1º de Junio de 1857 –
Prudencio Ortiz
de Rosas
Nació en Buenos Aires el 28 de abril
de 1800, siendo sus padres León Ortiz de Rozas y Agustina López de Osornio,
hija esta última de Clemente López de Osornio, bárbaramente sacrificado por los
salvajes en tremenda lucha en el Rincón del Salado (después Rincón de López),
el 13 de diciembre de 1783. Está de más
recordar la nobilísima estirpe de las familias Ortiz de Rozas y López de
Osornio.
Con los nombres de Prudencio
Domingo del Corazón de Jesús, fue bautizado en esta ciudad al día siguiente del
de su nacimiento. Recibió una
instrucción esmerada, como la que entonces podían permitirse los hijos de
familias distinguidas. Casó muy joven,
el 17 de febrero de 1823, con Catalina de Almada (hija de Tadeo de Almada y de
Basilia Toscazo, dedicándose a ayudar a su padre en la atención que demandaban
las vastas extensiones de tierras de que era propietario León Ortiz de Rozas.
Sintiendo vocación por la carrera de
las armas, Prudencio Ortiz de Rozas colgó espada al cinto y se hizo soldado y
en las listas de revista existente en el Archivo General de la Nación figura
como teniente del Regimiento Nº 3 de Milicia Activa de Caballería el 13 de
marzo de 1826, en un destacamento que guarnece el Fuerte de la Ensenada de
Barragán, y a cargo del mismo; figurando en otra lista del 12 de abril del
mismo año ya como teniente 1º y desempeñando la misma función de mando hasta el
8 del mes siguiente, en que no figura en tales listas, correspondientes por
supuesto a la guarnición del Fuerte de referencia. Dicho cuerpo estuvo mandado por el teniente
coronel Ignacio Iñarra y tuvo intervención en el rechazo de algunos desembarcos
intentados por los brasileños en las costas de la provincia de Buenos Aires; y
las baterías de la Ensenada intervinieron en el combate naval del 16 y 17 de
junio de 1828 para defender de la agresión de varios buques imperiales al
bergantín “General Brandsen”, mandado por Jorge de Kay, que regresaba de una campaña
de corso por el Atlántico Norte, y que había varado en las proximidades de
Punta Lara.
Tomó parte activa en la campaña contra
Lavalle a comienzos de 1829, e intervino en las operaciones que tuvieron por
escenario la zona Sud de la provincia de Buenos Aires y se halló en la toma de
San Miguel del Monte, el 16 de marzo de aquel año, en la que murió el sargento
mayor, Manuel Romero, jefe de la defensa.
También intervino en el combate de “Las Vizcacheras”, el 28 del mismo
mes y año, donde hallaron la muerte los coroneles Federico Rauch y Nicolás
Medina.
“Después de este triunfo -dice el
coronel Prudencio Arnold en su hermosa obra “Un soldado argentino”- no quedó
enemigo nuestro en toda la campaña y marchamos hasta el arroyo de “Las
Conchas”, próximo a Buenos Aires, con el fin de atacar la ciudad, lo que no se
efectuó por mayoría de los jefes en junta de guerra y allí se dio el mando en
jefe de todas las fuerzas al coronel Prudencio Ortiz de Rozas”. “Del general Rosas –prosigue Arnold- ninguna
orden habíamos recibido después de la derrota de Navarro. Sólo sabíamos que se hallaba en la provincia
de Santa Fe, y que un chasque de él había sido tomado por los Húsares en las
fronteras, tomándole las comunicaciones bajo cubiertas por una trenza puesta
como cabo de un “rebenque viejo”.
Al tener conocimiento el general
Lavalle del desastre de “Las Vizcacheras”, dejó de perseguir a López y a Rosas
y contramarchó en protección de Buenos Aires.
