos caminos un día habría que olvidar toda idea de solidaridad humana e incluso de internacionalismo; que por aquellos caminos no se marcharía jamás hacia un hombre y una sociedad nuevos.
Si al Che le hubieran dicho que un día se pagarían primas y más primas, y primas de todas clases, sin que aquello tuviera nada que ver con la producción, el Che se habría horrorizado.
Si hubiese visto un día un conjunto de empresas, plagadas de capitalistas de pacotilla —como les llamamos nosotros—, que se ponen a jugar con el capitalismo, que empiezan a razonar y a actuar como capitalistas, olvidándose del país, olvidándose del pueblo, olvidándose de la calidad, porque la calidad no importaba para nada, sino el montón de dinero que ganara con aquella vinculación; y que un día se iba a vincular no ya solo el trabajo manual, que tiene cierta lógica, como cortar caña y otras numerosas actividades manuales y físicas, sino que hasta el trabajo intelectual se iba a vincular; que hasta los trabajadores de la radio y la televisión iban a terminar vinculados, y que aquí terminaría por ese camino hasta el cirujano vinculado, sacándole tripas a cualquiera para ganar el doble y el triple, digo la verdad, el Che se habría horrorizado, porque esos caminos no conducirán jamás al comunismo, esos caminos conducen a todos los vicios y a todas las enajenaciones del capitalismo.
Esos caminos —repito—, y el Che lo sabía muy bien, no conducirían jamás a la construcción de un verdadero socialismo, como etapa previa y de tránsito hacia el comunismo.
Pero no se imaginen al Che una persona ilusa, una persona idealista, una persona desconocedora de las realidades; el Che comprendía y tomaba en cuenta las realidades. Pero el Che creía en el hombre.
Y el Che tenía una gran fe en el hombre. A la vez que era realista, el Che no rechazaba los estímulos materiales, los consideraba necesarios en la etapa de tránsito, en la construcción del socialismo; pero el Che le daba un peso importante, y cada vez mayor, al factor conciencia, al factor moral.
El Che era un hombre de pensamiento muy profundo, y el Che tuvo una excepcional posibilidad durante los primeros años de la Revolución de profundizar en aspectos muy importantes de la construcción del socialismo, porque, por sus cualidades cada vez que hacía falta un hombre para un cargo importante, ahí estaba el Che; era, realmente, multifacético, y cualquier tarea que se le asignara la cumplía con una seriedad y una responsabilidad total.
Pero en esencia, ¡en esencia!, el Che era radicalmente opuesto a utilizar y desarrollar las leyes y las categorías económicas del capitalismo en la construcción del socialismo; y planteaba algo en que hemos insistido muchas veces, que la construcción del socialismo y del comunismo no es solo una cuestión de producir riquezas y distribuir riquezas, sino es también una cuestión de educación y de conciencia. Era terminantemente opuesto al uso de esas categorías que han sido trasladadas del capitalismo al socialismo, como instrumentos de la construcción de la nueva sociedad.
Algunas ideas del Che en cierto momento fueron mal interpretadas, e incluso mal aplicadas. Ciertamente nunca se intentó llevarlas seriamente a la práctica, y en determinado momento se fueron imponiendo ideas que eran diametralmente opuestas al pensamiento económico del Che.
No es esta la ocasión de profundizar sobre el tema; me interesa esencialmente, expresar una idea: hoy, en este XX Aniversario de la muerte del Che; hoy, en medio del profundo proceso de rectificación en que estamos enfrascados. Yo sólo pido modestamente, en medio de este proceso de rectificación, en medio de este proceso y de esta lucha, yo lo que pido modestamente, en este XX Aniversario, es que el pensamiento económico del Che se conozca; se conozca aquí, se conozca en América Latina, se conozca en el mundo: en el mundo capitalista desarrollado, en el Tercer Mundo, y en el mundo socialista, ¡que también se conozca allí!, que del mismo modo que nosotros leemos muchos textos de todas clases y muchos manuales, también en el campo socialista se conozca el pensamiento económico del Che. ¡Que se conozca!
Hay muchas ideas del Che que son de una vigencia absoluta y total, ideas sin las cuales estoy convencido de que no se puede construir el comunismo, como aquella idea de que el hombre no debe ser corrompido, de que el hombre no debe ser enajenado, aquella idea de que sin la conciencia, y solo produciendo riquezas, no se podrá construir el socialismo como sociedad superior y no se podrá construir jamás el comunismo.
Pienso que muchas de las ideas del Che, ¡muchas de las ideas del Che!, tienen una gran vigencia; si hubiéramos conocido, si conociéramos el pensamiento económico del Che, estaríamos cien veces más alertas, incluso, para conducir el caballo, y cuando el caballo quiera torcer a la derecha o a la izquierda, donde quiera torcer el caballo —aunque, sin duda, en este caso se trataba de un caballo derechista—, darle un buen halón de freno al caballo y situarlo en su camino, y cuando el caballo no quiera caminar, darle un buen espuelazo.
Tenemos suficiente experiencia para saber cómo hacer las cosas, y en las ideas del Che, en el pensamiento del Che hay principios valiosísimos, de un valor inmenso, que rebasan simplemente ese marco que muchos puedan tener de la imagen del Che como un hombre valiente, heroico, puro; del Che como un santo por sus virtudes, y un mártir por su desinterés y heroísmo, sino del Che como revolucionario, del Che como pensador, del Che como hombre de doctrina, como hombre de grandes ideas que con una gran consecuencia fue capaz de elaborar instrumentos, principios que, sin duda, son esenciales en el camino revolucionario.
Los capitalistas se sienten muy felices cuando se les empieza a hablar de renta, de ganancia, de interés, de primas, de superprimas; cuando se les empieza a hablar de mercados, de oferta y de demanda, como elementos reguladores de la producción y promotores de la calidad, la eficiencia y todas esas cosas, porque dicen: eso es lo mío, esa es mi filosofía, esa es mi doctrina, y son felices del énfasis que el socialismo pueda poner en ello, porque saben que son aspectos esenciales de la teoría, de las leyes y de las categorías del capitalismo.
Y digo así, con satisfacción, hoy, que estamos rindiéndole al Che el honor que merece, el tributo que merece; ¡y si él vive, más que nunca, la patria vivirá también más que nunca! ¡Si él es un adversario más poderoso que nunca frente al imperialismo, la patria será también más fuerte que nunca frente a ese mismo imperialismo y frente a su podrida ideología! ¡Y si un día escogimos el camino de la Revolución, de la Revolución socialista, el camino del comunismo, de la construcción del comunismo, hoy estamos más orgullosos de haber escogido ese camino, porque solo ese camino es capaz de crear hombres como el Che, es capaz de forjar un pueblo de millones de hombres y mujeres capaces de ser como el Che!
Como decía Martí: ¡Si hay hombres sin decoro, hay hombres que llevan en sí el decoro de muchos hombres! Podríamos añadir: hay hombres que llevan en sí el decoro del mundo, ¡y ese hombre es el Che!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!