Izzeldin Abuelaish: “Los palestinos
tienen el derecho de ser libres”
El asesinato de sus tres hijas -ocurrido en enero del año 2009 durante una incursión israelí a Gaza- no endureció el corazón de este galeno, ni debilitó su disposición para actuar por la humanidad
Izzeldin Abuelaish
Izzeldin Abuelaish nació y fue criado en el campo de refugiados de Jabalia. Estudió medicina en El Cairo, Egipto y luego se diplomó en el Instituto de Obstetricia y Ginecología de la Universidad e Londres. Entre 1997 y 2002 completó su residencia en obstetricia y ginecología en el Hospital Universitario de Soroka, en Beer Sheva, Israel. También se desempeña como profesor asociado de Medicina en la Escuela de Salud Publica de Dalla Lana, de la Universidad de Toronto.
Con base en su destacada trayectoria profesional y humanitaria, el Parlamento de Bélgica lo nominó para el premio Nobel de la paz de 2012. Además, cuenta con diferentes premios y menciones honoríficas
Actualmente se encuentra en Venezuela, auspiciado por la Embajada de Palestina en el país, para presentar su más reciente libro No voy a odiar. Durante su estadía en la patria de Bolívar sostendrá distintos encuentros con estudiantes de la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Bolivariana de Venezuela, además de representantes de organizaciones populares y pueblo en general. El Correo del Orinoco conversó en exclusiva con Izzeldin Abuelaish para conocer los detalles de su experiencia como médico en Gaza. La entrevista fue posible gracias a la labor del intérprete Dárwin Cárdenas.
-¿A qué situación específica obedece el nombre de su libro No voy a odiar?
-El libro lo empecé a escribir hace cinco años atrás, y trata sobre mi vida como palestino. Es una historia personal, una biografía, una memoria, para mostrar -además del sufrimiento- de dónde vengo, dónde estoy ahora y cómo llegué ahí.
Como refugiado palestino “pasé por muchos sufrimientos y tuve que asumir una gran responsabilidad y un gran desafío para cambiar mi vida. Ahora la idea es darle esperanza a la gente diciendo que no soy excepcional, porque hay otros como yo que han hecho lo mismo, porque todos podemos lograrlo”.
“Después de lo que pasó entre 2008 y 2009, cuando Israel atacó a Gaza, y la tragedia que yo encaré cuando mis tres hijas fueron asesinadas, la gente esperaba que yo comenzara a odiar, y pese a que ese es un aspecto de la naturaleza humana, esa no fue mi decisión. En la vida tenemos la opción de escoger entre lo bueno y lo malo, pero a veces es difícil tomar el camino correcto; se necesita mucha fuerza, coraje y tener la mente abierta”, comentó.
A su juicio “no es precisamente con odio que podemos hacer la diferencia en nuestras vidas y en la vida de los demás. Cuando actuamos con ira hacia alguien, porque nos hizo algún daño, ese sentimiento está focalizado en la persona que odia, porque su adversario está desconectado de esa realidad. Si queremos derrotar a aquel que nos ha hecho algún daño no es precisamente con el odio que vamos a lograrlo”.
-¿Es la medicina, entonces, un canal o herramienta para lograr el cambio y alcanzar la paz?
-La medicina tiene un solo rostro, una sola cultura, una sola norma y únicos valores, porque es un rostro humano: el curar, el sanar. Cuando atendemos a los pacientes en un hospital, los tratamos a todos por igual, con respeto, privacidad, deseándoles a todos que sean curados y puedan llevar una buena vida.
Sin embargo, agregó, “la mejor medicina que podemos ofrecer es tratar a los demás con igualdad y respeto. Por eso me fui a Israel para mostrar que nosotros en este mundo podemos colaborar y que estamos juntos como seres humanos”.
-¿Su teoría, además de partir de un principio humanitario, también se basa en el conocimiento científico, o solo es parte de su experiencia de vida?
-Es un método racional. Todo el mundo sabe que cuando estamos molestos perdemos el control y cometemos errores, pues somos humanos. Por eso hay que evitar actuar desde el odio. Las palabras pueden ser constructivas o destructivas, y las personas más fuertes no son aquellas que gritan u ofenden, sino las que se mantienen tranquilas cuando están molestas.
Enfatizó que “hay que hacer entender a la gente qué vida quiere para sí misma y para los demás, y en qué mundo quiere vivir, pero no podemos pedirle a la gente que cambie, sino ser nosotros mismos los que tomemos la iniciativa, porque en la medida en que nosotros cambiemos también cambian los demás. En el Corán se lee: ‘Dios nunca va a cambiar lo que hay en la gente hasta que ellos cambien sus propias mentes, sus corazones”.
-¿A quién va dirigido su mensaje? ¿A los pueblos o a los gobiernos?
