Un español se va de vacaciones a Niza;
sale a caminar por la playa, y la visión de las hermosas mujeres en «topless»
lo hace vibrar. Intenta acercarse a dos o tres de ellas, pero no consigue ni
que lo miren. Va a un bar en la playa, pide una cerveza y descubre,
sorprendido, que el mozo habla castellano: es argentino. Y le cuenta sus
cuitas.
-No te preocupés, macho. Cruzate
enfrente, a la boutique; te comprás un slip rojo, bien chiquito y apretado, y
vas a ver cómo pican...
El español sigue el consejo; cruza,
compra el minúsculo traje de baño, se lo pone y sale a pasear por la playa.
Pero el resultado es el mismo. Entre angustiado y enojado, regresa al bar, y
encara al mozo:
-Hombre, que tú me prometiste que el
bañador sería infalible.
-Bueno, probá otra cosa: ponete una
papa adentro del slip y paseate así. Vas a ver que así no hay mina que se te
resista.
El turista, nuevamente, obedece la
directiva. Sale con la papa en la malla a pasear por la playa, y vuelve a
fracasar. Ya indignado, regresa al bar:
-¡Que no, hombre, que no! ¡He hecho
todo lo que me has indicado y nada! ¡Hasta me miraron con desagrado!
El argentino, observándolo, le dice
entonces:
-¿Y por qué no probás poniéndote la
papa del lado de adelante?