Hace 57 años, el bruto
Bombardearon Plaza de Mayo
Nuestra recuerdo sobre una barbarie que es necesario mantener en
la memoria de todos, para que no pueda ser repetida.
Hace más de medio siglo, el 16 de junio de 1955, en la ciudad de Buenos
Aires se consumó la mayor masacre del siglo XX contra una población
civil e indefensa . Sin embargo, los nombres de aquellas víctimas aún no
salieron completamente del olvido. Una cerrada trama de los intereses que
impulsaron a los ejecutores de la barbarie, fue tejida férreamente para
mantener el ocultamiento y un silencio que desdibujaran en la memoria de
nuestro pueblo, los hechos y los responsables.
Se trató de un levantamiento de unos cien oficiales de la Marina , sofocado ese mismo
día, que tuvo apoyo de Comandos Civiles armados, dirigidos por el radical
unionista Miguel Angel Zavala Ortiz, luego miembro destacado de la Junta Consultiva
de la llamada ‘Revolución Libertadora’ y mas tarde, canciller del gobierno de
Arturo Illía.
También se habían sumado oficiales aeronáuticos de la base de
Morón y algunos de Ezeiza.
El plan tenía el objetivo principal de asesinar al presidente
Juan Domingo Perón y a partir de allí infantes de marina se apoderarían
de la Casa de
Gobierno para ordenar un gobierno de ‘facto’. En la mañana, un comando se
apoderó de Radio Mitre y dio a conocer un bando de los sublevados.
El ministro de Marina, Aníbal Olivieri, se había internado el
día 15 en el policlínico del arma. Lo hizo para disimular su complicidad con
los golpistas. Por eso, recién al comenzar los ataques y saber del
copamiento de la sede ministerial, abandonó el hospital. Lo acompañaron sus
tres asistentes: Eduardo Massera, Horacio Mayorga y Oscar Montes. Los
tres reaparecerán el primera línea de la dictadura de 1976.
La situación se había agravado cuando el 14 de junio, una
marcha por ‘Corpus Christi’ hacia el Congreso Nacional y bajo la consigna
Cristo Vence, recorre la avenida de Mayo y reúne hasta los comunistas.
Los manifestantes arrancan placas del frente al edificio del
Congreso y llegan a izar dos banderas amarillas del Vaticano. Y tras esos
incidentes, la policía halló una enseña nacional quemada. Así, la oposición
quedó inculpada gravemente.
Aunque sus dirigentes de inmediato atribuyeron el agravio a un
plan urdido por el jefe de la policía federal.
El enfrentamiento, entre el gobierno peronista y el sector
conservador de la
Iglesia Católica , venía tensándose hacía unos meses a causa
del proyecto de ley para separar la
Iglesia del Estado presentado por el oficialismo(*).
En ese marco, aquel 16 de junio, Perón decide organizar un
desfile, en tierra y aire, para desagravio a la bandera nacional.
Esa circunstancia es la que acelera los planes de los
conspiradores. Vieron que la salida de sus aviones iba a pasar desapercibida
para los otros mandos militares.
A las 12:40 de aquel día lleno de bruma, el capitán de
fragata Néstor Noriega inicia el bombardeo al mando de un avión Beechcraft y le
sigue el capitán de corbeta Santiago Sabarots. Cada uno lanzó una bomba de 50
kilos.
Abajo, en nota firmada del diario Clarín el estallido “incendió
y transformó en chatarra dos automóviles estacionados junto al cordón de la
vereda, mientras la segunda destruía a otros dos vehículos”. Las esquirlas
habían matado a las primeras ocho personas, a las que “manos piadosas les
cubrieron el rostro con diarios”(**)
La cuadrilla, integrada por cuarenta aviones, había
salido de la base aeronaval de Punta Indio y durante tres horas, cubrió
de muerte la histórica plaza. En medio de las corridas envueltas por el pánico,
los disparos sin descanso de las ametralladoras dejaron huellas que aún hoy se
ven, por ejemplo, en el frente del edificio del ministerio de Economía que da a
la avenida Leandro Alem.
