La hija de un empresario judío laico se pone de novia con un chico «datí» (muy religioso). Naturalmente, el padre pide conocer al pretendiente de la nena, y lo invita a tomar un café a su oficina. El chico aparece, vestido de negro y con sombrero de ala ancha. El padre lo mira y de inmediato va al grano:
-Así que querés casarte con mi hija Yael... Y decime: ¿a qué te dedicás?
-Estudio Torá (Antiguo Testamento) todo el día.
-Y... ¿cómo pensás mantenerla?
-La Torá dice claramente: «Dios proveerá».
-Pero ustedes los religiosos suelen tener muchos, muchos chicos. ¿Cómo vas a alimentarlos, a mantenerlos, a educarlos?
-Ningún problema: la Torá dice «Dios proveerá».
-Pero tu familia va a querer irse de vacaciones al menos una vez por año, comprarse cosas para la casa, vestirse con ropas lindas... ¿Cómo vas a hacer?
-Lo dice la Torá, señor: «Dios proveerá».
Y así se suceden las preguntas y la respuesta es siempre la misma. A la noche, cuando llega a su casa, el empresario encuentra a su esposa ansiosa por saber de la entrevista.
-¿Y? ¿Qué te pareció el novio de Yael?
-Divino, un amor el pibe. Recién nos conocemos y ya se cree que soy Dios...