lunes, junio 18, 2012

A propósito de la resistencia al uso de la palabra Rescate: El Uso del Lenguaje II - À propos de la réticence à utiliser le mot de sauvetage: utilisation de la langue II

EL USO "MILITAR" DEL LENGUAJE

La violencia salvaje, típica del poder totalitario, deja su impronta en el lenguaje de los militares yanquis. Así, el general de los marines John Sattler afirma que la ofensiva contra Faluya “ha partido los riñones a los insurrectos”, expresión que ya pronunció Mussolini a propósito de Grecia.119 
119 Cf. Giacché, Vladimiro: “Totalitarismo, triste historia de un no-concepto”, Rebelión, 24-2-2006.
 
He aquí algunos nombres dados a sus operaciones militares:
“Tormenta del desierto”, durante la cual enterraron vivos a 300.000 soldados iraquíes en la primera Guerra del Golfo. “Cortina de acero”, operación militar durante la segunda semana de noviembre de 2005, para sellar la frontera con Siria y destruir los pueblos y aldeas de la misma, paráfrasis del “telón de hierro” empleada por Churchill tras la II Guerra Mundial.

Sus bases llevan nombres como “Campo Asesino”, “Campo de los Cazadores de Cabezas”,”Base de Operaciones Avanzadas Dragón de Acero”, “Operación Relámpago”, “Operación Matador”, “Brigada del Lobo”, “Escuadrones de la Muerte”, etc.
Conmoción y pavor” es el nombre que los estrategas del Pentágono y sus expertos en guerra psicológica dieron a su campaña de bombardeos sobre Iraq.120 
120 Cf. Romano, Vicente: Estampas, Barcelona 2004, p. 74-75.

Se trata de una frase destinada a colocar al enemigo en estado de desamparo y terror, privarlo de todo lo que posibilita la existencia humana, agua transporte, energía, alimentos, comunicación, etc., y bombardearlo tanto que rompa cualquier resistencia.
Su intención: lanzar durante las primeras 48 horas de la segunda Guerra del Golfo tantas bombas como se tiraron durante toda la primera. A pesar de todo, fue un fracaso.
 Lo que esta campaña no pudo prever (o tal vez también estaba programado) fueron los saqueos de los bancos, almacenes, tiendas, embajadas, hospitales, escuelas, universidades, museos. Lo único que preservaron con éxito fuel el Ministerio del Petróleo.
Lo perverso es que la oficina de patentes usamericana recibió, cuando los combates estaban en su apogeo, 15 peticiones para registrar la frase “Shock and awe” (conmoción y pavor) como marca registrada para: productos de efectos destructores impresionantes, un juego bélico electrónico, una marca de guantes de boxeo, un fabricante de fuegos artificiales y otro de pesticidas.121 
 121 Cf. Zeitschrift für Kommunikationsökologie und Medienethik, , 2/2005, p. 24

La industria de juguetes puso en el mercado para la Navidad de 2003 productos con el nombre de “Batalla de tanques en el desierto”, “Combate casa por casa en Bagdad”, etc. La cuestión de cómo se compaginan estos juguetes bélicos con el mensaje navideño de “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”, con la demostrada devoción metodista de G. W. Bush, se queda en mera retórica.
El colmo de esta perversión lo manifiesta el Pentágono cuando califica de “acto de guerra” el hecho de que tres de los encarcelados de Guantánamo se suiciden al no poder aguantar las torturas a los que llevan sometidos desde hace varios años, o el sarcasmo cruel de los sionistas de Israel cuando descargan los obuses de su aviación contra unos niños palestinos que juegan en su trocito de playa y lo justifican con loa falacia de que el obús asesino no era suyo. ¿Quién lo puso entonces en el avión y quién apretó el gatillo?

Preocupados, tal vez, por el rechazado que estas denominaciones puedan provocar, se rebautizan a “Campo Redención” (Abu Ghraib) que tanto recuerda al “Arbeit macht frei” (El trabajo os hace libres) que se colocaba a la entrada de los campos de concentración nazis; “Campo Justicia”, en la isla de Diego García; o “Campo Rayos X” para el de Guantánamo. 

Las maniobras que la flota usamericana lleva a cabo en el Caribe a mediados de mayo de 2006, tan reminiscente de la “política de las cañoneras”, con un portaviones nuclear y 6.500 efectivos las denominan “Confraternidad de las Américas”. 
A ellas se suman pocos días después otros 4.000 efectivos militares de la OTAN con el bonito lema de “Enjoy Caribean Lion 2006 (Goza el león caribeño 2006).

El lenguaje militar penetra todas las acciones y programas gubernamentales.
La expresión guerra a… se ha convertido en un comodín de las campañas políticas, sobre todo en época de elecciones.

Richard Nixon, el Tricky Diky del Watergate que tuvo que dimitir por tramposo, empezó con su guerra a las drogas.
Se ha seguido luego con la guerra a la pobreza, además de la guerra al terrorismo. Pero lo cierto es que todas ellas han fracasado. El narcotráfico ha aumentado, desde Afganistán a Colombia. La pobreza se enseñorea de continentes enteros, y afecta cada vez más a los mismos EEUU.

