martes, agosto 21, 2012

Marcelo Colussi: Del Peronismo al Chavismo I - Marcelo Colussi: Péronisme à Chavismo I


I

Dar a conocer estas reflexiones puede traerme más problemas que otra cosa. Más aún en un contexto pre-electoral como el que ahora vive Venezuela. 
De todos modos las considero imprescindibles. En definitiva, debatir críticamente con altura y honestidad buscando alternativas y soluciones a lo que se entrevé como problema es lo mejor que podemos hacer quienes aportamos desde este siempre mal definido e incómodo papel de la “ intelectualidad ” . Siendo quizá ampuloso, podría decir que la pretensión aquí presente no es sino la de Martín Fierro: “ Y   si   canto   de   este   modo   /   por   encontrarlo   oportuno   /   no   es   para   mal   de   ninguno   /   sino   para   bien   de   todos ” .

La derecha podrá encontrar esto como “ muy   pro   Chávez,   muy   de   izquierda ” . Alguien de izquierda lo podrá ver quizá como “ reaccionario,   haciéndole   el   juego   al   imperialismo ” . Y un consumado chavista (en Venezuela) o peronista (en Argentina) lo podrá juzgar como “ antipopular ” . Pero, insisto: esto no pretende ser más que una visión crítica de un fenómeno que, además de despertar esperanzas en todo el campo popular, al mismo tiempo también puede ser peligroso para quienes aún conservan ideales de transformación social. Una vez más, pecando de ampulosos y tomando el título de un trabajo de Ricardo Galíndez, de la organización venezolana Corriente Socialista Revolucionaria - El Topo Obrero, la idea es que “ Alguien   tiene   que   decírselo   al   presidente   Chávez ” .
Pero, ¿qué tiene que decirle? Que la historia pasa facturas. Expresado de otro modo: hacer la invitación a ver el proceso venezolano en el espejo del peronismo argentino, salvando las distancias del caso, por supuesto, pero conservando las notas definitorias.
Cuenta la historia que alguna vez venía por un camino el vehículo de Lenin, cuando de pronto llega a una bifurcación. El chofer, entonces, le pregunta al camarada presidente para dónde seguir; la respuesta fue inequívoca: “ ponga   la   luz   de   giro   a   la   izquierda   y   doble   a   la   izquierda,   camarada ” . Instantes después llega a la misma bifurcación Ronald Reagan; preguntado por su chofer qué camino tomar, la respuesta fue igualmente contundente: “ ponga   la   luz   de   giro   a   la   derecha   y,   por   supuesto,   doble   a   la   derecha ” . Llegado a ese punto Juan Domingo Perón, ante la pregunta del chofer la salida fue “ ponga   la   luz   de   giro   a   la   izquierda   y   doble   a   la   derecha ” . El chavismo está haciendo eso mismo.

II

El peronismo representó una enorme transformación político-social en la Argentina de mediados del siglo XX. Sin lugar a dudas cambió la fisonomía del país, llevándolo de nación agroexportadora a potencia industrial regional, desarrollando una enorme clase obrera urbana con políticas de beneficio social inobjetables. De hecho, para la visión conservadora de la oligarquía argentina y para Washington, que para ese entonces ya manejaba los hilos de toda Latinoamérica, el peronismo resultaba una piedra en el zapato. Por eso terminaron cortando de cuajo la experiencia con un cruento golpe de Estado que intentó descabezar al movimiento popular y sindical. El exilio de Juan Domingo Perón por décadas no hizo más que engrandecer su figura de líder indiscutido y referente para las grandes masas argentinas, que siguieron siendo “ peronistas ” , y lo continúan siendo al día de hoy, más de medio siglo después de terminado el proyecto popular de los 40/50, momento de mayor participación de los sectores populares en la apropiación de la riqueza nacional. Hoy, siendo peronistas también, participan cada vez menos del producto nacional; en otros términos: están cada vez más pobres.

