Occidente
El término “occidente” se ha convertido en el comodín más utilizado por los gobiernos gringos y sus agencias mediáticas conexas, para “legitimar” las acciones unilaterales, que Estados Unidos, como país líder del mundo capitalista y potencia hegemónica, emprende contra todas aquellas repúblicas cuyos gobiernos no se plieguen a sus planes imperiales.
Con ese término se ampararon las invasiones a Iraq y Libia, que incluyeron el asesinato de cientos de miles de ciudadanos y culminaron con la triunfal carcajada “diplomática” de la Clinton tras el cobarde linchamiento de Gadafi. Con la misma bandera y el acicate de una supuesta lucha entre la civilización judeo-cristiana y la barbarie musulmana (Berlusconi dixit), se invadió a Afganistán en una cruzada que también ha costado centenares de miles de víctimas entre los nativos, pero que deja, temporalmente, un gobierno títere y el terreno libre para el paso de oleoductos a Europa y Norteamérica.
Más aún, con la mampara de “occidente” se arropa la creciente desestabilización de Siria, para deponer a su legítimo presidente, o en todo caso para enajenar un proceso interno con intervención de sicarios contratados por la CIA y el espionaje israelita, al tiempo que asesinan científicos como parte de las presiones para que Irán desista de su plan de desarrollo de la energía nuclear, un coto aparentemente exclusivo de “occidente”, en su visión maniquea de la humanidad. Pero aún en ese terreno basta contar cuántos países han invadido y cuántas bases militares tienen Irán y Estados Unidos, para saber cuál de los dos es el verdadero enemigo de la paz.
Al ritmo que marchan los acontecimientos, las fronteras que los buenos gringos habían establecido para USA se están ampliando considerablemente. La doctrina Monroe parece insaciable y más fuerte que nunca. Si a principios del siglo XX consideraban que los límites de USA, estaban comprendidos entre Alaska y La Patagonia, ahora ya son vecinos forzados de países en cualquier continente, con tal que tengan valor estratégico para sus pretensiones de apropiarse del planeta. La inestabilidad mundial, en todos los sentidos, se vincula directamente con la amenaza norteamericana de seguir ocupando territorios, en la medida en que los recursos petroleros e hídricos, así como los de otros minerales estratégicos, se hagan cada vez más restrictivos para el crecimiento de la economía de mercados, y para la preservación del altísimo nivel de vida que disfrutan unos pocos, a costa del despilfarro energético y del subdesarrollo de la mayoría.
En realidad, si del peso político-militar y económico se trata, “occidente” se reduce a la dupla Estados Unidos-Israel más Europa. Es irónico que esos dos centros de poder, que además se jactan de ser modelos de democracia, apenas representan 14% de la población del mundo, pero controlan a los más de seis millardos de habitantes que completan los siete que alcanzó el planeta en octubre del año pasado, según estimaciones del Fondo de Población de las Naciones Unidas.
Los gobiernos corporativos de esos pocos países, con el efecto amplificador de sus medios de comunicación, se arrogan el pomposo nombre de “comunidad internacional”, y deciden por todos pero según sus propios intereses, en organismos concebidos a tal efecto, como el Consejo de Seguridad de la ONU. De paso, convierten en cómplices a los gobiernos de los otros países del hemisferio, sea por omisión, por convicción o por la incapacidad para expresar su desacuerdo con la misma intensidad con la cual difunde sus mentiras el imperio.
Precisamente, a propósito de la próxima gira del presidente Ahmadineyad por varios países de América Latina, la vocera del Departamento de Estado gringo, Victoria Nuland, advierte y con énfasis en el presidente Hugo Chávez, que se debe aprovechar esa ocasión para expresarle al visitante, el “deseo de la comunidad internacional de que Irán no adquiera armas nucleares”. Pareciera que definitivamente, el ejercicio de la soberanía es incompatible con las relaciones con USA.
Douglas Marín
Profesor UCV
http://www.aporrea.org