El 16 de abril, el coronel Prudencio Ortiz de Rozas tomó parte en la
acción de Las Pajas. “Una noche, como a
las ocho o nueve -prosigue el coronel Arnold- recibimos orden de formar círculo
a caballo. Cuando estuvo cumplida,
penetró el coronel don Prudencio Rozas con un papel en la mano y nos dirigió
las palabras siguientes: “El comandante general D. Juan Manuel de Rosas acaba
de llegar a “La Turbia” (partido de Navarro) y me ordena marchemos a
incorporarnos en ese punto”. Cuando
llego aquí, toda la fuerza prorrumpió en gritos de ¡Viva Rosas, viva
Rosas! ¡Marchemos, marchemos! El jefe ordenaba guardar silencio, pero sus
voces eran ahogadas por aquellos vivas a Rosas.
Con los vivas, pronto empezaron los tiros de carabina, que nadie pudo
contener hasta la media noche en que, casi concluida la pólvora que teníamos,
se nos ordenó marchar ejecutándolo hasta el arroyo de “La Choza”, donde paramos
antes de amanecer. El jueves santo se
reunieron a Rosas en “La Turbia”.
Asistió al combate del Puente de
Márquez, el 26 de abril, y a la acción de San José de Flores, al día siguiente. Participó en el corto sitio impuesto a Buenos
Aires y después de la convenciones de Cañuelas y de Barracas, en setiembre de
1829 se le encuentra mandando el 3º de Campaña en la Chacra Principal de Santos
Lugares, cuerpo que dos meses después pasó a denominarse 6º de Campaña, cuya
jefatura ejerce Ortiz de Rosas, teniendo como 2º a Pablo Muñoz; revistando
aquél como coronel en listas del 27 de enero de 1830. (1) Al asumir su hermano el gobierno de Buenos
Aires, el coronel Prudencio Ortiz de Rozas pasó también a la comandancia
militar de Chascomús.
El 21 de febrero de 1831 el coronel
Prudencio Ortiz de Rozas dirigía desde Chascomús una proclama entusiasta a los
Carabineros, que formaban la base del Regimiento 6º de Milicias de Caballería
de Campaña, al emprender la marcha contra las fuerzas del general Paz en el
interior, formando parte del Ejército de Reserva mandado por el general Juan
Ramón Balcarce. Estas fuerzas regresaron
a Buenos Aires el 20de setiembre del mismo año, terminada la campaña con la
captura del general Paz.
En febrero de 1832 estalló un violento
incendio en un depósito de aguardientes, situado en la calle de la Plata (hoy
Rivadavia) a dos cuadras y media de la Plaza de la Victoria, y el coronel Ortiz
de Rozas, así como también otros numerosos jefes y oficiales del ejército
participaron en la ruda tarea de extinguirlo, por lo que merecieron una
recomendación especial del Jefe de Policía, la que fue publicada en la “Gaceta
Mercantil” Nº 2402, del día 8 del mismo mes.
También figuran en la lista de los que merecieron ser recomendados por
su conducta en tal emergencia, numerosos ciudadanos de la mejor sociedad
porteña.
En el curso del mismo año era
comandante general de la campaña, y por orden del Gobierno fue encargado de
proceder al reparto de las tierras a los pobladores de Azul, de acuerdo al
decreto expedido el 19 de setiembre de 1829.
El 16 de junio de 1833 tuvieron lugar
en Buenos Aires las elecciones de Representantes por 6 personas que debían
integrar la 11ª Legislatura. Pero a la
una de la tarde el Gobierno mandó suspender el acto, lo que motivó una protesta
del pueblo contra la orden. “Al mismo
tiempo que se lanzaban sobre los ciudadanos (dice Antonio Díaz en la página 243
de su Historia Militar y Política de las Repúblicas del Plata, Tomo II), grupos
armados de puñales, acaudillados por personas de las que más habían blasonado
de enemigos de la anarquía y cuando el pueblo tenía una mayoría de votos a
favor de los señores Tomás Guido, Mariano Benito Rolón, Celestino Vidal, Manuel
García, Juan J. Viamonte, Pedro Feliciano Cavia, Diego E. Zavaleta e Ignacio
Grela”.
