jueves, julio 25, 2013

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Un paracaidista se arroja desde gran altura, cerca de Buenos Aires. Llegando a la altitud aconsejable para abrir el paracaídas, el hombre tira de la cuerda que acciona el adminículo, pero no pasa nada. «Tranquilo, tranquilo», se dice. «Todavía tenés el paracaídas de emergencia».
Sin temor ni inquietud, tira de la segunda piola. la que abre el paracaídas de emergencia, pero tampoco pasa nada: el hombre sigue en caída libre y ya sin paracaídas que lo detenga. «Se acabó», piensa, ya en pánico. «Ya no me salva ni Dios...». 
Justo en ese momento ve venir volando desde la tierra, en dirección ascendente y hacia él, a un hombre vestido con un mameluco gris. 
En medio del terror por la caída, y sin comprender de dónde viene o hacia dónde va, cuando lo tiene cerca el paracaidista le grita:

- ¡Eh, flaco! ¿Sabés algo de paracaídas?

Y el otro le responde:


- ¡Nada! ¿Y vos: sabés algo de estufas a gas?

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