miércoles, junio 20, 2012

Peronistas escuchad: Hoy, 20 de junio, también se conmemora la Masacre de Ezeiza y el nacimiento de la Triple A -parte II


LA PÉSIMA CONDUCCIÓN POLÍTICA 
DEL VIEJO

Lo que quería hacer Perón con la Argentina en 1973.
Muchas cosas son atinadas.

Pero hizo otras que fueron terribles errores de conducción política.
¿Por qué Perón se juega tan a la derecha ya el 21 de junio?

¿Por qué elige con tanta decisión, rapidez y de un modo tan tajante? ¿Por qué condena a la Jotapé?
¿Por qué le echa encima toda la responsabilidad de la masacre de Ezeiza?

Como dije: el error de la Tendencia (y de su “organización hegemónica”, Montoneros, que, para ese entonces, era su indiscutida conducción) cometió el error de ir a copar el acto.

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Pero el error no tuvo la bestialidad asesina de los bandoleros del palco.
Esos tipos (los que obedecían a Osinde) eran asesinos profesionales.

Mercenarios.

Por eso le discutimos la estrategia del copamiento a la Orga.
¿No sabían quiénes estaban arriba del palco?

Todos lo sabían. Favio lo sabía. Los periodistas. Cualquiera que anduviera por ahí la noche anterior lo sabía.
Se veían armas por todas partes.
¡Y qué armas!

Armas que nunca habían llegado al país. Nuevas, listas para matar “zurdos”.
¿No se le informó eso a la conducción de la Orga?
Esos asesinos eran ya las bandas clandestinas de las que hablara el Almirante Mayorga.

Eran ya la Triple A.

Si era el Somatén que menciona Bonasso, no sé.
No son muchas las pruebas que tiene Bonasso sobre el Somatén. Pero la realidad avala su teoría.

El Somatén apareció.

Ya surgió espectacularmente en Ezeiza.
Ya ahí mostró su furia asesina, su sadismo para la tortura.

¿Para qué tenían que torturar en ese Hotel de la Muerte en que Favio quiso suicidarse, según dice?
¿Era necesario torturar? Para nada.
Torturaron porque eran sádicos, porque estaban enfermos de sadismo y de odio.

Los mercenarios de la OAS están terriblemente adoctrinados.
Luchan contra el marxismo.
Las patotas de los sindicatos también. Luchan contra los zurdos.

La Juventud Sindical que había armado Lorenzo Miguel era temible. Llevaban un brazalete verde y se les decía “los verdes”. Y si los verdes venían hacia vos mejor te rajabas porque te faenaban como Matasiete y los suyos al unitario de Echeverría en El matadero.

Estaban los del C. de O. Tenían la cabeza llena de mierda.
Ahí se las había puesto Brito Lima en sus charlas sobre la “zurda peronista que se quiere infiltrar en el movimiento y tenemos que liquidarlos a todos”.
Osinde era un asesino.

Y había sido jefe de seguridad de Perón durante sus primeros gobiernos. ¿Por qué un tipo como Osinde y no otro?
¿No sabía Perón que era peligroso darle la organización de la seguridad del acto a Osinde?
¿Qué sabía Perón?

Esta pregunta es decisiva.

Si se quiere salvar a Perón de las bandas clandestinas, de la Triple A, hay que hacer de él un viejo enfermo y sumamente distraído.
Lo que intentaron hacer un poco los Montoneros con la teoría del cerco.
“El Viejo está cercado”.

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¿Cómo un pobre tipo como López Rega iba a cercar a Perón?

Y si se quiere ver la verdad hay que ver a Perón como un líder aún en dominio de su personalidad y sus decisiones.
Ahí, entonces, no hay cerco que valga.
La Triple A –cualquiera lo sabe– no se pudo hacer sin el conocimiento de Perón.

Bonasso va más allá: dice que, en Madrid, en Puerta de Hierro, la joven Gloria Bidegain, hija de Oscar, que sería gobernador de la provincia de Buenos Aires, le escucha decir a Perón:
–Lo que hace falta en la Argentina es un “somatén”.
Bonasso aclara: “El Somatén es una institución armada de Cataluña que se remonta al siglo XI, fue reflotada en 1876 por el brigadier Joaquín Mora y los patricios de Barcelona y cobró un nuevo impulso en 1923, cuando el general Miguel Primo de Rivera, padre del creador de la Falange, encabezó un golpe de Estado”.