Las guerras a….. constituyen un juego peligroso. No dejan de ser una simple quimera destinada a distraer la atención, en el mejor de los casos.
La guerra a …. es, en realidad, una guerra contra los desposeídos, sobre todo los no blancos, contra la pobreza de la peor especie, matar a los pobres para sostener la riqueza de los pocos ricos.

Ya a principios de la década de 1970 decían los “sabios” del Pentágono que sobraban mil millones de seres humanos.
 La única guerra a la pobreza consiste en cambiar las condiciones que la crean, cambiar el modo de vida, de despilfarro, de pensar, de distribuir la riqueza. Todo esto se opone a la guerra.
Puede decirse que la economía mundial, organizada según las necesidades del gran capital, es el último productor de terror para poblaciones enteras a lo largo y ancho del planeta.

¿Hay algo más aterrador que el hambre y la desesperanza?

Puede llegar el día en que el odio contra la matonería USA crezca hasta el punto de que la guerra a… se convierta en una Guerra Mundial. 
El lenguaje de la guerra a… invoca el patriotismo y los intereses nacionales. Cuando se está en guerra, toda crítica al gobierno se convierte en un acto antipatriótico que debe castigarse de modo correspondiente. Por eso la guerra al terrorismo se ha traducido, con la Ley Patriótica, y otras relativas a la vigilancia de la población, en pérdida de libertades y derechos fundamentales. 
Y suele ocurrir que quienes más claman en favor de la guerra son los primeros en eludir el servicio militar. G. W Bush y su elenco de ministros y principales colaboradores, Karl Rove, Richard Perle, John Ashcroft, Elliot Abrams, etc. evadieron el reclutamiento cuando era obligatorio en su país.

Los hijos de los ricos no se alistan en el ejército, evaden el servicio militar. El grueso de los soldados que mueren por la patria son los pobres que ven en el ejército una manera de acceder a un oficio o a la propia nacionalidad. Pero son los ricos los que hablan de cobardía, de halcones y gallinas.

Por otro lado, el patriotismo guarda relación directa con el número de hectáreas de patria que se posean y la cantidad de impuestos que se evadan.
Los plutócratas se cuentan entre los principales estimuladores del patriotismo. 
Propugnan una patria sana, pero recortan los servicios sanitarios.
Hablan de libre comercio, pero mantienen el bloqueo comercial y financiero de Cuba.

Enviaban a los soldados a luchar contra los nazis, pero las grandes corporaciones como DU Pont, Ford, General Motors, Texaco, IBM, Union Carbide, Coca Cola, General Electric, etc., hacían sustanciosos negocios con el Tercer Reich.
Hasta el presidente Roosvelt ordenó que no se bombardeasen las propiedades de estas empresas en Alemania.
Terminada la guerra recibieron muchos millones por las pérdidas sufridas. Pero ningún directivo sufrió condena alguna por haber colaborado en los crímenes de guerra (mientras se condena a quienes envían dinero o medicamentos a sus familiares en Cuba o a las empresas que comercian con ella). Si esto es patriotismo, ¿qué es traición?, se pregunta M. Parenti.122 
122 Cf. Parenti, Michael. Más patriotas que nadie, Hondarribia (Guipúzcoa) 2004, p. 115.

Como dice M. Parenti, no hay “estado canalla”, “eje del mal”, “país comunista” o “terrorista” que ostente semejante record de agresiones criminales contra otros pueblos.

En contraste, han apoyado y apoyan a todas las dictaduras clientelares como las de Franco, Somoza, Pinochet Mobutu, Marcos, el sha, Fujmori, el apartheid, Arabia Saudí, Nigeria, etc., etc. 

A fin de conservar esta ejemplar clientela, estos paladines de la “freedom and democracy” mantienen medio millón de soldados en 395 bases principales y cientos de instalaciones menores en 120 países, 8.000 armas nucleares estratégicas, 22.0000 tácticas, una armada y un presupuesto militar mayor que el resto de países juntos, el 80% del gasto militar en el mundo.

Esta misma maquinaria de destrucción y opresión, interior y exterior, se mantiene con un inmenso endeudamiento, también superior al del resto del mundo.
Se invoca el patriotismo para contraer deudas. Así se fomenta la economía, nos dicen. 
Cuando el gobierno de los EEUU quiere hacer una guerra se va, como el resto de gobiernos capitalistas, a los comerciantes privados. Estos producen el equipamiento de los soldados, todo tipo de armas, vehículos, aviones, barcos, etc., mediante el trabajo humano asalariado, y luego se lo venden al gobierno.
El objetivo de los comerciantes es hacer dinero.

