LA PÉSIMA CONDUCCIÓN POLÍTICA
DEL VIEJO
Muchas cosas son
atinadas.
Pero hizo otras que
fueron terribles errores de conducción política.
¿Por qué Perón se juega
tan a la derecha ya el 21 de junio?
¿Por qué elige con tanta
decisión, rapidez y de un modo tan tajante? ¿Por qué condena a la Jotapé?
¿Por qué le echa encima
toda la responsabilidad de la masacre de Ezeiza?
Como dije: el error de la
Tendencia (y de su “organización hegemónica”, Montoneros, que, para ese
entonces, era su indiscutida conducción) cometió el error de ir a copar el acto.
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Pero el error no tuvo la
bestialidad asesina de los bandoleros del palco.
Esos tipos (los que
obedecían a Osinde) eran asesinos profesionales.
Mercenarios.
Por eso le discutimos la
estrategia del copamiento a la Orga.
¿No sabían quiénes
estaban arriba del palco?
Todos lo sabían. Favio lo
sabía. Los periodistas. Cualquiera que anduviera por ahí la noche anterior lo
sabía.
Se veían armas por todas
partes.
¡Y qué armas!
Armas que nunca habían
llegado al país. Nuevas, listas para matar “zurdos”.
¿No se le informó eso a
la conducción de la Orga?
Esos asesinos eran ya las
bandas clandestinas de las que hablara el Almirante Mayorga.
Eran ya la Triple A.
Si era el Somatén que
menciona Bonasso, no sé.
No son muchas las pruebas
que tiene Bonasso sobre el Somatén. Pero la realidad avala su teoría.
El Somatén apareció.
Ya surgió
espectacularmente en Ezeiza.
Ya ahí mostró su furia
asesina, su sadismo para la tortura.
¿Para qué tenían que
torturar en ese Hotel de la Muerte en que Favio quiso suicidarse, según dice?
¿Era necesario torturar?
Para nada.
Torturaron porque eran
sádicos, porque estaban enfermos de sadismo y de odio.
Los mercenarios de la OAS
están terriblemente adoctrinados.
Luchan contra el
marxismo.
Las patotas de los
sindicatos también. Luchan contra los zurdos.
La Juventud Sindical que
había armado Lorenzo Miguel era temible. Llevaban un brazalete verde y se les
decía “los verdes”. Y si los verdes venían hacia vos mejor te rajabas porque te
faenaban como Matasiete y los suyos al unitario de Echeverría en El matadero.
Estaban los del C. de O.
Tenían la cabeza llena de mierda.
Ahí se las había puesto
Brito Lima en sus charlas sobre la “zurda peronista que se quiere infiltrar en
el movimiento y tenemos que liquidarlos a todos”.
Osinde era un asesino.
Y había sido jefe de
seguridad de Perón durante sus primeros gobiernos. ¿Por qué un tipo como Osinde
y no otro?
¿No sabía Perón que era
peligroso darle la organización de la seguridad del acto a Osinde?
¿Qué sabía Perón?
Esta pregunta es
decisiva.
Si se quiere salvar a
Perón de las bandas clandestinas, de la Triple A, hay que hacer de él un viejo
enfermo y sumamente distraído.
Lo que intentaron hacer
un poco los Montoneros con la teoría del cerco.
“El Viejo está cercado”.
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¿Cómo un pobre tipo como
López Rega iba a cercar a Perón?
Y si se quiere ver la
verdad hay que ver a Perón como un líder aún en dominio de su personalidad y sus
decisiones.
Ahí, entonces, no hay
cerco que valga.
La Triple A –cualquiera
lo sabe– no se pudo hacer sin el conocimiento de Perón.
Bonasso va más allá: dice
que, en Madrid, en Puerta de Hierro, la joven Gloria Bidegain, hija de Oscar,
que sería gobernador de la provincia de Buenos Aires, le escucha decir a Perón:
–Lo que hace falta en la
Argentina es un “somatén”.
Bonasso aclara: “El
Somatén es una institución armada de Cataluña que se remonta al siglo XI, fue
reflotada en 1876 por el brigadier Joaquín Mora y los patricios de Barcelona y
cobró un nuevo impulso en 1923, cuando el general Miguel Primo de Rivera, padre
del creador de la Falange, encabezó un golpe de Estado”.
