Un barco naufraga en alta mar; los
únicos dos sobrevivientes son un tripulante bajo y gordito, y una rubia
despampanante, joven y bella. En la isla a la que los arroja el mar no hay nada
para hacer más que sobrevivir, y al tiempo sucede lo inevitable: el hombre y la
mujer se abocan a la diversión de a dos más vieja de la historia.
Así pasan los días haciendo el amor,
cazando y pescando. Un día la marea arroja sobre la playa una valija; la abren
y encuentran que todo su contenido es ropa de hombre.
La miran, la revisan en busca de algo
útil y cuando están en esa tarea el hombre dice:
- Mi amor: ¿puedo pedirte algo?
- Sí, claro; lo que quieras...
- Por favor: vestite de varón...
Ponete un traje, una camisa, una corbata, zapatos abotinados, medias...
La chica, convencida de que se trata
de una fantasía erótica de su compañero, accede de buen grado.
Se interna en
los matorrales, se viste y regresa con el pelo recogido y radiante en su ropa
de varón.
El hombre la mira, se le acerca y le susurra al oído:
- Flaco: ¡no sabés el minón que me
estoy comiendo!