EN EL PLAN, FIGURABAN ¡HASTA BARCOS RUSOS!
Entre los años 1816 y
1819 Buenos Aires vivió bajo la terrible amenaza de la inminente
llegada de una fuerte expedición española que tenía como objetivo reconquistar
el Río de la Plata
para el trono español. Esta expedición punitiva estaría compuesta por veinte
mil hombres de infantería, mil quinientos caballos y un centenar de cañones.
Sería transportada desde España en unos cien navìos españoles, rusos,
alemanes y franceses, entre otros.
Tras la caída de
Napoleón, las fuerzas de la llamada Santa Alianza restauraron, en 1814, a Fernando VII en el
trono español. Las primeras medidas del rey fueron abolir la Constitución de 1812
y restablecer la inquisición y los jesuitas. Fueron perseguidos los
afrancesados, los partidarios de la Constitución , los liberales en general y los
masones en particular.
Entre los liberales y
los masones figuraba el coronel Rafael del Riego. Los preparativos de la
expedición realista en Cádiz preocupaban a todos. Con el fin de vigilar de
cerca los acontecimientos y tratar de conjurar aquellas medidas, el Director
Pueyrredón envió una serie de emisarios a Europa. Destinados a Cádiz partieron
Tomás Lezica y Andrés Arguibel. Dice el general Tomás de Iriarte, en sus conocidas
Memorias, que conoció a Arguibel en Cádiz en esos años; que éste era
comerciante en aquella ciudad y perdió su fortuna al servicio de la causa
patriota.
Los españoles
liberales, disconformes con el régimen absolutista de Fernando VII, habían provocado
dieciocho sublevaciones entre 1814 y 1820. El ministro inglés Canning y el ruso
conde de Capodistria también ayudaron a los liberales en su plan. Capodistria
retardaba la entrega de los navíos para transportar la expedición al Río de la Plata y aconsejaba al zar no
inmiscuirse en los problemas españoles.
Canning permaneció en
Francia hasta 1822, y cuando regresó a Inglaterra impuso en los siguientes
cinco años su plan de ayuda a los liberales españoles, portugueses, griegos,
americanos y hasta irlandeses.
Los completados en el plan para impedir la partida de la expedición de Cádiz trataron de atraerse al jefe de la misma, el general José O'Donell, pero fracasaron y entonces confiaron la misión al coronel Rafael del Riego, comandante del regimiento de Asturias. El 1° de enero de 1820, en Cabezas de San Juan, del Riego se sublevó y ante la tropa formada proclamó
La poderosa expedición
que el rey Fernando VII había ordenado reunir "para equiparse y ejercitarse
en las armas", en los alrededores de Sevilla y Cádiz, como es lógico,
nunca partió.
De las maniobras de
los liberales españoles no estuvieron ajenas las actividades de los agentes
argentinos, y la gran cantidad de dinero que éstos invirtieron.
Una importante
cantidad de ese dinero fue facilitada por el poderoso financista de Buenos
Aires don Ambrosio de Lezica. Don Ambrosio envió a Cádiz a su hermano Tomás con
fuertes sumas de dinero que éste distribuyó entre los oficiales y soldados
para hacerlos sublevar.
Por el fracaso de esta
poderosa expedición se movilizaron varios miembros de logias masónicas. El
dinero llegó también a esferas altas del gobierno español y así la expedición
de Morillo de 1816 fue desviada del Río de la Plata y enviada a Venezuela (el general Vigodet
confirmó esto en Cádiz al general Tomás de Iriarte).
Otra expedición, que
se preparaba en Cádiz en 1819 con destino al Río de la Plata a las órdenes del conde de Labisbal, fue también desquiciada por las actividades de Andrés
Arguibel. Como consecuencia de esta acción, se vio obligado a abandonar su
hogar emigrando a Gibraltar; al respecto dice Iriarte que en este episodio
acabó de consumarse la ruina de su fortuna.
Arguibel murió pobre
en Buenos Aires. Una calle de la ciudad lleva su nombre, modesto homenaje a
personaje que tantos notables servicios le brindó a su país.