Gloria es dominada por una sospecha terrible: “La idea de la Triple A no había nacido en la cabeza de López Rega, sino en la del propio Perón” (Bonasso, ob. cit., pp. 595/596).
Si nos atenemos a las afirmaciones terminantes de Bonasso deducimos que las pintadas No jodan con Perón llegaron tarde.

Bonasso ya lo había hecho. Creo que insuficientemente fundamentado.
No tiene otras pruebas más que las de la hija de Bidegain para el tema del Somatén.


Lo que le da verosimilitud a la cuestión es que el líder justicialista es señalado por los hechos que se desatan a partir de Ezeiza y lo encuadran como el único capaz de entregarles cobertura política.
En su discurso del 21 de junio Perón ya elige: la Tendencia es la culpable.
Se bajan las consignas. Se inicia la etapa dogmática.
Los sindicatos toman el protagonismo.

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¿Por qué le bajó tan rápido el dedo a la Jotapé?
Fue sorprendente.

¿Cuestionada por quién estaba la “juventud maravillosa”?

 ¿Por López Rega y los suyos?
¿Por los sindicatos?
¿Por Osinde?
Sí. Pero mentían. Los que habían hecho fuego eran ellos.

Pero de ellos Perón no quería librarse.
De la incómoda “juventud maravillosa”, sí.

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La Jotapé señala culpables. Pegotea por toda la ciudad unos carteles que dicen: Éstos son los asesinos de Ezeiza.
Y ahí están las fotos de Osinde, Brito Lima y Norma Kennedy.

La derecha fascista –al día siguiente apenas– había publicado en todos los diarios una enorme solicitada: Los homosexuales y los drogadictos contra Osinde.

Lo confieso: nunca había visto algo tan grosero en la Argentina.
Era una basura.
Nadie, ni Onganía se había expresado así.

Descubrí eso que Bonasso cuenta le dijo Alicia Eguren, con dolor y rabia, cuando lo llamó por teléfono a La Opinión:
–Siempre se dijo que éramos fascistas, cuando no era cierto.
Ahora es verdad, Miguel: esto que vimos ayer es el fascismo.

Miguel añade que la viuda de John William Cooke tenía autoridad para decirlo (Bonasso, ob. cit., p. 734). Es posible.
Pero durante esos días –antes de descubrir el fascismo–, Alicia Eguren, en un reportaje, declaró (ante un aumento de tarifas de gas y electricidad en que incurrió el gobierno del Tío en plena primavera de su corto mandato) que “el gobierno de Cámpora se ha ubicado en la más completa ilegalidad revolucionaria”.

¡Carajo, por un aumento de tarifas!
Mirá vos, Alicia, ¿viste que “la ilegalidad revolucionaria” era otra cosa?
La “ilegalidad revolucionaria” es el fascismo. No un aumento de tarifas de un gobierno popular.

Alicia se preparaba para atacar a Cámpora desde su irascible izquierdismo. Y ya no estaba Cooke para enseñarle algo de política.

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Los drogadictos y los homosexuales contra Osinde.
Aquí estaba el fascismo. Este era su lenguaje. Esta frontalidad, esta injuria berreta. Esta desvergüenza para la mentira.

La Jotapé sacó una consigna para responder a ese agravio:
No somos putos no somos faloperos somos soldados de FAR y Montoneros.

¡Y años después aparece Sebreli para decir que la Jotapé era homofóbica!
Pobre Jotapé: también era homofóbica, y hasta es condenada desde la “corrección política” de los noventa.
Osvaldo Bazán retoma este tema en su novela (que cité: La más maravillosa música) y hace de esa consigna el eje de una historia de amor.
Esa consigna fue coyuntural.
Surgió como respuesta a la solicitada fascista de la gente de Osinde. Después no se usó más.

Pobre “juventud maravillosa”.
Lo único que le faltaba ser: mataputos.

