lunes, julio 09, 2012

Historia Nac&Pop: Día de la Independencia, la historia del gran contraataque de Fernando VII que nunca zarpó de España

EN EL PLAN, FIGURABAN ¡HASTA BARCOS RUSOS!

Entre los años 1816 y 1819 Buenos Aires vivió bajo la te­rrible amenaza de la inminen­te llegada de una fuerte expedición española que tenía como objetivo reconquistar el Río de la Plata para el trono español. Esta expedición punitiva estaría compuesta por veinte mil hombres de infantería, mil quinientos caballos y un cente­nar de cañones. Sería transporta­da desde España en unos cien na­vìos españoles, rusos, alemanes y franceses, entre otros.
Tras la caída de Napoleón, las fuer­zas de la llamada Santa Alianza restauraron, en 1814, a Fernando VII en el trono español. Las prime­ras medidas del rey fueron abolir la Constitución de 1812 y restablecer la inquisición y los jesuitas. Fueron perseguidos los afrancesados, los partidarios de la Constitución, los liberales en general y los masones en particular.

Entre los liberales y los masones figuraba el coronel Rafael del Riego. Los preparativos de la expedición realista en Cádiz preocupaban a todos. Con el fin de vigilar de cerca los acontecimientos y tratar de conjurar aquellas medidas, el Director Pueyrredón envió una serie de emisarios a Europa. Destinados a Cádiz partieron Tomás Lezica y Andrés Arguibel. Dice el general Tomás de Iriarte, en sus conocidas Memorias, que conoció a Argui­bel en Cádiz en esos años; que éste era comerciante en aquella ciudad y perdió su fortuna al servi­cio de la causa patriota.
Los espa­ñoles liberales, disconformes con el régimen absolutista de Fernando VII, habían provocado dieciocho sublevaciones entre 1814 y 1820. El ministro inglés Canning y el ruso conde de Capodistria también ayu­daron a los liberales en su plan. Capodistria retardaba la entrega de los navíos para transportar la expedición al Río de la Plata y aconsejaba al zar no inmiscuirse en los problemas españoles.
Can­ning permaneció en Francia hasta 1822, y cuando regresó a Inglate­rra impuso en los siguientes cinco años su plan de ayuda a los libera­les españoles, portugueses, grie­gos, americanos y hasta irlan­deses.





Los completados en el plan para impedir la partida de la expedición de Cádiz trataron de atraerse al je­fe de la misma, el general José O'Donell, pero fracasaron y enton­ces confiaron la misión al coronel Rafael del Riego, comandante del regimiento de Asturias. El 1° de enero de 1820, en Cabe­zas de San Juan, del Riego se su­blevó y ante la tropa formada pro­clamó la Constitución de 1812. El rey se vio obligado a jurar la misma el 8 de marzo y al día siguiente quedaron libres todos los presos políticos.

La poderosa expedición que el rey Fernando VII había orde­nado reunir "para equiparse y ejer­citarse en las armas", en los alre­dedores de Sevilla y Cádiz, como es lógico, nunca partió.
De las maniobras de los liberales españoles no estuvieron ajenas las actividades de los agentes argenti­nos, y la gran cantidad de dinero que éstos invirtieron.
Una impor­tante cantidad de ese dinero fue facilitada por el poderoso financis­ta de Buenos Aires don Ambrosio de Lezica. Don Ambrosio envió a Cádiz a su hermano Tomás con fuertes sumas de dinero que éste distribuyó entre los oficiales y sol­dados para hacerlos sublevar.
Por el fracaso de esta poderosa expe­dición se movilizaron varios miembros de logias masónicas. El dine­ro llegó también a esferas altas del gobierno español y así la expedi­ción de Morillo de 1816 fue desvia­da del Río de la Plata y enviada a Venezuela (el general Vigodet con­firmó esto en Cádiz al general To­más de Iriarte).
Otra expedición, que se preparaba en Cádiz en 1819 con destino al Río de la Plata a las órdenes del conde de Labisbal, fue también desquiciada por las actividades de Andrés Arguibel. Como conse­cuencia de esta acción, se vio obli­gado a abandonar su hogar emi­grando a Gibraltar; al respecto di­ce Iriarte que en este episodio aca­bó de consumarse la ruina de su fortuna.
Arguibel murió pobre en Buenos Aires. Una calle de la ciudad lleva su nombre, modesto homenaje a personaje que tantos notables ser­vicios le brindó a su país. 

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