Gloria es dominada por
una sospecha terrible: “La idea de la Triple A no había nacido en la cabeza de
López Rega, sino en la del propio Perón” (Bonasso, ob. cit., pp. 595/596).
Si nos atenemos a las
afirmaciones terminantes de Bonasso deducimos que las pintadas No jodan con
Perón llegaron tarde.
Bonasso ya lo había hecho.
Creo que insuficientemente fundamentado.
No tiene otras pruebas
más que las de la hija de Bidegain para el tema del Somatén.
Lo que le da
verosimilitud a la cuestión es que el líder justicialista es señalado por los
hechos que se desatan a partir de Ezeiza y lo encuadran como el único capaz de
entregarles cobertura política.
En su discurso del 21 de
junio Perón ya elige: la Tendencia es la culpable.
Se bajan las consignas.
Se inicia la etapa dogmática.
Los sindicatos toman el
protagonismo.
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¿Por qué le bajó tan
rápido el dedo a la Jotapé?
Fue sorprendente.
¿Cuestionada por quién
estaba la “juventud maravillosa”?
¿Por López Rega y los suyos?
¿Por los sindicatos?
¿Por Osinde?
Sí. Pero mentían. Los que
habían hecho fuego eran ellos.
Pero de ellos Perón no
quería librarse.
De la incómoda “juventud
maravillosa”, sí.
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La Jotapé señala
culpables. Pegotea por toda la ciudad unos carteles que dicen: Éstos son los
asesinos de Ezeiza.
Y ahí están las fotos de
Osinde, Brito Lima y Norma Kennedy.
La derecha fascista –al
día siguiente apenas– había publicado en todos los diarios una enorme
solicitada: Los homosexuales y los drogadictos contra Osinde.
Lo confieso: nunca había
visto algo tan grosero en la Argentina.
Era una basura.
Nadie, ni Onganía se
había expresado así.
Descubrí eso que Bonasso
cuenta le dijo Alicia Eguren, con dolor y rabia, cuando lo llamó por teléfono a
La Opinión:
–Siempre se dijo que
éramos fascistas, cuando no era cierto.
Ahora es verdad, Miguel:
esto que vimos ayer es el fascismo.
Miguel añade que la viuda
de John William Cooke tenía autoridad para decirlo (Bonasso, ob. cit., p. 734).
Es posible.
Pero durante esos días
–antes de descubrir el fascismo–, Alicia Eguren, en un reportaje, declaró (ante
un aumento de tarifas de gas y electricidad en que incurrió el gobierno del Tío
en plena primavera de su corto mandato) que “el gobierno de Cámpora se ha
ubicado en la más completa ilegalidad revolucionaria”.
¡Carajo, por un aumento
de tarifas!
Mirá vos, Alicia, ¿viste
que “la ilegalidad revolucionaria” era otra cosa?
La “ilegalidad
revolucionaria” es el fascismo. No un aumento de tarifas de un gobierno
popular.
Alicia se preparaba para
atacar a Cámpora desde su irascible izquierdismo. Y ya no estaba Cooke para
enseñarle algo de política.
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Los drogadictos y los
homosexuales contra Osinde.
Aquí estaba el fascismo.
Este era su lenguaje. Esta frontalidad, esta injuria berreta. Esta desvergüenza
para la mentira.
La Jotapé sacó una
consigna para responder a ese agravio:
No somos putos no somos
faloperos somos soldados de FAR y Montoneros.
¡Y años después aparece
Sebreli para decir que la Jotapé era homofóbica!
Pobre Jotapé: también era
homofóbica, y hasta es condenada desde la “corrección política” de los noventa.
Osvaldo Bazán retoma este
tema en su novela (que cité: La más maravillosa música) y hace de esa consigna
el eje de una historia de amor.
Esa consigna fue
coyuntural.
Surgió como respuesta a
la solicitada fascista de la gente de Osinde. Después no se usó más.
Lo único que le faltaba
ser: mataputos.
Por favor, ocúpense de
algo que sepan.