El dinero de los trabajadores se transforma al final en el consumo de los propietarios, en propiedad privada. Así que quienes sufren la guerra y mueren por la patria incrementan los caudales de los propietarios de las fábricas.
A veces ocurre que el gobierno del enemigo recurre también a los comerciantes, a los mismos fabricantes de armas. Se tiene así que una parte de los obreros y empleados muere por las armas que la otra parte que sobrevive tiene que seguir pagando una vez acaba la guerra.
Los intereses vitales, concepto reminiscente del Lebensraum (espacio vital) nazi, se extienden por todo el planeta. En realidad, estos intereses vitales o nacionales no son los de otros pueblos o naciones, ni siquiera los del pueblo estadounidense, sino los de las grandes compañías petroleras y gigantescos conglomerados financieros, comerciales e industriales.

Por eso, los gobiernos que representan a estas compañías defienden sus intereses y se niegan a firmar cualquier convenio internacional que atente contra ellos, como el protocolo de Kyoto, el de las minas antipersonales, etc.
Como la limitación de las libertades individuales, los asesinatos políticos, el derrocamiento de gobiernos, la tortura, la contratación de criminales, el millón de iraquíes muertos por los efectos de la guerra, esto es, las enfermedades debidas a la destrucción de las plantas potabilizadoras, los hospitales, las centrales eléctricas, la falta de alimentos y medicinas, etc.

Eso son “daños colaterales”.

Pero todo vale en aras de la “seguridad nacional”, poderosa metáfora que invoca el apoyo de la población para la seguridad de las empresas privadas y los grandes consorcios que engrosan sus beneficios gracias al clima de inseguridad creado y estimulado por ellas.

El capitalismo, y más en su fase imperialista actual, es, por su esencia, un sistema generador de angustias, incertidumbres, miedos. Sobre todo el miedo a perder el trabajo, o a no encontrarlo, para hacer frente a las necesidades de una vida digna.

Andrés Devesa lo expone perfectamente en estos términos:
“Vivimos en el auténtico estado de excepción permanente, pues la amenaza acecha de forma constante e invisible, en sus diferentes versiones: atentado terrorista, colapso energético, catástrofe ecológica o pandemia mundial.
Pero, ¿qué esconden estas amenazas espectaculares?
Lo que el espectáculo oculta es la verdad inmisericorde de nuestra época: la absoluta falta de libertad del ser humano, que cede cada día una parcela más de la vida a los gestores de la miseria, a los paladines de la economía independiente del ser humano. La visión apocalíptica es la espectacularización de lo que hoy es la norma: la artificialización y estandarización de la vida, la supresión de lo vivido y su sustitución por un sucedáneo que ni de lejos se parece a lo que pretende sustituir.
El miedo a la catástrofe espectacular oculta, por tanto, la auténtica catástrofe, la que se desarrolla cada día de nuestras vidas, mientras en las pantallas de televisión observamos las amenazas que sirven de velo a lo auténticamente catastrófico.”116 
116 Cf. Devesa, Andrés: “Pajaritos y pajarracos”, Rebelión, 25-3-2006

Seguridad no significa un salario que permita vivir con dignidad, una pensión para la vejez, un plan de salud, una orden de retirada de nuestros hijos de los campos de batalla.

Seguridad significa más armas, más policías, mucho ondear de banderas.
La tan cacareada seguridad está incluso por encima de las libertades individuales y los derechos humanos, esto es, más inseguridad. Así lo reconoce un dirigente como Tony Bair, que se tiene por socialista.117 
117 Cf. El País, 25-2-2005.

Como afirma F. Aínsa, la exaltación de la seguridad como “valor de refugio” ha producido la multiplicación de barreras entre el espacio individual y el colectivo.
“La sociedad contemporánea dificulta, lejos de los proyectos de la utopía urbana clásica, el acceso al domicilio privado a través de códigos, guardianes, interfonos que se prolongan en calles con barreras, barrios con entradas y ciudades con fronteras sectores bien delimitados.”118 
118 Cf. Aínsa, Fernando: La reconstrucción de la utopía, Correo de la UNESCO, Mé3xico 1999, p 67.

En suma, toda la doctrina acerca de la “seguridad nacional” se basa en la supuesta existencia de un enemigo que amenaza la patria. De ahí que el fin último de esta doctrina sea la transformación de países soberanos en territorios abiertos, esto es, en “áreas de libre comercio” por medios militares. 

La consecuencia es la militarización del lenguaje, ya sea de forma abierta o encubierta.

Así, a medida que transcurre el tiempo, los medios de comunicación dejan de hablar del ingente montón de escombros en que se ha convertido la ”Zona acero”, para pasar a “América UnderAttack” (América está asiendo atracada -, no los Estados Unidos-). Inmediatamente a “America strikes back” (América devuelve el golpe), “America’s New War” (La nueva guerra de América), “America recovers” (América se recupera). Se trata, pues, de una información desvirtuada por el melodrama.

Como decía Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina, “ahora América es, para el mundo, nada más que los Estados Unidos: nosotros habitamos, a lo sumo, una Subamérica, una América de segunda clase, de nebulosa identificación”. 

Fragmento del Libro
La intoxicación lingüística     El uso perverso de la lengua 
Vicente Romano

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