“El Gobierno, sin embargo –prosigue
Díaz- destituyó al Jefe Político D. Juan Correa Morales, nombrando en su lugar
al general D. Félix de Olazábal. Este
jefe renunció, sucediéndole D. Epitacio del Campo, en tanto que el general Olazábal
tomaba el mando de la brigada cívica, separando de este cuerpo a D. Celestino
Vidal. El batallón de Olazábal pasó a
las órdenes del teniente coronel D. Nicolás Martínez Fontes. También fue separado de su cuerpo el general
D. Mariano Benito Rolón. La Junta de R.
R. se reunía esa noche a deliberar, pero la exaltación de los ánimos, y el
tumulto del pueblo que acudió a la barra, hicieron suspender la sesión. El Gobierno dio cuenta de sus actos a la
Junta, agregando que los Ministros de Gobierno y el de Gracia y Justicia habían
sido exonerados por negarse a firmar el decreto de las destituciones, el que se
manifestó dispuesto a refrendar el general D. Enrique Martínez, Ministro de la
Guerra. Los vecinos de las Parroquias de
San Nicolás y de San Telmo protestaron también contra los atropellos de que
habían sido víctimas en el acto eleccionario”.
Conjuntamente con el general Celestino
Vidal y los tenientes coroneles Manuel A. Pueyrredón y Fabián Rosas, el coronel
Ortiz de Rosas presentó a la Sala de Representantes el 24 de junio de 1833, una
solicitud pidiendo se elevase a los jueces del crimen una enérgica reclamación
por los fraudes electorales del día 16 del mismo mes; reclamación que encarpetó
la Sala, y que fue una de las causas que determinó a los federales a preparar
la revolución de Octubre.
Para realizar este movimiento, el
coronel Prudencio Ortiz de Rozas reunió fuerzas numerosas en el Sud de la
Provincia, con las que se aproximó a la Capital y que fueron uno de los núcleos
principales del llamado “Ejército Restaurador de las Leyes”, cuyo comando
superior ejerció el general Agustín de Pinedo, que tuvo por segundo en el
comando al de igual jerarquía Mariano Benito Rolón. Como es notorio las fuerzas restauradoras
iniciaron sus operaciones el 11 de octubre de 1833 y en las jornadas siguientes
dieron fácil cuenta de la resistencia de los “Balcarcistas” en algunos
encuentros que tuvieron lugar en los arrabales de la ciudad. Después de la renuncia de Balcarce y la
elección del general Viamonte el 4 de noviembre de aquel año para reemplazarlo
en el cargo de gobernador, el 5 de aquel mes,
el general de Pinedo y el coronel Ortiz de Rozas hicieron su entrada
triunfal en la ciudad con una escolta; haciéndolo el resto de las fuerzas, en
número de 6.000 jinetes y 1.000 infantes, el 7 de noviembre. El 18 de este mes, consolidado el nuevo
gobierno, el coronel Ortiz de Rozas despachó a los Regimientos 5º y 6º de
Milicias de Caballería de Campaña, de su inmediato comando, con una ardiente
proclama; cuerpos que el 25 de noviembre llegaban a Chascomús, lugar de su
acantonamiento.
El 9 de julio de 1835, por delegación
de la “Comisión de Hacendados”, el coronel Ortiz de Rosas mandó la caballería
que aquéllos formaron para Guardia de Honor al Restaurador de las Leyes; el
general Mansilla comandó la infantería, mientras que el general Celestino Vidal
mandó ambas divisiones, ofrecidas por los hacendados y labradores de la
Provincia.
