Harta de las vicisitudes del euro,
Angela Merkel decide tomarse unas merecidas vacaciones y elige un destino
bello, cercano y barato: Grecia.
La primera ministra de Alemania
desembarca con toda su (numerosa) comitiva en el aeropuerto internacional de
Atenas y se dirige a la ventanilla de migraciones.
Allí la atiende un empleado, que
comienza con el habitual interrogatorio:
- ¿Pasaporte?
- Acá lo tiene...
- ¿Sexo?
- Femenino...
- ¿Nacionalidad?
- Alemana...
En ese punto del cuestionario, el
empleado levanta la vista y ve el séquito que la acompaña y pregunta:
- ¿Ocupación?
- No. turismo, nomás...