Una rubia modelo va a una escuela de
pilotaje de helicópteros y se inscribe en el curso de principiantes. El
instructor la saca a dar una vuelta con una de las máquinas, le permite tomar
los comandos y volar un rato a baja altura. La clase se repite tres veces, y a
la cuarta el instructor le dice a la rubia que va a guiarla por radio, porque
ese día la deja volar sola.
La chica no cabe en sí de la alegría,
se pone los auriculares y parte en su vuelo de bautismo. Cuando llega a 1.000
pies de altura se comunica con el instructor y grita en el micrófono:
-¡Esto es maravilloso! ¡La vista es
divina! ¡Y volar este aparato es más fácil de lo que pensaba!
Al llegar a los 2.000 pies, se repite
el entusiasmo:
-¡Me está yendo espectacular! ¡El
helicóptero ya no tiene secretos para mí!
Sin embargo, al llegar a los 3.000
pies el instructor ve con horror que la máquina pierde sustentación y se
desploma a tierra. Espantado, sale corriendo al lugar del accidente y logra
arrancar a la modelo, milagrosamente indemne, de entre los restos del aparato.
Y pregunta:
-¿Qué te pasó, rubia? ¡Venías bárbaro!
¿Falló algo?
Y la chica responde:
-¡No sé, no sé! Iba todo excelente,
pero a medida que subía me dio frío, y apagué el ventilador de techo...