La Jotapé era tan
homofóbica como cualquier habitante heterosexual de esos tiempos. Y menos.
Porque era libertaria.
Y porque Perlongher y los
suyos fueron con ella a Ezeiza.
Los homofóbicos eran los
fachos: eran Osinde, el C. de O., los sindicatos, los que pusieron esa
solicitada.
La Jotapé sólo la
respondió.
Pobres pibes torturados y
desaparecidos.
Encima de todo: ¡homofóbicos!
Víctimas de la ira de Sebreli.
EL PADRE ETERNO YA NO PUEDE,
NI QUIERE CONDUCIR A TODOS
Condenados desde el vamos
por el Padre Eterno entienden que el Padre no ha llegado para ser el Padre de
todos.
Se han formado dos bandos
peronistas y Perón elige uno.
Al otro no lo recibe, no le habla, no lo
conduce.
En rigor, lo expulsa del
peronismo. Este padre ya no puede ni quiere conducir a todos.
Pero, ¿cómo frenar una
juventud a la que se le dio tantas alas?
¿Perón creía que podía
jugar con las esperanzas de la gente?
“Esto lo arregla la
juventud, aunque sea a patadas, o no lo arregla nadie.”
No se puede decir esto y
poco tiempo después mandarlos a la mismísima mierda.
Decirles infiltrados, que
tienen puesta la camiseta peronista.
Pésima conducción
política.
Oiga, general: cero en
conducción política. Y juzgándolo desde sus propios parámetros.
¿Cómo un maestro de la
conducción política como usted no puede imaginar algo mejor para integrar a la
juventud?
Yo –y muchos otros que hoy
todavía están para contarla– estuve bien unido, codo a codo, con los jóvenes de
superficie de la Jotapé. Fui profesor de muchos de ellos y, en algunas clases,
se discutía a fondo de política.
Lo juro por mi honor (que
lo tengo): si Perón se hubiera manejado de otro modo, la mayoría de la Jotapé
habría estado con él.
Hasta los hubiera tenido
pintando plazas o colaborando en los ministerios.
Pero los mandó a la
hoguera de entrada.
No hizo casi nada por
integrarlos.
¡Un conductor de pueblos
que no puede integrar!
¿No era que si sólo llego
con los buenos voy a llegar con muy pocos?
¿Tan malos eran los
jóvenes?
¿O el viejo líder le
tenía demasiada furia a la izquierda?
¿Es posible?
¿Cómo lo tuvo a Cooke
junto a él (aun en la lejanía) durante tantos años?
¿Cómo no les pudo sacar
la juventud a los Montoneros?
¿Cómo pudo levantar a las
pandillas lúmpenes de la derecha fascista con que contaba para atacarlos?
¿Qué creía que iba a
conseguir?
Además, el raje de
Cámpora es de opereta.
Tratando de darle un aire
masivo, José Ignacio Rucci, el Petiso, rodea la residencia de Gaspar Campos con
unos ómnibus que no pasan de trece o catorce y dan vueltas sin cesar, como los
tanques de Montgomery en El Alamein.
Lo que se produce es una
ilusión óptima: los micros siguen dando vueltas, pero son siempre los mismos. A
Montgomery le resultó. Rucci hizo el ridículo.
Sospecho que Montgomery,
como genio político y estratega militar, lo superaba.
Pero el conductor
estratégico todo lo podía. Y Perón había venido para ser Presidente.
Cámpora –para toda la
derecha peronista y la del país en general– era un aliado de los Montoneros.
Afuera con él.
Su lealtad había
desaparecido.
Para Perón, Cámpora se
había vuelto más leal a la Tendencia que a él. O, sin duda, compartía el
proyecto de los jóvenes: el del socialismo nacional.
Perón traía otra cosa en
sus valijas ideológicas y no era para nada el socialismo nacional, herrumbrado
en los basurales de la ideología.
Caído Cámpora, la Jotapé
queda desprotegida.
Perón no la recibe y se
pasa el día entre sindicalistas, tipos de seguridad, milicos y políticos de
mala calaña.
Algo hay que hacer, dice la conducción de la
Tendencia.
Fragmentos de José Pablo
Feinmann. Libro Peronismo. Filosofía política de una obstinación argentina