ESPECIAL PARA LOS PERONISTAS QUE ENFRENTAN A OTROS PERONISTAS…
MAO,
EL AMIGO DE PERÓN
Gusta citar a Mao Tsé Tung. No ve en
el líder chino a un burócrata soviético, sino a un compañero de los países que
deben hacer su liberación nacional.
Su opción por China en lugar de la
URSS es clarísima. “Dice Mao Tsé Tung que el que lucha contra un compañero es
que se ha pasado al bando contrario.”
Es de alta relevancia que veamos cómo
concibe Perón la unidad del Movimiento Peronista.
¿Lo podrá hacer una vez que arribe a
la patria?
Para él no puede haber
contradicciones internas: “El que defiende un ideal no puede tener
controversias con otro que defiende el mismo ideal (...) por eso el
justicialismo creó un apotegma que dice que para un peronista no puede ni debe
haber nada mejor que otro peronista.
Entonces, ¡cómo es posible que un
señor que está en la misma lucha esté luchando contra otro peronista cuando
tiene un enemigo contra quien naturalmente debe luchar! (...) de manera que no
hay que mirar al costado para ver qué hace el compañero, hay que mirar al
frente para ver qué hace el enemigo (...)
Todos están luchando por lo mismo,
porque el dispositivo de la lucha táctica necesita estar articulado: unos están
en una acción contemplativa, otros están en una acción de superficie, otros
están en una acción violenta y activa, otros se están preparando para la futura
acción con estudios tecnológicos, etc. Cada uno de ellos está trabajando por lo
mismo” (Todas las cursivas son nuestras, JPF).
Esto no les decía nada a los que
Solanas y Getino querían destinar el film. Era sencillamente la vieja
mezcolanza que nucleaba a todos en un Movimiento (“ni sectario ni excluyente”)
en manos de una conducción estratégica que les daba unidad a los proyectos antagónicos
que podían existir en él.
El peronismo estaba lleno de
contradicciones irresolubles ya en 1971, fecha del reportaje fílmico a Perón, y
esas contradicciones, aunque el Mago de la Historia creyera que serían arcilla
fácil en sus manos, no lo serían.
Acaso en 1971 se sintiera fuerte como acometer
esa tarea de unidad. Pero los antagonismos de 1971 eran mucho más poderosos que
los de los dos primeros gobiernos peronistas.
No hubo formaciones especiales entre
1946 y 1955. No tantos habían dado su vida por la causa de Perón.
Nadie se sentía autorizado a pasarle
ninguna cuenta. Nadie podía decir: Pusimos la sangre y los muertos, somos los
que más poder merecemos.
La ecuación: sangre por poder sólo la
plantearían los Montoneros.
Víctimas también de una soberbia que
los llevaba a una equivocación mortal: “A Perón lo trajimos nosotros”.
Hagamos una pregunta incómoda: ¿y si
se demostrara que a Perón lo trajo más Lanusse y el Ejército dialoguista que la
lucha de la guerrilla?
¿Y si lo trajo justamente para eso:
para que frenara a esas formaciones especiales que tanto había alentado?
Todavía Lanusse creía que Perón (al
que odiaba y al que murió odiando, como a todo el peronismo: “Tengo para mí que
no se puede ser peronista y buena persona”) podría frenar a los muchachos de
los fierros con un costo bajo. Y si no los frenaba se arruinaría, naufragaría
en su fracaso.
El almirante Mayorga, por el
contrario, hombre ligado al espíritu de las soluciones tipo Trelew, habría
deseado barrer a la guerrilla y entregar luego el gobierno.
Lo dirá, como veremos, en el entierro
de Hermes Quijada, el “explicador” de la masacre al que nadie creyó una palabra
de lo que dijo. Notable: su explicación de la masacre no hizo más que
confirmarla.
José Pablo Feinmann
Fragmento del Ensayo Peronismo - Filosofía política de una obstinación argentina