En las proximidades de Azul tuvo una
estancia llamada “Santa Catalina”, situada a tres leguas del entonces Fuerte de
aquel nombre, donde en 1830 fundó un fortín constituido por tres hileras de
zanjas, de 3 varas de ancho y profundidad, más o menos, en una extensión de dos
cuadras por cada costado. En una de las
esquinas levantó “El Baluarte”, edificio en forma redonda. En la parte central del fuerte de “Santa
Catalina” se hallaban las habitaciones construidas de ladrillo y sus techos de
azotea. En “El Baluarte” se habían
instalado dos cañones, que después de la batalla de Caseros fueron retirados y
transportados a Azul. Tales cañones
servían para dar la alarma en las invasiones de los indios y para repeler sus
avances. Existía también un gran corral
de zanja, donde encerraban las haciendas del establecimiento y las de la
guarnición; encontrándose aquél al costado del arroyo allí existente. El fuerte de “Santa Catalina” fue levantado
por Prudencio Ortiz de Rozas dos años antes de la fundación oficial del pueblo
de Azul, que lo fue en 1832. (2)
En enero de 1833 debió tomar medidas
militares en el Fuerte de “Santa Catalina”, en combinación con el general
Gervasio Espinosa que mandaba las fuerzas que guarnecían el Fuerte del Tandil,
a consecuencia de una invasión de salvajes.
En diciembre de 1837, Ortiz de Rosas era comandante accidental del
Fuerte Azul, donde tenía a la sazón el asiento del comando de los Regimientos
5º y 6º de Caballería de Campaña; punto aquel desde el cual ejercía dicho jefe
una activa y eficiente vigilancia de Fronteras.
Cuando se produjo la Revolución del
Sur estaba investido con el mando militar de los departamentos de aquella zona,
teniendo su campamento general en “Los Remedios”, cerca de Cañuelas. El 3 de noviembre de 1839 recibía las
primeras noticias del movimiento por los partes que le enviaba el coronel Vicente
González, jefe del Regimiento Nº 3; novedad que Prudencio Rozas comunicó a su
hermano, el general Juan Manuel de Rosas; haciéndole saber que la fuerza
revolucionaria se elevaba a 2.000 hombres, a cuya cabeza se hallaban Crámer,
Castelli y Rico.
El coronel Ortiz de Rozas llegó a
marchas forzadas el 6 de noviembre a la margen occidental del Salado, al Paso
del Venado, distante 8 leguas de Chascomús.
Arreando a todo individuo de armas llevar, pudo reunir 1.300 hombres, en
su totalidad perfectamente armados y municionados; y desde el mencionado Paso
del Venado, por donde vadeó el río Salado,
al anochecer del 6 marchó con rapidez, para caer sobre los
revolucionarios al amanecer del día siguiente.
La batalla de Chascomús, librada el 7 de noviembre de 1839, fue un
triunfo completo para las armas federales, después de tres horas de vivo fuego
por efecto del cual murieron 250 hombres.
En la batalla murió el coronel Ambrosio Crámer, y en la persecución que
siguió a la misma sufrió igual suerte Pedro Castelli; siendo colocadas las
cabezas de ambos en una pica, que fue clavada en la plaza de Dolores, donde
estuvieron mucho tiempo a la expectación pública. Cayeron 400 prisioneros que el coronel Ortiz
de Rozas se apresuró a poner en libertad inmediatamente, haciéndoles saber que
el gobernador de la provincia prefería creer que habían sido engañados y
obligados a tomar las armas, a castigarlos como rebeldes y traidores unidos a
los franceses que hostilizaban a la Nación.
Los restos de las fuerzas revolucionarias, en número de 500, se
embarcaron en el puerto del Tuyú a las órdenes del coronel Rico, para marchar a
incorporarse al “Ejército Libertador” que organizaba el general Lavalle en el
Rincón del Ombú, provincia de Corrientes, como lo verificaron el 13 de enero de
1840. (3)
Por su triunfo en Chascomús, el
coronel Ortiz de Rozas obtuvo despachos de Coronel Mayor de los ejércitos de la
Confederación Argentina.
Cuando el general Lavalle invadió la
provincia de Buenos Aires por San Pedro, a comienzos de agosto de 1840, el
general Ortiz de Rozas se hallaba en Chascomús al frente de los Regimientos 5º
y 6º de Campaña, comando que conservó a pesar de su nueva jerarquía. Tomó el mando en jefe de todas las fuerzas
del Sur de la Provincia con las que se aproximó a la Capital, para concurrir a
su defensa, si era atacada por Lavalle, cuyo rápido avance así lo hacía
temer. Esta concentración de fuerzas
ordenadas por el general Juan Manuel de Rosas sobre la ciudad, seguramente
determinaron el repliegue prematuro de Lavalle, desde Merlo, en conocimiento de
que iba a encontrar numerosos enemigos en su frente y a sus flancos si
proseguía su avance.
