De manipulaciones
a la opinión pública...
El
enviado especial de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para Siria y ex
secretario general de esa organización, Kofi Annan, declaró ayer que en el país
árabe la violencia ha llegado a niveles “inaceptables” y expresó su temor de
que en territorio sirio estalle “una guerra civil de consecuencias espantosas”
que “no podemos permitir”. Asimismo, el diplomático ghanés defendió el
despliegue de 300 observadores de la ONU como única medida capaz de detener las
confrontaciones en curso.
Como
telón de fondo de tales declaraciones, la representante estadunidense ante
Naciones Unidas, Susan Rice, insistió en la exigencia de Washington de que el
presidente Bashar Assad abandone el poder, toda vez que, dijo, ha fracasado en
la aplicación del plan de seis puntos elaborado por el propio Annan.
Resulta
lamentable que el ex secretario general de la ONU evoque la guerra civil como
una posibilidad, cuando es difícil hallar otro nombre para clasificar el
conflicto armado que se desarrolla en Siria en el momento presente.
Es
deplorable, también, que Annan se haga de la vista gorda ante la continua
injerencia de Estados Unidos y las potencias occidentales en la situación siria
y que no sea capaz de observar la relación causal directa entre esa
intervención y la guerra civil, nada hipotética, que diezma hoy día a la
población de la nación árabe.
Sin
desconocer la barbarie a la que han recurrido las fuerzas oficiales, ha de
señalarse que el bando rebelde al gobierno de Assad también ha incurrido en
atrocidades graves y que hay sectores de la población atrapados en el fuego
cruzado entre los efectivos del régimen y los grupos irregulares alentados y
armados desde el extranjero.
Lo
más exasperante es que en la desestabilización programada de Siria y en el
impulso a la confrontación armada en ese país los gobiernos de Estados Unidos y
Europa occidental han sido solapados por la propia ONU, la cual no ha sido
capaz de desmarcarse de la aventura. Como ocurrió con ocasión de la invasión
estadunidense a Afganistán, el máximo organismo de la comunidad internacional,
en vez de actuar de manera ecuánime y garantizar la soberanía siria, ha
prestado su bandera para encubrir una intervención.
Las
revueltas civiles conocidas como primavera árabe, que se iniciaron en Túnez y
Egipto, han sido sangrientamente reprimidas en naciones “amigas” de Occidente,
como Bahrein, con la complacencia de Washington y Bruselas, o bien han dado pie
a aventuras intervencionistas mucho más cruentas, como ocurrió en Libia. Da la
impresión de que se busca llevar a Siria por un camino semejante al libio y que
las escaramuzas diplomáticas en Nueva York y Ginebra son el preludio de
incursiones militares en regla, diseñadas para deponer al gobierno de Damasco.
Es
necesario que la opinión pública internacional se movilice para impedirlo y
para propugnar una solución pacífica y, sobre todo, soberana, al conflicto que
tiene lugar en Siria.
Fuente : La Jornada
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