Por favor, ocúpense de algo que sepan.
La Jotapé era tan homofóbica como cualquier habitante heterosexual de esos tiempos. Y menos. Porque era libertaria.
Y porque Perlongher y los suyos fueron con ella a Ezeiza.

Los homofóbicos eran los fachos: eran Osinde, el C. de O., los sindicatos, los que pusieron esa solicitada.
La Jotapé sólo la respondió.
Pobres pibes torturados y desaparecidos.
Encima de todo: ¡homofóbicos! Víctimas de la ira de Sebreli.


EL PADRE ETERNO YA NO PUEDE, 
NI QUIERE CONDUCIR A TODOS

Condenados desde el vamos por el Padre Eterno entienden que el Padre no ha llegado para ser el Padre de todos.
Se han formado dos bandos peronistas y Perón elige uno.
 Al otro no lo recibe, no le habla, no lo conduce.

En rigor, lo expulsa del peronismo. Este padre ya no puede ni quiere conducir a todos.

Pero, ¿cómo frenar una juventud a la que se le dio tantas alas?
¿Perón creía que podía jugar con las esperanzas de la gente?

“Esto lo arregla la juventud, aunque sea a patadas, o no lo arregla nadie.”
No se puede decir esto y poco tiempo después mandarlos a la mismísima mierda.
Decirles infiltrados, que tienen puesta la camiseta peronista.

Pésima conducción política.

Oiga, general: cero en conducción política. Y juzgándolo desde sus propios parámetros.
¿Cómo un maestro de la conducción política como usted no puede imaginar algo mejor para integrar a la juventud?
Yo –y muchos otros que hoy todavía están para contarla– estuve bien unido, codo a codo, con los jóvenes de superficie de la Jotapé. Fui profesor de muchos de ellos y, en algunas clases, se discutía a fondo de política.
Lo juro por mi honor (que lo tengo): si Perón se hubiera manejado de otro modo, la mayoría de la Jotapé habría estado con él.
Hasta los hubiera tenido pintando plazas o colaborando en los ministerios.

Pero los mandó a la hoguera de entrada.
No hizo casi nada por integrarlos.
¡Un conductor de pueblos que no puede integrar!

¿No era que si sólo llego con los buenos voy a llegar con muy pocos?
¿Tan malos eran los jóvenes?

¿O el viejo líder le tenía demasiada furia a la izquierda?
¿Es posible?
¿Cómo lo tuvo a Cooke junto a él (aun en la lejanía) durante tantos años?

¿Cómo no les pudo sacar la juventud a los Montoneros?
¿Cómo pudo levantar a las pandillas lúmpenes de la derecha fascista con que contaba para atacarlos?
¿Qué creía que iba a conseguir?

Además, el raje de Cámpora es de opereta.
Tratando de darle un aire masivo, José Ignacio Rucci, el Petiso, rodea la residencia de Gaspar Campos con unos ómnibus que no pasan de trece o catorce y dan vueltas sin cesar, como los tanques de Montgomery en El Alamein.
Lo que se produce es una ilusión óptima: los micros siguen dando vueltas, pero son siempre los mismos. A Montgomery le resultó. Rucci hizo el ridículo.
Sospecho que Montgomery, como genio político y estratega militar, lo superaba.

Pero el conductor estratégico todo lo podía. Y Perón había venido para ser Presidente.
Cámpora –para toda la derecha peronista y la del país en general– era un aliado de los Montoneros. Afuera con él.
Su lealtad había desaparecido.

Para Perón, Cámpora se había vuelto más leal a la Tendencia que a él. O, sin duda, compartía el proyecto de los jóvenes: el del socialismo nacional.
Perón traía otra cosa en sus valijas ideológicas y no era para nada el socialismo nacional, herrumbrado en los basurales de la ideología.

Caído Cámpora, la Jotapé queda desprotegida.
Perón no la recibe y se pasa el día entre sindicalistas, tipos de seguridad, milicos y políticos de mala calaña.
 Algo hay que hacer, dice la conducción de la Tendencia.

Fragmentos de José Pablo Feinmann. Libro Peronismo. Filosofía política de una obstinación argentina



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