En la Casa
de Gobierno impactaron 29 bombas, seis sin estallar: Allí hubo 12 muertos
y 55 heridos, entre civiles y miltares.
Tras la caida de unas 100 bombas de entre 50 y 100 kilogramos la
masacre quedó consumada: 350 personas muertas y otras mil, heridas. La
inmensa mayoría, trabajadores que caminaban o viajaban en transporte automotor.
Un trolebús repleto, frente a la plaza Colón, detrás de la Casa de Gobierno, fue
perforado por una bomba: sólo allí hubo 65 muertos, muchos despedazados. Otro
transporte recibe un bombazo en avenida Las Heras y Pueyrredón, en
cercanías de la antigua residencia presidencial, donde disparos dieron en
varios frentes de vivienda y produjeron muertos y heridos. El predio era el
conocido “Palacio Unzué” , es el mismos sobre el que se levanta la biblioteca
Nacional en el barrio Norte.
En otro sitio, en el conurbano bonaerense, una columna de
soldados del Regimiento de Infantería de La Tablada , también fue bombardeada desde aviones
rebeldes. Tres fueron los muertos y seis los heridos.
Los alrededores de la sede de la Confederación General
del Trabajo (CGT), en Azopardo e Independencia, son también ametrallados,
cuando comenzaban a reunirse los trabajadores que eran movilizados en
camiones para defender al gobierno justicialista.
El símbolo de esa desigual lucha, entre miles de manifestantes y
los militares golpistas, fue quizá el obrero Héctor Passano. “Cayó partido por
la mitad cuando intentaba abatir un avión Gloster Meteor con un revolver” .
La del 16 de junio, era la segunda intentona militar para matar
a Perón. El 28 de setiembre de 1951, el general Benjamín Menéndez había
encabezado un levantamiento, dentro del cual, el entonces “capitán Alejandro
Agustín Lanusse tenía asignada la misión de atentar contra la vida del general
Perón”. (*)
También había fracasado, no obstante contar con aviación naval.
Aquella mañana de junio, un grupo del Cuarto Batallón de
Infantería de Marina, al mando de Juan Carlos Argerich, se apoderó del edificio
del ministerio de Marina. Los infantes tenían los nuevos fusiles
semiautomáticos belgas, recién ingresados de contrabando en el último
viaje de instrucción de la alumnos de la Escuela Naval de Río
Santiago, que dirigía el contraalmirante Isaac Rojas.
Casi a las dos de la tarde, esos infantes de Marina,
atrincherados en las cercanías de la Casa Rosada , en el sector de la Plaza Colón , tras
disparar a mansalva a la población, tuvieron que capitular al ser rodeados por
cuatro tanques Sherman.
Las tropas leales estaban al mando del general de Ejército,
Ernesto Fatigati y se desenvolvían en medio de los miles de
trabajadores que habían comenzado a rodear el edificio de los marinos y
amenazaban con linchamientos.
Entonces, los jefes golpistas, contralmirante Samuel Toranzo
Calderón y el comandante de la fuerza, vicealmirante Benjamín Gargiulo,
tuvieron que rendirse. Caían junto con el sol: Eran las seis menos cuarto
de la tarde. Apresados todos, Gargiulo se suicidó con un tiro en la
sien.
Los restantes sublevados, incluido Zavala Ortiz, el jefe de los
comandos civiles, habían huido al Uruguay en treinta y seis aviones.
La masacre prenunciaba, exactamente para tres meses después, el
sangriento levantamiento de la llamada “Revolución Libertadora” que tuvo desde
un comienzo un fuerte olor a petróleo. Los intereses británicos, viejos
intrigantes, aprovecharán la disputa del Gobierno con la Iglesia , e
impulsarán un golpe final triunfante en setiembre de aquel mismo año, para
impedir que intereses estadounidenses pudieran desplazarlos de la explotación
del oro negro patagónico.(RM)
(*) La Masacre
de Plaza de Mayo de Gonzalo Chavez.Ediciones de la Campana.Octubre
2003