El general Ortiz de Rosas permaneció
mucho tiempo destacado en la Guardia del Salto, a cargo de la línea de
fronteras, teniendo bajo su inmediato comando una división de ejército, cuyo
núcleo principal lo constituía el 6º de Caballería de Campaña. Con la mencionada división marchó a mediados
de 1845 para la provincia de Santa Fe, en apoyo del gobernador Echagüe, que
había sido sorprendido y derrotado por el general Juan Pablo López. Según manifiesta el ya mencionado historiador
Antonio Díaz (página 203 del tomo VII de la obra de referencia), la fuerza de
Ortiz de Rozas se dispersó en parte, en su tránsito; razón por la cual regresó
su jefe a la provincia de Buenos Aires.
En julio de 1846 se le encuentra comandando las fuerzas del Sud de esta
Provincia. Por ese motivo no estuvo
presente en la batalla de Caseros.
A la caída de su hermano, el general
Ortiz de Rozas se trasladó a Montevideo, donde el 24 de noviembre de 1853 hizo
labrar el acta de su testamento ante el escribano Ramón Jacinto García. Posteriormente se radicó en España,
adquiriendo una hermosa propiedad en Sevilla, llamada “Palacio de San Vicente”;
donde falleció el 1º de junio de 1857, siendo repatriados sus restos en el año
1872, los que reposan actualmente en el Cementerio de la Recoleta, en el
sepulcro de sus padres.
Habiendo enviudado contrajo segundas
nupcias el 6 de junio de 1845 con Etelvina Romero, hija de José María Romero
Carrillo y de Carlota Sáenz y Saraza; la que le sobrevivió muchos años.
De su matrimonio con Catalina de
Almada (del cual fueron padrinos León Ortiz de Rozas y Basilia Toscano de
Almada), nacieron 8 hijos: seis mujeres y dos varones, llamándose estos últimos
Prudencio Tadeo y León. Este último
falleció soltero en 1871, víctima de su abnegación durante la epidemia de
fiebre amarilla que azotó tan cruelmente a los habitantes de esta ciudad. Prudencio casó con Juana Gastelú, con la que
tuvo dos hijos: Prudencio Juan y Gervasio Lucio (que murió soltero en Buenos
Aires el 6 de noviembre de 1888).
Prudencio Ortiz de Rozas y Gastelú contrajo matrimonio con María Foley y
Figueroa, cuyos descendientes viven en la actualidad. El primero falleció en Buenos Aires el 14 de
agosto de 1915; y la segunda, en la misma ciudad, el 18 de agosto de 1933. Una hija del general Ortiz de Rozas, llamada
Basilia, fue esposa del coronel Juan F. Czetz, director-fundador del Colegio
Militar de la Nación, sepultado en la bóveda de la familia Rozas.
Referencia
(1) En esta fecha el Regimiento 6º de Milicias de
Caballería de Campaña, comprendía las correspondientes a los partidos de la
Magdalena, Ensenada, Quilmas y San Vicente.
(2) Desde 1873 aquella propiedad fue arrendada a los
herederos de Prudencio Ortiz de Rozas, por Bernardo Saint Lary, el cual poco
tiempo después adquirió el casco de la estancia con 200 cuadras de campo;
habiéndose rematado fraccionada la propiedad, el 27 de agosto de 1874, por el
martillero Bullrich. En 1880, una
inundación azotó el edificio de “Santa Catalina”, y fue necesario cambiar los
techos de azotea por zinc.
(3) “No pude saber –dice el coronel Arnold- qué
causas influyeron en el ánimo del coronel D. Prudencio O. de Rozas para
dejarlos embarcar, yendo a engrosar y alentar las filas del general Lavalle”.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Yaben, jacinto R. – Biografías argentinas y
sudamericanas – Buenos Aires (1939).
fuente: www.revisionistas.com.ar