Sin ningún lugar a dudas ese movimiento ( “ Justicialista ” en términos oficiales, pero “ peronista ” en los hechos, asumiendo así que la figura clave en todo ello era la presencia omnímoda del general Perón) dejó huellas indelebles en la historia argentina. Con el peronismo creció la organización popular, la participación sindical, los beneficios a las grandes masas de trabajadores. Pero había límites: el peronismo no fue una propuesta de transformación social de raíz. No tocó nunca – no pretendió hacerlo, por supuesto – la estructura económica de base: no había un proyecto de expropiación de los medios de producción, control obrero de la producción, reforma agraria, construcción de una sociedad socialista. El ideario peronista bien puede resumirse en el ejemplo del vehículo ante la bifurcación: un discurso medianamente popular (o populista), elementos de antiimperialismo, pero jamás una crítica real de la estructura económica de base con propuestas de cambio revolucionario. Utilizando un lenguaje actual podría llamársele una socialdemocracia.
Salido de escena Juan Domingo Perón, sus “ herederos ” entraron en una disputa interminable. ¿Quién es el verdadero heredero de ese legado peronista? “ El   pueblo ” , como un tanto ampulosamente dijo el mismo Perón en alguna oportunidad, no. Eso no pasa de un discurso efectista, mediático. La capitalización política del enorme potencial que creó el movimiento peronista en varias décadas de dominio de la escena argentina dio lugar a controversias, duras luchas internas – muchas veces dirimidas a balazos – y ninguna participación de las grandes mayorías, a no ser con la emisión de un voto cada seis años en el famélico esquema de las democracias representativas. Hay peronismo de izquierda, incluso de vía armada, como fue la organización Montoneros en los años 70 del pasado siglo. También son peronistas grupos abiertamente fascistas, neonazis, profundamente anti-judíos y con un lenguaje anticomunista visceral. Son peronistas las burocracias sindicales de corte mafioso, ligadas a negocios cuestionables, así como también un empresariado nacional modernizante. En nombre del peronismo un personaje como Carlos Menem ( “ ¡Síganme.   No   los   voy   a   defraudar! ” decía en su campaña) introdujo las reformas neoliberales más profundas de la historia Argentina, ahondando de manera monstruosa la destrucción del Estado nacional y llevando al paroxismo el capitalismo salvaje iniciado por la dictadura militar instaurada en 1976. ¿Qué dejó el peronismo entonces? Las últimas administraciones de los esposos Kirchner han sido peronistas, y sin la virulencia explícita de las medidas neoliberales de años atrás, continúan con un proceso de polarización social empobreciendo más a los pobres, enriqueciendo más a los ricos y aceptando sin críticas el papel de monoproductor sojero que los grandes poderes mundiales asignaron al país para los próximos años en su inserción en un mundo global, más allá de mantener un discurso con tinte social. De hecho, la actual presidente peronista Cristina Fernández habla explícitamente de un “ capitalismo serio ” (¿cuál será el contrario?), mientras el descenso de vida de las grandes mayorías continúa sin parar.

En definitiva, el peronismo fue un muy intenso proceso político-social que abrió expectativas de cambio, pero que por sus límites ideológicos no pudo pasar de ser un huracán que, considerado históricamente, no cambió nada en la estructura de base. Sin dudas que la historia reciente de Argentina no puede entenderse por fuera del peronismo, pero eso en sí mismo no dice mucho en relación a los ideales de transformación. El capitalismo salvaje está ahí, más allá del discurso reformista que pueda alentar.



III

Terminada la experiencia de socialismo soviético y derrumbado el muro de Berlín, para la década de los 90 del pasado siglo se produjo un enorme retroceso en el campo popular a nivel global. Se perdieron conquistas sociales conseguidas con esfuerzo en décadas de lucha, el capital avanzó triunfante sobre los trabajadores, las condiciones de vida de las grandes masas del planeta se empeoraron y la globalización financiera fue abriendo un nuevo escenario donde parecía que ya no quedaba lugar para la esperanza de transformación, de un mundo no-capitalista. El descenso en las luchas populares fue enorme. En medio de ese mar de desconcierto y desesperanza apareció un movimiento renovador: la Revolución Bolivariana de Venezuela.