-Yo he ido a distintos lugares, me he reunido con muchas personas y les he dicho que es importante que crean en algo y que tengan fe para poder lograr sus metas. Este es un mensaje unificado, con un solo color, por eso lo transmito a los gobiernos y a la gente. Las autoridades tienen que entender que están allí para ayudar a su gente, no para oprimirla.
“El mensaje del libro no es más que el mensaje de esperanza que todos portamos. La idea es mostrar que las tragedias que nos ocurren no son el fin del mundo, porque mucho podemos hacer para salir adelante más allá de nuestros dolores. En cada cosa mala hay algo bueno, y por muy pequeño que sea ese aspecto positivo, podemos reproducirlo para hacer que sea mucho más grande”.
A su juicio “llevar este mensaje es una responsabilidad moral. Sostener encuentros con funcionarios del gobierno puede ayudar a divulgar el mensaje más rápido y de una manera más fuerte, pero siento especial agrado cuando me reúno con los jóvenes, porque ellos son buenos difundiendo las ideas, están más abiertos y dicen lo que sienten”.
EL SUFRIMIENTO
-¿Cómo ha sido afectada la población que radica Gaza tras la invasión israelí?
-La gente que está en la Franja de Gaza es parte del pueblo palestino; por lo tanto, representa su sufrimiento. Los palestinos están sufriendo de muchas enfermedades, pero lo que más padecen es la falta de libertad y de justicia.
Si queremos ayudar a curar al pueblo palestino tenemos que enfocarnos en darle su libertad, para que pueda llevar una vida normal como todos los demás; vivir sin temor, sin pensar qué va a pasar mañana, para que puedan construir su propio futuro. Eso es lo que se necesita, que este mundo esté libre de la injusticia, de la ignorancia, de la arrogancia y la codicia. Los palestinos tienen el derecho de ser libres. Todos nacimos en libertad; por lo tanto, nadie debería pagar un precio para ser libre. Necesitamos un mundo libre, pero no con esa libertad de la que hablamos en la democracia, sino la libertad que existía antes de que hubiese democracia.
Izzeldin Abuelaish admitió que “el impacto de la violencia, en cualquier comunidad, afecta no solo la salud de sus habitantes sino también lo social y lo económico. El conflicto y la violencia destruyen a las comunidades y consumen sus recursos. Es como una enfermedad que recorre el cuerpo del paciente y al final, si no se le aplica tratamiento, lo consume”.
Sin embargo, añadió, “no se puede culpar a quienes están siendo violentos, porque ellos no vinieron al mundo así, más bien nacieron limpios, saludables, buena gente, pero al ser criados en un ambiente violento, sus actitudes se tornaron violentas”.
“Si vamos a un lugar donde hay un paciente con neumonía sin protegernos, cuando esta persona tose y expande las bacterias causantes de la enfermedad, simplemente nos va a contagiar. Tenemos que pensar la violencia como una exposición, no como un agente que causa otro”, reflexionó.
SECRETO PARA LA PAZ
-¿Qué sugiere para que haya paz y entendimiento entre los pueblos del mundo?
-Conocernos. Conocernos no es saber el nombre de alguien o ver su rostro, sino descubrir y respetar su parte interna. Cuando alguien quiere hacernos daño, con solo ver sus ojos ya lo sabemos. Por eso, en la medida en que compartimos con otros nos dirigimos hacia la recuperación de la felicidad que perdimos. Cuando otras personas son felices y nos transmiten este sentimiento, dicha felicidad se va a ver reflejada en nosotros mismos.
A las personas con recursos que ven su felicidad pero no pueden proveer seguridad a los demás, “se les dificulta encontrar seguridad para ellas mismos. ¿Cómo yo puedo ser feliz comiendo si sé que mi vecino tiene hambre? La humanidad radica básicamente en complementarnos los unos a los otros, no dividirnos ni competir entre nosotros. Al final de los días no importa todo lo que se haya acumulado en la vida, pues todo eso pierde valor, y si suma es porque hay algo malo en ello, y es allí cuando se pasa a ser un prisionero o esclavo de la codicia”.
ESPERA REGRESAR
-En los medios internacionales se dice mucho sobre Venezuela. ¿Qué impresión se lleva del país?
-Me llevo el deseo de querer volver, de la esperanza. Acá uno se conecta muy rápido con la gente. Veo que la gente en este país está bendecida por tener la calidez y ese ambiente tan amoroso de vida. Tienen los recursos, la naturaleza, esto es un paraíso. Pero lo más importante es trabajar para mantenerlos y garantizar el futuro de las nuevas generaciones. Creo en el poder de uno. Uno puede comenzar el cambio para destruir las barreras mentales y físicas y proteger los recursos, que son una bendición de Dios, para luego compartirlos de manera responsable.
Texto/ Héctor Escalante
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