En realidad surgió más como sorpresa para propios y extraños, como rebelión palaciega proviniendo de la casa de gobierno, desde arriba hacia el pueblo, que como genuino proceso popular desde abajo. Pero ello no impidió que rápidamente fuera tomando aceptación masiva, y cuando la derecha – local e internacional – intentó sacarla de en medio, fue justamente la espontánea y masiva movilización de las masas populares la que la defendió a capa y espada. En pocos años el proceso abierto por el presidente Hugo Chávez fue consolidándose como una nueva opción de izquierda. Con un programa de gobierno amplio, difuso, contradictorio en cierta forma, apoyándose en el Che Guevara así como en la Biblia, se comenzó a hablar de socialismo del siglo XXI como una forma de superar los errores del socialismo real, burocrático y autoritario conocido hasta la fecha. Las esperanzas estaban de regreso. El campo popular y la mayor parte de la izquierda del mundo saludaron este movimiento como una buena noticia.
Sin dudas, igual que el peronismo en su momento, las mejoras sociales se dejaron sentir rápidamente. Sin plantearse como un proyecto de transformación revolucionaria – el socialismo del siglo XXI sabe lo que no quiere ser, pero no tiene un programa concreto que lo defina – fueron apareciendo beneficios para la población que llevaron el proceso bolivariano a una aceptación muy grande, con alrededor de un 60% de la población venezolana siguiéndolo con pasión. Esos beneficios eran, en realidad, el resultado de una más justa repartición de la histórica renta petrolera del país. Todo el proceso comenzó a girar en torno a la figura cada vez más omnipresente de Chávez.

14 años después de iniciada la Revolución Bolivariana, el proceso en curso abre muchos interrogantes. En realidad no hay un ideario socialista genuino, ni del siglo XXI ni de ningún tipo. Es cierto que se han dado importantes mejoras en las condiciones de vida de la gran masa de venezolanos, pero siempre desde una óptica socialdemocrática y reformista. La propiedad privada de los grandes grupos de poder, nacionales y multinacionales, no se ha tocado, ni nada indica que se vaya a tocar. No ha habido proceso de reforma agraria. El capital financiero hace sus negocios tranquilamente, y luego de unos años de relativa bonanza para las mayorías populares, las condiciones generales de vida no siguen mejorando porque la acumulación capitalista las frena. En forma creciente la participación de los sectores más desposeídos en la renta nacional baja, en tanto los sectores económicamente más poderosos, en cuenta el sector financiero, se tornan más beneficiados. La producción nacional no se ha diversificado, siendo excesivamente grande la dependencia de las importaciones (70% de los alimentos, por ejemplo). Se llegó a hablar, incluso, de “ socialismo petrolero ” . Sabiendo que los procesos de transformación del Estado en una revolución socialista nunca son fáciles (el siglo XX dio varios y ricos ejemplos), en Venezuela, después de 14 años, no hay una clara ideología socialista que vaya barriendo con los vicios y prácticas culturales del capitalismo. Por el contrario, la corrupción y el autoritarismo siguen estando a la orden del día. En muy buena medida el Estado petrolero sigue siendo un botín para sectores que, amparados en un discurso chavista vacío, no se dedican sino a hacer negocio.

Todo el proceso depende exclusivamente de la figura del comandante, lo cual es una debilidad tremenda. No hay opciones de recambio; no se ha construido un verdadero y genuino poder popular de base. Si faltara Chávez todo indica – aunque nadie lo reconozca en voz alta – que el proceso muy probablemente se vendría abajo (¿castillo de naipes?). Distinto a lo que sucedió en Cuba, donde salió de escena la figura carismática de Fidel Castro y pese a ello la revolución socialista siguió incólume, en el actual proceso venezolano todo indica que ello no sería así. Quizá en las próximas elecciones vuelva a triunfar Chávez con todo su aparato electoral; pero eso debe abrir importantes cuestionamientos. Siempre “ se   está   yendo   hacia   el   socialismo ” , pero parece que nunca se llega. ¿Cuánto faltará? ¿Se llegará alguna vez? Los marcos de la democracia representativa son una camisa de fuerza para transformaciones profundas en la estructura de poder. Más allá que la derecha presente la Revolución Bolivariana como un “ demonio comunista ” , la realidad indica que, igual que el peronismo en sus mejores momentos, no se va más allá de un planteamiento reformista.

sigue mañana...

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